(Fantasía oscura y urbana)
Ascendido a una vida distinta de la humana, bajo la identidad del Milnombres Ulkidur; una criatura con capacidades tanto extrañas como con potencial de ser peligrosas, el Niño del Piso Dos, en el fatídico día del Rito Enig...
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Nueve y veintinueve de la mañana, la hora en que perdí mi último tren a Londres. A las cinco todavía en plena madrugada, debía de estar en el Aeropuerto Internacional de Borum y tomar un vuelo a Londres, lo que no debería ser un problema total porque Jeervalya e Inglaterra tienen la misma hora; si allá son las siete de la mañana, aquí también.
Me puse a hacer fila en la Estación de Trenes de Estorné para tener un paseo con la persona a la que más quiero en el sentido romántico de la palabra.
No le conté la verdad sobre mi pericia, no es que desconfié de él, es que no quiero arruinarle su día. Pero, preparé un resumen por si acaso. Digamos que comenzó cuando mamá convenció a papi de que fuera sola y sin ningún criado hasta el aeropuerto, y como casi siempre, él le hizo caso. En el transcurso del recorrido digamos y sólo digamos que usé un poco de dinero para cambiar la trayectoria y que me dejen en el centro de la ciudad y después de una llamada especial, venir a este lugar.
La estación de trenes de Estorné es tan grande, tiene pasajeros que van de ida y venida a distintas partes todo el tiempo. Algunos lugares, por ejemplo, Weider, son tan inaccesibles que la única forma de llegar a ellos es por medio de un tren.
En el transcurso de la mañana me arruiné por desgracia, la manicura que me costó un montón de coronas erebrinas.
—Mis uñas están quebradas y opacas.
—Tus uñas se ven bonitas y sanas. —Interpuso sus dedos entre los míos, su mirada era tan dulce y cálida. —Entonces, ¿cómo es que terminaste aquí? No me contaste.
—Es una historia enredada, bastante confusa si te soy sincera. —¿Cómo me reconociste? —le di una pregunta capciosa.
—Tu hermoso cabello rubio y tu ropa, casi siempre la llevas de marca, hasta en las situaciones que no lo ameritan —se separó de mí.
— ¿Estás seguro de que quieres oír la historia? —le pregunté por segunda vez.
—Sí, hazlo.
Me di el tiempo de contar lo que sucedió sin tardar una eternidad. Él escuchó sin detenerme. La gente a nuestro alrededor no sospecharía de nuestro parecido a no ser que nos colocásemos codo a codo o mostrásemos nuestros identificadores personales.
—Así pasó. De no ser porque respondiste la llamada, la situación hubiese sido diferente.
—Es lo menos que puedo hacer por ti. Es hora de subir, vamos a tomar el tren juntos, ¿te parece? —dio una respuesta irresistible. Respondí con un sí, que además iba a pagar los pasajes, tengo dinero suficiente.
—N0, déjame pagar a mí, se vería mal si no lo hago.
Acepté para ahorrar conflictos, pese a que mi video jugador favorito tampoco tiene mucho dinero, hace lo que puede. Subimos agarrados de la mano. Me quedé en el asiento del pasillo porque me pareció más cómodo que el de la ventana.