Capítulo 20

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Capítulo 20.

Dolores silenciosos.

Mis labios estaban cosidos.

No pude expresar mi dolor con sonidos pero si con expresiones faciales, eran tan contractadas que el peliblanco se apartó de mí en el instante en el que lo notó, sus ojos conectaron con los míos enseguida, mostrando un mejunje de arrepentimiento aflicción e inquietud.

-Ya acabé de vendarte la herida, vuelve a respirar que no queremos otro accidente.

No podía separar la vista.

Quería aliviar mi dolor en un abrazo.

Pero me era imposible comunicarselo.

Estaba demasiado mal como para decirle cualquier cosa porque el sentimiento de culpa seguía ocupando un gran espacio en mi mente, no podía ser tan egoista como para pedirle el mínimo contacto físico que me consolara, sabía que le había provocado bastantes problemas, tengo que apreciar con más maduridad su ayuda, no podía permitir que se volviera a lesionar por mí, no se merecía que le hagan eso y menos por alguien como yo. Nos quedamos observandonos durante un buen rato sin dirigirnos ni una palabra, las lagrimas habían vuelto a subirme los ojos, él seguía destrozado por dentro pero no me lo hiba a decir, sus principios se lo impedian pero lo sabía perfectamente, no hace falta que esté al coriente de nada de su pasado para estar segura que a pasado por mucho, que la muerte de su amigo le dejará una marca mucho más profunda que cualquier cuchillazo o disparo.

Al final si que le dí ese abrazo, pero no para reconfortarme sino para avisarle en silencio que estaba ahí junto a él, que no me iría a ningun lado, me sorprendió notar como me apretujaba juntando más nuestros corazones, hasta el punto de conectarlos formando uno solo. No se da cuenta de lo mucho que estoy cambiando gracias a él, la manera con la que esconde lo que le tormenta me resulta admirable pero inquietante a la vez, tenía un gran peso en sus hombros, un peso demasiado pesado para un chico de su edad...

-No vuelvas a usar esas tijeras por mí.

¿Como lo había sabido?

Me giré hacia el escritorio en el que seguían posadas, los cortes que había producido en mis brazos por el estrés que me causaba la situación eran secretos pero de alguna manera me había descubierto con las manos en la masa.

-No sé de lo que hablas-negué con la cabeza.

No pude reaccionar al sentir como se acercaba a mi oído con suavidad.

-Si que lo sabes.

No podía moverme, estaba envuelta por todos sus musculos, se apartó de mí durante unos segundos para luego agarrarme por la cintura y clavar la vista en mis iris de nuevo, ya no sabía como respirar, tenerlo cerca seguía provocandome demasadas cosas a la vez, tomé una bocada de aire antes de querer hablar pero justo cuando quise abrir los labios se acercó e irrumpió en ellos callandome, ese silencio, ese beso, era lo que ambos necesitabamos, un rato con el otro, diciendonos lo que necesitabamos oír sin soltar ningun tipo de sonido.

Cuanto más creces más entiendes al villano.

Esa frase no salió de mi cabeza en toda la noche, no tenía ni idea de si ya la había escuchado en alguna parte o sí mi cerebro la pronunció con naturalidad al haber unido piezas provinientes de mis recuerdos que yo no me acordaba de tener. A pesar de esa duda le encontré el sentido, demasiado bonito como para no creerlo.

Al levantarme sentí un gran vacío, estaba sola en el dormitorio, me acerqué hacia el escritorio para clavar la vista en las tijeras más de cerca, tenian rastros de sangre... Me fijé en mis pies desnudos sin saber que hacer, cuando hacía algo sin pensar siempre me arrepentía pero esos cortes hicieron que me sintiese bien, puede que esté loca después de todo.

El juego del villanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora