❧ ༒︎ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔.19 ༒︎ ❧

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Era incapaz de preguntar, tenía miedo de que su suposición fuera errónea. La mujer acarició su mejilla y sonrió.

- Supongo que tienes muchas preguntas y que ahora mismo estarás hecho un lío.

Yibo asintió con la cabeza. Se hizo a un lado invitándolos a pasar. Se dirigieron a la sala. El hombre dejó una bolsa de tela sobre la mesa.

- ¿Tienes hambre?

Yibo asintió con la cabeza. A sus fosas nasales llegó un rico olor a carne asada. La boca se le hacía agua y su estómago rugió. Llevaba mucho tiempo sin probar bocado y el olor lo estaba tentando. La pareja rio feliz.

- Siéntate, Yibo - dijo la omega. Él obedeció y se sentó en una de las seis sillas que estaban dispuestas alrededor de la mesa -. Ten, pequeño. Espero que te guste.

Olía delicioso. La carne parecía jugosa. Estaba acompañada por una guarnición de verduras. Cebollas, patatas, guisantes, puerros y zanahorias. La pinta era exquisita. Cortó un trozo de carne y se la llevó a la boca. Se deshacía entre sus dientes. Le supo a gloria.

- No sabía tus gustos.

- ¡Está increíblemente deliciosa!

- Me alegro de que te guste. Come todo. Espera, deja que te traiga un poco de agua. Debes beber y comer para recuperarte. Llegaste en muy mal estado. Aunque se te hicieron varias transfusiones de sangre, perdiste mucha. Ahora debes descansar y recuperarte.

- Gracias - contestó entre bocado y bocado.

La mujer dejó un vaso de agua y se sentó a su lado. Miró para él. Se sentía un poco incómodo, aunque por otro lado, estaba agusto con esas personas. El trato era muy diferente al que estaba acostumbrado. De niño siempre había tenido problemas con su supuesto padre y éste lo trataba con desprecio. Luego fue acogido por un amigo de él. Al poco tiempo lo echó de su casa. Vagó por las calles durante meses. Se tuvo que buscar la vida siendo tan sólo un niño de 8 años. Posteriormente fue encontrado y recogido por un orfanato. Allí no fue muy distinto. Nadie le hacía caso. Todo el mundo escapaba de él, pues se corrió la voz de que su familia estaba maldita. Unas lágrimas cayeron de sus ojos.

- Pequeño, ¿estás bien? ¿Qué te ocurre?

- Estoy más que bien - alzó la mirada encontrándose con los ojos de la mujer -. Es que... Es la primera vez que pruebo algo tan delicioso y me tratan con tanto cariño.

La omega se acercó a él y lo sostuvo entre sus brazos.

- Tranquilo, pequeño. Desconozco por lo que has pasado, pero ahora ya estás con nosotros. En tu casa, con tu familia.

Yibo la miró con una pregunta reflejada en su mirada. Seguía siendo reacio a pronunciarla en alto.

- Dime, ¿qué es lo que quieres preguntar?

- Verás... Me preguntaba quiénes sois.

- ¡Oh! Lo siento. Me emocioné tanto al verte que me olvidé. Él es Jianmin, el Alfa del clan Luna Nueva. Yo soy Jing Tong, su Luna y también la hermana menor de Heng Jun, tu padre.

- Entonces, ¿eres mi tía?

- Así es, pequeño. Soy tu tía. No sabes la alegría que sentí cuando Zhan nos reveló tu identidad. Pensamos que te habíamos perdido para siempre. Casi 20 años creyendo que habías muerto. Lloré al saber que estabas vivo y que te habían traído de vuelta.

- Yo... La verdad es que no sé muy bien qué decir. Siempre pensé que estaba solo, que no tenía a nadie. Todo esto es muy impactante. Demasiadas cosas que asimilar.

- Lo sabemos, jovencito - el Alfa puso la mano sobre su hombro -. Tranquilo, poco a poco. Tienes mucho camino por delante aún. Eso sí, recuerda que no estás solo. Cuando tu hermano y tu tío sepan la noticia, se van a alegrar mucho.

- ¿Cuándo podré verlos?

- En menos de una semana. Durante la próxima luna creciente. Hoy hemos enviado mensajeros al resto de clanes para una reunión de urgencia. Así que ahora descansa, toma fuerzas y disfruta de tu nueva vida.

Tanto amor y cariño estaban derritiendo su corazón. Sin darse cuenta, rompió a llorar. Unos pasos apresurados se escucharon por las escaleras. Pronto apareció Zhan preocupado. Miró la escena y suspiró aliviado. Había despertado solo y al levantarse escuchó el llanto de su omega. Parecía que todo estaba bien. Jing Tong lo abrazaba y consolaba. Jianmin estaba de pie a su lado. Miró para el azabache y sonrió. Zhan se acercó a la mesa. Vio el plato que Yibo tenía a medio comer y le entró el hambre.

- ¿Y para mí no hay? Yo también muero de hambre.

- ¡Ay! Tú lo que eres es un glotón. Venga, Siéntate. También cociné para ti. Supuse que no habrías preparado nada y que estaríais hambrientos.

- Supusiste bien, Luna.

- Ahora estamos en casa. No hace falta tanta formalidad. Por hoy te lo permito.

- Está bien, madre - Zhan sonrió ampliamente. Eran contadas las veces en las que la Luna le daba ese privilegio.

- ¿Madre? - preguntó Yibo desconcertado.

- No son mis padres biológicos, pero sí los adoptivos. Ellos se hicieron cargo de mí y me criaron cuando mis padres fallecieron.

- Eres el hijo de mi mejor amigo, de mi Beta. Gracias a su sacrificio sigo vivo. Era lo menos que podía hacer por él.

Los dos terminaron de comer. Estaban satisfechos y sus estómagos llenos. Se sentaron en los sofás y tomaron un té calentito. Por primera vez en la vida, Yibo se sentía tranquilo. Había experimentado muchas cosas en esos dos últimos días. Sin embargo, nunca se había encontrado tan en paz como en ese momento.

Él les contó cómo había sido su vida. Los tres escuchaban atentamente sus infortunios. Tenían los corazones en un puño. Había tenido unas experiencias muy duras. Aún así, se había convertido en una gran persona. A pesar de las dificultades, mantenía su brillo y corazón puros.

- Por cierto, ¿hay alguna forma para cargar mi teléfono?

- Hay varios enchufes. ¿Lo necesitas?

- Sí - acompañó con un movimiento de cabeza -. Mañana debo volver a mi trabajo. Necesito llamar para renunciar a él. No quiero volver más a esa tienda.

Unas lágrimas de dolor, rabia e ira escaparon por sus ojos. Le aterraba la idea de seguir en ese lugar.

- Está bien, llama. No necesitas pisar ese lugar nunca más - respondió Zhan, quién estaba conteniendo su enojo -. No temas, ese no es tu sitio y ahora lo sabes.

Yibo levantó la mirada y secó sus lágrimas con el dorso de su mano. Asintió confiado.

- Sin embargo, debo volver. El dueño de la tienda es quien tiene las llaves de mi antigua casa. Desde que murió mi padre, nadie ha vuelto a ese lugar. Dicen que está maldito.

- Sólo será esa vez - Zhan tomó su mano entre las suyas - y yo estaré a tu lado.

- Así es, Yibo - habló la omega -. Zhan tiene razón. Ahora será mejor que descanséis. Nosotros nos retiramos. Nos vemos mañana.

Los dos quedaron solos. Subieron las escaleras. Al llegar al piso superior, Zhan se paró.

- Yibo, no hace falta que duermas conmigo si no quieres. Si necesitas espacio... Puedes elegir cualquier habitación.

- Zhan, ¿no quieres que duerma contigo?

- ¿Qué? ¿Estás loco? ¡Claro que quiero que duermas a mi lado! Nada me haría más feliz.

- Entonces - Yibo se acercó a él y lo abrazó por la cintura hundiendo el rostro en su cuello -, no me dejes solo.

Zhan lo tomó en brazos y entró con él en la habitación. Lo dejó en la cama. Le dio un suave beso y se acostó a su lado.

- Buenas noches, pequeña luna creciente.

- Buenas noches, mi alfa.

Zhan sonrió al escuchar esas palabras. Lo abrazó y ambos, fundidos en un íntimo y necesitado abrazo, se dejaron envolver por el mundo de los sueños.

Luna nueva Luna creciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora