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Era una noche tranquila en Seúl, y el aire fresco de otoño se sentía en cada rincón. Las luces de la ciudad parpadeaban, creando un hermoso contraste con el cielo estrellado. En una pequeña cafetería, dos hombres se encontraban sentados en una esquina, rodeados de un ambiente acogedor y cálido.
Riku era un joven de veinticuatro años, con el cabello oscuro y rizado que caía sobre su frente. Siempre había sido un soñador, con una pasión por la fotografía que lo mantenía ocupado hasta altas horas de la noche. Esa noche, mientras tomaba su café, estaba revisando las fotos que había tomado durante el día. Su corazón latía con fuerza al recordar la sonrisa de Jaehee, su mejor amigo desde la infancia, quien se sentaba enfrente de él.
Jaehee, de veinticinco años, era todo lo contrario a Riku: serio, metódico y un poco distante. Su cabello lacio caía perfectamente, y siempre vestía de manera pulcra. A pesar de sus diferencias, había algo especial en su amistad que siempre los mantenía unidos. Sin embargo, esa noche había una tensión en el aire que Riku no podía ignorar.
"¿Qué piensas de esta?", preguntó Riku, mostrando una foto en su teléfono. Era una imagen del atardecer que había capturado en el parque, donde los árboles dorados parecían cobrar vida.
"Es hermosa", respondió Jaehee, con una sonrisa sincera que iluminó su rostro. "Tienes un gran talento, Riku."
Los ojos de Riku brillaron con gratitud. Pero en ese momento, algo en el ambiente cambió. La risa de una pareja cercana, el tintinear de las tazas y el aroma del café se desvanecieron, y todo lo que podía escuchar era el latido de su propio corazón.
"¿Te gustaría salir conmigo este fin de semana?", preguntó Jaehee de repente, rompiendo el silencio que los envolvía.
La pregunta tomó a Riku por sorpresa. "¿A dónde?" balbuceó, sintiendo un cosquilleo en su estómago.
"Hay un nuevo museo de arte que abrió. Pensé que podríamos ir juntos", dijo Jaehee, manteniendo su mirada fija en Riku. Sus ojos eran intensos, como si estuviera buscando algo más que una simple respuesta.
"Claro", dijo Riku, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. "Me encantaría".
Un silencio cómodo se instaló entre ellos mientras Jaehee jugueteaba con su taza de café. Riku observaba a su amigo, tratando de descifrar lo que estaba pasando por su mente.
"¿Hay algo que quieras decirme, Jaehee?" preguntó Riku, sintiendo que la tensión aumentaba.
Jaehee tragó saliva y, por un momento, pareció dudar. "La verdad es que... me siento diferente contigo últimamente", confesó. "No solo como amigos. Quiero saber si sientes lo mismo."
El corazón de Riku se detuvo por un momento. ¿Era posible que Jaehee también sintiera esa chispa? "Yo también lo he sentido", admitió, su voz temblando levemente.
La sonrisa de Jaehee se amplió, y el ambiente que los rodeaba se llenó de una nueva energía. "Entonces, ¿qué hacemos con esto?"
"Podemos averiguarlo juntos", sugirió Riku, sintiendo una oleada de valentía. Se inclinó hacia adelante, y sus manos se encontraron sobre la mesa, entrelazándose. "Quiero intentar".
Jaehee no se contuvo. Se inclinó hacia Riku, y sus labios se encontraron en un beso suave y tímido, como si fueran dos estrellas que finalmente se unían en el vasto universo. Fue un momento perfecto, lleno de promesas y posibilidades.
Cuando se separaron, ambos sonrieron, un poco sonrojados. "Bueno, eso fue inesperado", dijo Jaehee, intentando recuperar la compostura.
"Quizás no tanto
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