(Fantasía oscura y urbana)
Ascendido a una vida distinta de la humana, bajo la identidad del Milnombres Ulkidur; una criatura con capacidades tanto extrañas como con potencial de ser peligrosas, el Niño del Piso Dos, en el fatídico día del Rito Enig...
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Hace una noche de luna nueva, estoy cerca de la casa de los terceros escogidos; estoy afuera de sus mentes, ya es suficiente que tengan que aguantar la familia de mierda que les tocó.
Los mellizos, entre todos los malditos Skympass que conocí, son los únicos que...que...han producido sensaciones que creí que jamás sentiría en mi vida como Milnombres. Ellos son yo, yo soy ellos; no deberían pasar por todo lo que les ocurre, quisiera encontrar una forma de ayudarlos, aunque esté en contra de las reglas.
Con este cuerpo que tengo no puedo hacer mucho sin llamar la atención, en especial de ese sujeto, Denis, es demasiado inteligente y astuto —aunque él por su cuenta haya decidido esconderlo— para su propio bien, pero, a pesar de ser un loco francés salido de la nada, no lo desprecio tanto como a otros adultos y adolescentes.
En mi forma de espíritu azul casi invisible al ojo humano, me acerqué a una de las ventanas de la sala. El señor calvo y panzón lanzó un vaso al piso, su tonta mujer no retrocedió, contraatacó lanzando una mirada punzante hacia los vidrios.
—No Typheus, no puedes gastar nuestro dinero en tonterías —escuché sus gritos. Estaba bebiendo agua, dejé el vaso en medio terminar pensando que era momento de ir a mi cuarto. Así, sin terminar la sopa fría y aguada que quedó.
—Basta, Ierga. Quiero el dinero para darle gusto a nuestros niños. Ellos quieren vivir una buena vida, ser felices y jugar.
Cómo se nota que quieren y aman a sus hijos, son la pareja perfecta en verdad, son tan despreciables como esos a los que tuve el desagrado de llamar "padres" Los cuatro son igual de patéticos.
Pero, ellos no eran los únicos en portarse similar a los simios. En el segundo piso de la casa, una pálida luz apuntaba a dos personas: el francés rarito y la hermana mayor con posible complejo de inferioridad. Si no hubiera perdido las capacidades de oler y tocar, podría decir que aquella habitación olía a huevo podrido, y que entre los dos todo era tan espinoso en el sentido de que de sus cuerpos podrían salir espinas. Sin embargo, no retiro mi opinión sobre Denis.
—Denis, entiende que no puedes quedarte con mis hermanos. Ellos no pueden separarse de mi mamá, ella tiene razón en que mi padre quiere dártelos porque tendría menos responsabilidades —trató de explicar, ¿Ella? ¿Ellie? Me es tan irrelevante que capaz me haya olvidado de su nombre.
—Puede que tengas razón —dijo el francés, melancólico, pero al mismo tiempo sin perder su esperanza.
— ¡Tú no me entiendes! quiero lo mejor para mi familia—escuché los lloros de la molesta señora Ierga. De verdad que esa mujer podría excelente actriz de dramas.
—Si tanto te molesto, ve y pídeme el divorcio que estoy dispuesto a dártelo. Te dije que lo mejor para nuestros pequeños es que se vayan con su primo.
—Tú quieres que se vayan con Denis porque eres un maldito irresponsable.
— ¡Tú no me vas a decir cómo tengo que proceder! —dijo el gorila apestoso y peludo.