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𝙋𝙪𝙧𝙖 𝙢𝙖𝙡𝙙𝙖𝙙

Azula, sentada en su aposento con una mirada fría y calculadora, sostenía en sus manos un pergamino sellado con el emblema de la Nación del Fuego

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Azula, sentada en su aposento con una mirada fría y calculadora, sostenía en sus manos un pergamino sellado con el emblema de la Nación del Fuego. El fuego crepitaba en la chimenea mientras su mente trabajaba en un plan. Hacía semanas que una idea inquietante había empezado a tomar forma en su cabeza, y finalmente, gracias a los informes de los guardias y a su habilidad para manipular a quienes la rodeaban, había obtenido lo que necesitaba.

—Zuko ha sido visto en el norte, acompañado de una niña,— murmuró mientras leía el informe en voz baja, sus labios se curvaban en una sonrisa. —Interesante... muy interesante.—

Sabía que su hermano había estado desterrado durante años, y que su relación con el resto de la familia era casi inexistente. Sin embargo, la información sobre una niña junto a él despertaba su curiosidad. ¿Quién era esa niña? ¿Y por qué estaba con Zuko?

Azula se levantó lentamente, sus pensamientos girando en torno a las posibilidades. Esto podría ser justo lo que necesitaba para destruir a Zuko y, de paso, a Cecilia. Si lograba hacer que su padre se volviera en contra de ambos, consolidaría su lugar como la única heredera digna de la Nación del Fuego. Zuko era un traidor, y si Cecilia estaba involucrada en algún tipo de conspiración, lo pagaría caro.

Se dirigió a la puerta de su aposento y la abrió con un gesto elegante pero firme. Afuera, esperaba una criada que había sido leal a su servicio durante años, una pieza clave en sus intrigas.

—Tengo un trabajo para ti,— dijo Azula con voz suave pero peligrosa. —Quiero que busques a una de las criadas personales de Cecilia. Usa el dinero que te daré para convencerla de que colabore. Necesito saber todo lo que pasa dentro de sus aposentos. Cada conversación, cada carta, cada mirada. Cecilia oculta algo... y vamos a descubrirlo.—

La criada, sin hacer preguntas, asintió con respeto, tomando la bolsa de monedas que Azula le entregó.

—No me falles,— agregó Azula con un brillo helado en los ojos. —Si lo haces, te aseguro que no vivirás para arrepentirte.—

La criada salió rápidamente, sabiendo que el fracaso no era una opción. Azula, por su parte, volvió a su trono improvisado, sentándose con una sonrisa satisfecha en los labios. Sabía que la lealtad se compraba con oro, y no tenía escrúpulos en usar cualquier medio necesario para obtener lo que quería.

Cecilia.. pensó mientras observaba las llamas danzar en la chimenea. ¿De verdad crees que puedes jugar a ser la favorita de mi padre sin que yo intervenga?

Azula no podía soportar la idea de que Cecilia, una mujer a la que nunca consideró digna, tuviera tanto poder sobre Ozai. Pero lo que más la enfurecía era la posibilidad de que la niña que acompañaba a Zuko pudiera estar relacionada con ella de alguna manera. Si eso era cierto, entonces Cecilia había cometido un grave error al proteger a su hermano desterrado.

𝐔𝐥𝐭𝐫𝐚𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐞 [𝑂𝑧𝑎𝑖 𝑥 𝑂𝑐] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora