❧ ༒︎ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔.18 ༒︎ ❧

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Zhan juraría que veía cómo Yibo movía su cola de felicidad. Parecía un pequeño cachorrito. Le quitó de encima de los ojos un par de mechones y los echó para atrás. Su cabello era castaño con destellos dorados. Suave y con una ligera ondulación. Lo llevaba corto. Su sonrisa era sincera e ingenua.

- Tienes razón. No me dijiste lo que sucedió cuando nos separamos.

Yibo empezó a contarle todo lo que había visto. Desde lo que sucedió el día en el que mató al que creía que era su padre hasta el encuentro con su madre y también que había conocido a sus padres. Describió las escenas emocionado y con todo lujo de detalles.

Zhan lo escuchaba atentamente. Descubrió que su acto fue el que llevó a los cazadores hace 12 años a masacrar la manada del Sol, sin embargo, esa información se la guardaría por ahora. Ya había tenido suficiente. No necesitaba cargar con más cosas en su conciencia. Ya lo descubriría más adelante, cuando estuviera listo.

- Ya veo. Así que la Diosa te ha concedido el privilegio de reunirte con ellos y ver parte de tu pasado.

- Sí, así es. Mi madre también me dijo que debo reclamarte, pero no sé cómo.

- Tranquilo, aprenderás a transformarte y lo harás. Por normal general, el lazo se crea cuando ambos están preparados para entregarse el uno al otro. Este caso fue especial. Tenía que darte mi marca para poder despertar a tu lobo y salvarte. Moriste, Yibo.

- ¿Qué?

- Así es. Estabas muerto. Tu corazón dejó de latir y tu cerebro dejó de funcionar. La única salvación posible era arriesgarme y marcarte. Como tu lobo estaba dormido, no sabíamos si eras una alfa o un omega. Y en caso de ser omega, no sabía si serías mi destinado. Aún así, confíe en los designios de la Luna. Ella me había enviado a ti por un motivo y no era para verte morir. Acerté. Sin embargo, he roto uno de los principios de la manada. Te marqué sin tu consentimiento.

- Me salvaste, Zhan - Yibo tomó su mano -. Ahora estoy aquí gracias a ti. Da igual, con o sin marca, mi vida te pertenece.

- Yibo...

Zhan no pudo contenerse. Lo agarró por la nuca, lo acercó a él y lo besó. Esta vez, Yibo se dejó llevar y movió sus labios respondiendo al beso. Le haría caso. Olvidaría todo lo que creía que era normal y dejaría de reprimir sus impulsos por sus creencias limitantes. Sobre todo porque ese beso se sentía bien. Le gustaba. No tenía experiencia y tampoco sabía si lo estaba haciendo bien. Zhan parecía disfrutar tanto como él. Acercó su cuerpo y se sentó encima del alfa.

Éste acarició la espalda del omega. No era una espalda ancha, aunque tenía una musculatura fuerte y bien definida. Bajó las manos por los costados acariciando todas sus curvas. Su pecho era firme, su cintura estaba poco marcada y sus caderas eran anchas. Soltó sus feromonas. Notó como empezaba a excitarse. Lo tumbó a su lado, rompió el beso y lo miró con ternura. Aún no era el momento de dar el siguiente paso. Tenía que calmarse. No quería asustarlo. Acarició su rostro. Cerró los ojos y aspiró su aroma. Le vino un ligero toque a camomila. Olía bien.

- Hueles a camomila. Me gusta tu olor.

- ¿Qué quieres decir? ¿Zhan?

No obtuvo respuesta. Se había quedado dormido. Debía estar muy cansado. Lo observó en silencio. Parecía dormir en paz. Acarició el mechón de pelo que caía sobre su cara y lo apartó. Estaba embelesado por ese alfa. Le era imposible ya negar sus sentimientos. Le gustaba y mucho. Se acomodó un poco entre sus brazos. No tenía sueño, todo lo contrario. Se sentía lleno de energía y vitalidad. Más vivo que nunca, a pesar de haber muerto hacía tan sólo unas horas.

Esperó hasta que el alfa estuvo completamente dormido y dejó el abrigo de la cama. La habitación en la que estaban era sencilla, bonita y acogedora. Enfrente estaba la puerta. En la pared de su derecha, haciendo esquina con la de enfrente, estaban colocados dos sofás blancos con una mesa de centro en el medio. A continuación estaba la cabecera de la cama. En la pared de la izquierda, un par de estanterías con objetos y libros a cada lado de una gran ventana. Debajo de esta y entre ambas estarías, había una mesa. Sobre ella, Yibo pudo ver sus cosas. Se levantó y se dirigió hacia ahí. Miró para la cama. Zhan dormía plácidamente. Sonrió. Detrás de la cama, en la pared del fondo, había dos armarios de tres puertas, una ventana en medio y una cajonera debajo de esta.

Ese sería su nuevo hogar. Miró para la mesa. Habían recuperado todo. No faltaba nada. Sólo la brújula. Aunque esa la había perdido en medio del bosque. No era algo importante. Vio su teléfono. Tenía que buscar la manera de cargarlo. Al día siguiente tendría que regresar a su trabajo y no quería volver a ese lugar. Llamaría para renunciar.

Salió de la habitación para explorar el resto de la casa. El pasillo era estrecho. En frente había otra puerta. Al fondo a la derecha, el pasillo terminaba con una ventana. Miró para el otro lado. Era igual, aunque acababa en una pequeña puerta. La abrió. Era un aseo. Entre las dos habitaciones que tenía enfrente, vio unas escaleras que llevaban a la planta baja. Supuso que ahí estaría la cocina. Tenía hambre, así que bajó. Estaba revisando las alacenas cuando escuchó unos golpes en la puerta. No sabía qué hacer. No era su casa, tampoco conocía a nadie en la aldea. Sin embargo, Zhan dormía y no quería despertarlo.

Volvieron a llamar. Yibo se decidió. ¿Qué sería lo peor que podría pasar? Se encaminó hacia la puerta. Agarró el pomo con firmeza y la abrió. Al otro lado vio a un hombre y una mujer de mediana edad. Imponían respeto con solo su presencia. Después de observarse en silencio durante unos segundos, la mujer lo abrazó muy fuerte. Se separó, tomó su cara con ambas manos y posó su frente sobre la de él.

- Eres hermoso, Yibo. Tienes el porte de tu padre y la belleza de tu madre. Mi niño, estoy tan feliz de tener en casa nuevamente. Gracias por seguir vivo.

Yibo no entendía. Miró para el hombre que la acompañaba. Sonreía y se notaba que estaba conteniendo las lágrimas. Se relajó. Estaba claro que ellos sabían todo lo que había sucedido y también quién era. Bajó la guardia. Se apartó de la mujer y la miró. Ladeó la cabeza y llevó su dedo índice al labio inferior.

- Jajaja. Estás confuso, ¿verdad? Mi hermano también tenía la misma costumbre.

Yibo abrió los ojos como platos. Su madre le dijo que lo había heredado de su padre. Entonces, ¿estaba equivocado al suponer que esa mujer era su tía?

Luna nueva Luna creciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora