❧ ༒︎ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔.22 ༒︎ ❧

64 15 3
                                    

Los Wen miraron a Yibo, quien permanecía con la mirada gacha, incapaz de mirarlos a la cara.

- Lo siento. Por mi culpa, vuestra manada fue asesinada. No sabía que eso iba a suceder. Es más, ni tan siquiera sabía que había sido yo el causante.

Yubin se acercó a él y puso la mano sobre su hombro. Lo miró con comprensión.

- No debes culparte por algo que no hiciste. Tú también debiste de sufrir.

Yibo alzó la mirada y se encontró con los ojos castaño oscuro del omega. Era una mirada limpia y sincera.

- Yo... Yo... Nnnno tte preocupes por... Por ello.

- Así es, Yibo. Tú no hiciste nada malo. Eras un niño, igual de inocente que los demás. Sin embargo, debió de suceder algo muy impactante para que tu lobo se presentara a tan temprana edad. Él solo quería protegerte. No te atormentes.

- Gracias.

Yibo miró para ambos. Se sentía aliviado. Tenía miedo de que lo rechazaran por lo que hizo. Les contó a los demás lo que había sucedido ese día y lo que la Diosa le había mostrado.

- Si la Diosa nnno te culpó, nononossotros menos.

- ¿Qué estabais haciendo? - preguntó Zhan.

- Teníamos ganas de estirar las patas y echar una carrera - contestó Bowen.

- Mmmm... Yubin, si quieres puedes quedarte aquí. Yibo tampoco puede correr, aunque su motivo es bien distinto.

- Recalca más el hecho de que no soy capaz de transformarme.

- Jajaja. No lo estoy recalcando. Ya te dije que todo tiene su tiempo. ¿Qué opinas, Yubin? ¿Te quedarías haciéndole compañía?

Él miró a Yibo y asintió. No tenía confianza con ese omega, sin embargo, se sentía tranquilo a su lado. Zhan se acercó a él y le susurró al oído.

- Creo que le vendrá bien estar con alguien como él. Hay cosas que sólo podéis hablar entre vosotros. Cuento contigo.

Los tres alfas se transformaron y dejaron solos a los omegas. Yibo miró a Yubin curioso. Una pregunta rondaba por su cabeza.

- ¿Eres el omega de Ziyi?

- Sss... Ssí.

- Zhan me dijo que estás embarazo. Felicidades por vuestro bebé.

Yubin sonrió en grande y acarició su pequeño vientre.

- Así es. Gracias, Yibo - lo miró contento.

Su sonrisa era preciosa. Pura, ingenua y sincera. Yibo sonrió.

- Esta vez pudiste hablar sin tartamudear.

Yubin se ruborizó.

- Lo siento, Yubin. La verdad es que nunca tuve amigos ni nadie con quien poder hablar. No sé qué debería hacer en estos casos para que te encuentres cómodo en mi presencia.

Yibo se veía apenado. Lo que decía era verdad. Nadie le enseñó a socializar y acabó convirtiéndose en un lobo solitario. Nunca mejor dicho. Yubin lo miró con ternura. Se sentó a su lado.

- Yo... Bueno, a mí tampoco se me da bien.

- Jajaja. Parece que tenemos algo en común.

- Sí, tienes razón - sonrió.

- ¿Puedo hacerte una pregunta?

- Sí. Dime.

- ¿Tienes miedo? Me refiero a cuando vaya a nacer tu bebé.

Yubin lo miró. En ese momento entendió lo que quería decir Zhan. Suspiró.

- Creo que eso nos pasa a todos.

- ¿Por el dolor?

- No. No somos humanos, no nos duele parir. Dicen que es molesto e incómodo, como unos retortijones, pero no duele. El miedo es más bien a que le pase algo a mi cachorro - acarició su vientre y unas lágrimas rodaron por sus mejillas.

- Tu alfa es la mejor médico que he conocido. Con ella a tu lado, todo saldrá bien.

- Confío en Ziyi. Ella nos cuida mucho y controla siempre el estado del cachorro. A veces de más.

- Zhan me habló sobre las castas. Aún sigo sin creer que yo también pueda darle bebés. Es todo tan distinto a lo que creía. Mi vida, yo... Nada es lo que pensaba. Incluso los sucesos de este mundo.

- ¿Te sientes mejor?

- No sé. En cierto modo, estar aquí me ha quitado un gran peso de encima. Nunca encajé entre los hombres. Mucho menos entre cazadores. Cuando tenía tres años, aquel al que llamaba padre, me llevó al bosque y me puso un rifle en las manos. No sabía lo que era hasta que me guío y cuando disparé, maté una liebre. Nunca más quise tocar otro. Mi padre siempre me trataba mal. Me obligaba a ir con él y ayudarlo. En silencio, veía como iba acabando con la vida de distintos animales y la satisfacción que sentía al hacerlo. Como se regocijaba y alzaba al pobre animal muerto lleno de orgullo. Sin embargo, no era lo mismo para mí. No soportaba eso.

- ¿Querías a tu padre?

- Él no es mi padre. Jajaja. Nunca pensé que me sentiría tan bien al decir eso. Lo detestaba. Lo único que le importaban eran sus presas. Yo sólo recibía desprecios, insultos y malos tratos por su parte. No era el hijo que quería que fuera.

- Lo siento. Debió de ser muy duro. ¿Tú tienes miedo?

- ¿A qué?

- A los cambios que estás viviendo. A ser un omega.

- Un poco. Aunque es más bien miedo a lo desconocido. No sé si sabré ser un buen omega para la manada.

- Zhan estará contigo en todo momento. Es el mejor alfa. No en vano será nuestro próximo líder.

- ¿Qué Zhan qué?

Yubin tapó su boca con las manos. Había dicho de más.

- No sabía que no lo sabías. Lo siento... La noche en la que te encontró, estaba realizando con Ziyi y Bowen la última prueba para ser el sucesor. El consejo lo eligió como futuro Alfa del clan. Pensé que lo sabías. Aunque a mí me costó mucho sacárselo a Ziyi. Lloré muchas veces para que me lo contara. Sólo los candidatos y el consejo lo sabían. Bueno, tal vez Yi Jang. Tiene un oído muy fino y siempre se entera de todo lo que sucede en la aldea.

- Yi Jang... ¡Ah, sí! El primo de Zhan.

- ¿Te habló de él?

- Lo conocí hace un rato, antes de llegar aquí.

Parecía que los dos omegas iban cogiendo confianza. La conversación era cada vez más fluida. Yubin había dejado de tartamudear y Yibo se sentía feliz a su lado. Poco tiempo después aparecieron los tres alfas. Zhan se acercó a su omega.

- Mira, Yibo. Cacé una perdiz para la cena.

Yibo vio la alegría reflejada en el rostro de su pareja. Él le sonrió. Ahora estaba en un clan de lobos. Eran cazadores, pero distintos a los que había conocido. Respiró profundo antes de contestar.

- Me alegro. Sin duda sabrá deliciosa.

- Dentro de poco se hará de día. Vamos a casa a comer algo. Después tenemos algo importante que hacer.

Yibo suspiró. No quería que saliera el sol. Deseaba que la noche fuera más larga. Se levantó y todos regresaron a la aldea juntos. Dejó de sentirse solo. Tenía una familia, también había hecho amigos. Y lo más importante: la persona que caminaba a su lado feliz con su perdiz. El hombre por el cual empezaba a sentir algo muy profundo. Eso era suficiente para enfrentar el futuro.

Luna nueva Luna creciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora