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𝙁𝙪𝙚𝙜𝙤 𝙖𝙧𝙙𝙞𝙚𝙣𝙩𝙚

El aire en el palacio de la Nación del Fuego se sentía más denso que nunca

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El aire en el palacio de la Nación del Fuego se sentía más denso que nunca. Los pasillos, normalmente llenos de actividad, estaban en silencio, como si hasta las paredes susurraran sobre la tragedia que acababa de ocurrir. Cecilia caminaba apresurada hacia el gran salón, donde los rumores decían que algo terrible había sucedido.

Cuando llegó, vio a Zuko, tendido en el suelo, con una quemadura que cubría casi la mitad de su rostro. Su dolor era palpable, y su expresión, más allá del sufrimiento físico, era de traición y desesperación. Cecilia se quedó paralizada un momento, horrorizada. No podía creer lo que veía. Su instinto fue correr hacia él, pero antes de que pudiera moverse, Ozai apareció, con su mirada fría y desapegada.

─ Ha fallado en mostrar respeto, y esto es el castigo por su debilidad ─ dijo Ozai sin una pizca de compasión en su voz. ─ Está desterrado hasta que encuentre al Avatar y lo traiga ante mí.

Cecilia sintió una ola de ira mezclada con tristeza apoderarse de su ser. ¿Cómo podía hacerle esto a su propio hijo? ¿Cómo podía ser tan cruel? Sin dudarlo, se acercó a Ozai, intentando razonar con él.

─ Ozai, no puedes hacerle esto a Zuko. Es solo un niño… tu hijo. No merece este castigo tan brutal. ¡Necesita tu apoyo, no tu crueldad! ─ suplicó Cecilia, su voz temblando por la desesperación.

Pero Ozai, con su expresión imperturbable, apenas la miró.

─ No te metas en asuntos que no comprendes, Cecilia. Esto es por el bien de la Nación del Fuego. No debes cuestionarme. ─ Sus palabras fueron afiladas, cortantes, y luego simplemente se alejó, dejando a Cecilia en medio de la sala, con el corazón roto por la frialdad con la que la había tratado.

Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos, pero no tenía tiempo para llorar por ella misma. Debía ir a ver a Zuko. Él la necesitaba más que nunca. Con un nudo en la garganta, corrió hacia los aposentos del joven príncipe, donde lo encontró en la cama, cubierto en vendajes. Su respiración era irregular, y las lágrimas silenciosas caían por su rostro marcado.

Sin pensarlo dos veces, Cecilia se sentó a su lado y tomó su mano con suavidad.

─ Zuko, lo siento tanto… ─ susurró, tratando de contener su propio llanto.

El joven la miró con sus ojos hinchados, claramente confundido y dolido.

─ ¿Por qué? ─ murmuró. ─ ¿Por qué mi padre me odia tanto? ¿Por qué me hizo esto?

Cecilia acarició su cabello con ternura, como lo haría una madre con su hijo, aunque ella no fuera la suya de sangre. Sintió una profunda empatía por Zuko, quien había sido víctima de las mismas crueldades que ella experimentaba al vivir con Ozai.

𝐔𝐥𝐭𝐫𝐚𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐞 [𝑂𝑧𝑎𝑖 𝑥 𝑂𝑐] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora