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𝙉𝙖𝙙𝙖

La tensión en el aire era palpable

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La tensión en el aire era palpable. Katara sostenía a Li con fuerza, pero los llantos de la pequeña resonaban en el espacio, atrayendo la atención de todos los presentes. Zuko, con el corazón en la mano, miraba a su hija, cuyo rostro estaba enrojecido por las lágrimas y la confusión.

Aang, observando la escena, sintió que algo dentro de él se movía. Sabía que las acciones de Katara estaban impulsadas por el deseo de proteger, pero también entendía la necesidad de Zuko de estar con su hija. Era un dilema que no podía ignorar.

— Katara —dijo Aang con firmeza, alzando la mano para detener la inminente confrontación. — Démosle una oportunidad.

Katara lo miró, sorprendida. — ¿Qué estás diciendo, Aang? ¡No puedes confiar en él!

— Lo sé, pero también sé que Li es su hija. Tiene derecho a estar con ella, al igual que tú tienes derecho a protegerla. Esto es lo correcto —respondió Aang, su tono grave pero lleno de empatía.

Con un suspiro pesado, Katara miró a Zuko, cuyas manos estaban extendidas, abiertas y vulnerables. El deseo en sus ojos era inconfundible. Ella sabía que Zuko había cambiado, que estaba intentando hacer lo correcto, pero la sombra del pasado seguía acechando.

— Katara, por favor. Solo por esta vez —insistió Aang, su mirada fija en la de ella.

Finalmente, Katara vaciló, su determinación comenzando a desmoronarse ante la realidad de la situación. Con cuidado, miró a Li, quien continuaba extendiendo los brazos hacia su padre.

— Está bien, pero tienes que prometer que no la llevarás lejos —dijo Katara, su voz firme pero con una pizca de tristeza.

Aang asintió y se acercó lentamente, sosteniendo a Li mientras Katara la bajaba. La pequeña, al ver a Zuko, sonrió entre lágrimas, como si la presencia de su padre disipara su angustia.

— ¡Papa! —exclamó Li, extendiendo sus manitas hacia él.

Zuko se arrodilló, sintiendo el aliento de la niña en su rostro mientras se acercaba. — Aquí estoy, princesa. Nunca más te dejaré —respondió Zuko, sus ojos llenos de amor y emoción.

Aang finalmente entregó a Li a Zuko, quien la tomó en brazos con un cuidado casi reverente. La pequeña se acurrucó en su pecho, y Zuko sintió una oleada de calidez y felicidad. Era un momento que había esperado, un momento que había deseado con cada fibra de su ser.

— Gracias —dijo Zuko, su voz un susurro. Miró a Aang y Katara, agradecido pero también consciente de la fragilidad de la situación. — Prometo que haré lo correcto.

𝐔𝐥𝐭𝐫𝐚𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐞 [𝑂𝑧𝑎𝑖 𝑥 𝑂𝑐] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora