Después de ser poseído por un viajero en el tiempo, alcancé la cima de mi vida

Capítulo 65: El simplón del hombre de Meng

Mientras todavía estaban buscando una ubicación para la nueva sucursal de la tienda de hotpot, Jiang Zhou comenzó a disfrutar de acompañar a Wen Yan a la escuela.

Sin embargo, después de solo dos visitas, el maestro Xue Ru dejó claro que no le gustaba tenerlo en clase, estorbando y distrayendo, y no permitió que volviera a quedarse dentro.

Jiang Zhou reflexionó y decidió que, en efecto, no tenía mucho que hacer allí y, además, podría distraer a Wen Yan. Así que montó un pequeño puesto de comida afuera.

En los últimos meses, Jiang Zhou había estado tan ocupado con el restaurante y la tienda de hotpot que hacía mucho que no montaba uno de estos pequeños y convenientes puestos callejeros. Muchos de sus antiguos clientes habituales habían expresado su pesar por ello.

Para no perturbar a los estudiantes ni al ambiente tranquilo de la escuela, colocó su puesto en una esquina más cerca de la calle. No vendía demasiado tiempo: por la mañana, después de llevar a Wen Yan a clase, pasaba por el restaurante y la tienda para ocuparse de los asuntos pendientes y luego trasladaba su puesto para vender durante una hora. Al mediodía, llevaba una comida para Wen Yan y, por la tarde, volvía a montar el puesto por dos horas más, antes de recoger a Wen Yan para volver juntos a casa.

Lu Dalang bromeaba diciendo que Jiang Zhou estaba tan desocupado que lo único que le quedaba era acompañar a su esposa a la escuela.

El pequeño puesto no vendía el tradicional oden (caldo con ingredientes cocidos), sino que Jiang Zhou había optado por asar brochetas. Ya tenía experiencia en hacer bolas de masa y brochetas, y además, con el verano acercándose, ¿qué podía ser más divertido que un buen asado en las cálidas noches de verano?

Lo que Jiang Zhou no esperaba era la popularidad inesperada de su puesto.

A pesar de que lo colocaba en una esquina bastante escondida y alejada de la calle principal, el boca a boca funcionó rápidamente. Al día siguiente, casi todo el pueblo ya sabía que Jiang Zhou estaba vendiendo brochetas asadas.

En comparación con el hotpot, el puesto de brochetas era mucho más popular. Después de todo, para ir a la tienda de hotpot había que pagar una tarifa fija por el caldo, incluso si se trataba del más sencillo. Pero con las brochetas, cada uno podía pagar lo que quisiera según lo que comiera, lo que resultaba ideal para las familias del pueblo que no eran tan adineradas.

Debido a esto, Jiang Zhou se vio obligado a ampliar su puesto, algo que no había planeado al principio.

Aquellos que venían a esperar por sus brochetas, cansados de estar de pie, comenzaron a traer banquitos pequeños para sentarse. Con el tiempo, al reunirse, empezaron a charlar y a sentir sed. Y como quedarse sin hacer nada era aburrido, comenzaron a comprar semillas de girasol y bebidas.

Pronto, personas astutas empezaron a montar sus propios pequeños puestos vendiendo agua azucarada y frutos secos al lado de Jiang Zhou.

Jiang Zhou, por su parte, no se molestó por la presencia de estos vendedores ambulantes que se beneficiaban del tráfico de su puesto. En su mente, cuanto más animado fuera el pueblo, más próspera sería la economía.

Antes, solo había mercado en el pueblo cada siete días, y la mayoría de los vendedores locales ofrecían productos de primera necesidad como cestas de mimbre hechas a mano. Rara vez se veía comida en estos pequeños mercados.

Poco a poco, esa zona del pueblo empezó a cobrar vida.

Incluso cuando Jiang Zhou no montaba su puesto, la actividad no disminuía, ya que los habitantes del pueblo habían empezado a asociar esa esquina con comida deliciosa. La influencia de Jiang Zhou había transformado la manera en que cocinaban: ya no solo hervían la carne sin sabor, sino que ahora experimentaban con condimentos, aunque aún no era tan sabroso como el de Jiang Zhou.