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𝙈𝙖𝙡𝙙𝙖𝙙 𝙨𝙞𝙣 𝙡𝙞𝙢𝙞𝙩𝙚𝙨

El viento agitaba las velas del barco mientras Zuko navegaba en busca del Avatar

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El viento agitaba las velas del barco mientras Zuko navegaba en busca del Avatar. A pesar de su misión, su mente se encontraba en otro lugar, atrapada en la preocupación por la pequeña Li, su supuesta hija, que apenas estaba por cumplir dos años. Aunque aún no entendía mucho del mundo, Zuko notaba que el cambio en su vida había afectado a la niña.

De repente, uno de sus guardias se acercó con expresión seria.

—Príncipe Zuko... la princesa Li está llorando en su camarote. No ha parado desde hace un rato —informó con cautela.

Zuko frunció el ceño, sintiendo un nudo en el estómago. Sin decir nada, asintió y se dirigió hacia el camarote de la niña. Sabía que Li era demasiado pequeña para entender por qué estaba lejos de su madre, pero ver a una niña tan vulnerable en su barco lo llenaba de una mezcla de compasión y responsabilidad.

Cuando abrió la puerta del camarote, vio a Li acurrucada en un rincón de la cama, su carita húmeda por las lágrimas. Su pequeño cuerpo temblaba mientras sollozaba, aferrándose a la manta que Cecilia había enviado con ella, probablemente el último rastro que tenía de su madre.

Zuko avanzó con cuidado y se sentó en la cama, acercándose a Li lentamente. La niña, al notar su presencia, levantó la cabeza, sus grandes ojos enrojecidos por el llanto.

Zuko extendió los brazos, y Li, sin dudarlo, se arrastró hacia él. La tomó con suavidad, sosteniéndola con cuidado en su regazo. Aunque Li aún no hablaba, su pequeño cuerpo se aferraba al de Zuko como si buscara consuelo en su calidez. Zuko la meció despacio, sintiendo cómo su llanto se iba calmando poco a poco.

—Shh... todo está bien, Li —susurró Zuko, acariciándole el cabello. Sabía que no entendía las palabras, pero su tono suave y tranquilizador parecía ayudar.

Li apoyó su cabecita en el pecho de Zuko, sus pequeñas manos agarrando con fuerza la tela de su ropa. Aunque Zuko no era su verdadero padre, y la historia que habían creado con su tío Iroh era solo una fachada para protegerla, Zuko sentía un fuerte lazo con la niña. Su inocencia y vulnerabilidad le recordaban lo que alguna vez fue él mismo.

—Te prometo que estarás a salvo, Li —dijo Zuko en voz baja, sabiendo que, aunque no podía reemplazar a su madre, haría todo lo posible para cuidarla.

Mientras Zuko la sostenía, Li dejó de llorar, aunque sus respiraciones aún eran entrecortadas. Poco a poco, el peso de sus párpados comenzó a vencerla, y pronto se quedó dormida en sus brazos.

Zuko la acomodó mejor, asegurándose de que estuviera cómoda, y la recostó suavemente sobre la cama. La cubrió con la manta que tanto atesoraba y, antes de marcharse, la observó por un momento más.

𝐔𝐥𝐭𝐫𝐚𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐞 [𝑂𝑧𝑎𝑖 𝑥 𝑂𝑐] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora