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El cielo estaba cubierto de nubes grises y pesadas, una tormenta anunciada que hacía eco del caos interno de Sion. Caminaba rápidamente por las calles mojadas de la ciudad, con la capucha de su abrigo cubriendo parte de su rostro, pero no lo suficiente como para ocultar el ceño fruncido y la tensión en su mandíbula. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido hace unas horas. Había dejado a Yushi solo en su departamento, después de una discusión que no tenía ni pies ni cabeza, pero que había terminado con ambos heridos, tanto física como emocionalmente.
Sion era un alfa de espíritu libre, de esos que siempre parecían tener todo bajo control. Sus amigos lo admiraban por su valentía y su independencia, pero nadie conocía la tormenta que se desataba en su interior cuando se trataba de Yushi. Desde el momento en que se conocieron, su relación había sido intensa, apasionada, y con una conexión que iba más allá de lo físico. Pero esa misma intensidad también traía consigo momentos de tensión. Sion era terco y controlador a veces, y aunque intentaba no serlo con Yushi, las cosas a menudo se le escapaban de las manos.
Cuando llegó a su apartamento, Sion empujó la puerta de entrada con fuerza, el sonido resonando en el vacío del lugar. Se dejó caer en el sofá, sintiendo el peso del cansancio físico y emocional. Cerró los ojos, intentando calmar su respiración, pero lo único que pasaba por su mente eran las palabras que habían intercambiado horas antes.
—No puedo seguir así, Sion —había dicho Yushi, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de frustración y dolor—. Siempre quieres controlarlo todo, incluso a mí. Y yo no soy alguien a quien puedas controlar.
Y Yushi tenía razón. Siempre lo había sido. Era un omega con una fuerza de voluntad inquebrantable. No era el tipo de persona que se doblegaba ante nadie, y mucho menos ante un alfa. Sion lo sabía, y tal vez eso era lo que más le gustaba de él. Yushi no era alguien a quien pudiera manejar o proteger como si fuera frágil. Era fuerte, independiente, y, por encima de todo, libre.
Pero esa libertad a veces lo asustaba. Porque, en lo profundo, temía perderlo.
El alfa suspiró, pasándose una mano por el cabello mientras se levantaba del sofá y caminaba hacia la ventana. Afuera, la tormenta empezaba a caer con fuerza. Las gotas golpeaban el cristal, creando un sonido rítmico que contrastaba con el caos que sentía por dentro. Estaba a punto de volver a su habitación cuando su teléfono vibró en el bolsillo de su chaqueta. Lo sacó, mirando la pantalla con la esperanza de que fuera Yushi, pero no lo era. Era Riku, su mejor amigo.