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ㅤㅤ ︵ ︵ ︵ ☆ ︵ ︵ ︵ Riku siempre había sido el chico más ruidoso del grupo. El primero en hacer bromas, el último en tomarse algo en serio. Donde fuera, llevaba consigo una chispa que encendía cualquier conversación. Para el resto de los chicos, Riku era una fuente inagotable de buen humor. Si había tensión o silencio, él lo rompía con un comentario sarcástico. Siempre parecía listo para cualquier situación, como si nada en el mundo pudiera derribarlo. Pero, como todas las tormentas, Riku cargaba con la suya, solo que lo hacía en silencio, bajo la superficie.
Esa tarde de viernes, los seis amigos se habían reunido en la casa de Ryo para su habitual práctica musical. No era más que un pretexto para estar juntos. No soñaban con la fama, solo con encontrar un refugio en la compañía de los demás. Sion estaba al piano, golpeando teclas con facilidad mientras tarareaba una melodía, Yushi tamborileaba con los dedos sobre una mesa de madera, y Jaehee intentaba sin éxito dar con las palabras para la letra de una nueva canción. Ryo estaba tumbado en el sofá, mirando el techo, mientras Riku afinaba su guitarra en silencio, sin participar como de costumbre.
Ryo lanzó un suspiro, finalmente girando el rostro hacia Riku. Algo no andaba bien. Era imposible no notar lo diferente que estaba. Riku había estado apagado desde que llegó, y para Ryo, alguien que había compartido tantos momentos juntos con él, era un claro signo de que algo grave estaba ocurriendo.
—Oye, Riku —llamó Sion, levantando la vista de las teclas—, ¿qué pasa contigo? Has estado muy callado hoy.
—¿Yo? Nada, estoy bien —respondió Riku, forzando una sonrisa rápida, pero sin el brillo habitual en sus ojos.
—Sí, claro —bufó Yushi—. El Riku que conocemos no se queda callado ni para afinar su guitarra. ¿Quién eres y qué hiciste con nuestro amigo?-
—Estoy aquí, ¿vale? Solo... no sé, no tengo mucho que decir hoy —respondió Riku, encogiéndose de hombros mientras evitaba las miradas del grupo.
—Te has estado yendo temprano toda la semana —intervino Jaehee, que había estado observando a Riku con detenimiento—. ¿Todo está bien en casa?
El comentario hizo que Riku apretara los labios. La palabra "casa" era como una descarga eléctrica, y aunque intentó mantener su compostura, una sombra oscura cruzó su rostro.
Su teléfono vibró en su bolsillo en ese momento, y Riku, casi instintivamente, lo sacó. La pantalla iluminada mostró un mensaje de su padre:"Ven a casa ahora. No quiero tener que decírtelo otra vez."La presión en su pecho aumentó. Sabía lo que ese mensaje significaba. Las palabras eran frías, pero lo que vendría después sería peor. La familiar sensación de miedo se apoderó de él, un miedo que conocía desde la infancia.
