❧ ༒︎ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔.10 ༒︎ ❧

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- ¡Mierda!

- Hiciste todo lo que pudiste. Déjalo ya, está muerto.

- No puedo Yubin. Algo dentro de mí me dice que tengo que salvarlo.

- Ziyi... Está bien. Intentémoslo un poco más.

- No encuentro la rotura, no la veo.

- Calma, tú puedes. Concéntrate. Si no lo ves, búscala con la mano.

- Creo que está aquí. Cauterizador - alzó la mirada y vio a Yubin ocupado con el masaje -. Déjalo, ya lo cojo yo. Bien, capilares sellados. Sutura.

La alfa agarró la aguja y a tientas, clavó la punta en la pared de la arteria rezándole a la diosa Luna para acertar.

- ¡Mierda! ¡Esto no, joder!

- ¿Qué sucede?

- La pared es muy fina. Se desgarra. Necesito una arteria artificial.

- Voy a por ella.

Unos segundos después, Yubin estaba entregándole el fino tubo.

- Vuelve al masaje. No recupera el latido.

- Ziyi...

- ¿Qué sucede ahora?

- Déjalo. Pupilas no reactivas.

- ¡No!

La doctora levantó su mirada. Se quedó paralizada, en blanco.

- Ziyi, está muerto. Es mejor cerrar y dejar que regrese con la Diosa.

- No puede ser, Yubin.

La doctora abrió los ojos del joven y apuntó con una linterna. Por más veces que mirara, Yubin tenía razón. No reaccionaba. Gritó llena de frustración.

Tras el grito, una sombra negra se abalanzó sobre el cuerpo del joven. Sin importarle las consecuencias de su acto y centrado sólo en recuperarlo, Zhan clavó los colmillos en su cuello. Debía tomar el riesgo. Le rezó a la Luna pidiéndole que no fuera demasiado tarde.

No había sido capaz de reaccionar antes. Se había paralizado ante la idea de perderlo. Por fortuna, su lobo tomó el control y corrió para marcarlo. Si había una mínima posibilidad de que funcionara, debía arriesgarse.

- ¡No, Zhan! ¿Qué haces? - gritó Yubin.

Iba a detenerlo y sacarlo de ahí, pero Ziyi lo agarró. Miró para el alfa. Confiaba en el instinto del lobo de su amigo.

- Rápido, ayúdame. Prepara varias unidades de sangre y aspira aquí. Puede que no todo esté perdido.

Yubin asintió. No estaba muy seguro de cuál iba a ser el resultado de esa arriesgada decisión, pero confiaba en los dos alfas. Si Ziyi lo decía, él la creería. Preparó la sangre y cogió el aspirador. Ziyi localizó la parte dañada de la artería y procedió a su reparación. Buscó los puntos más resistentes de la pared arterial para sustituir las zonas dañadas por una sintética.

- Venga, pequeño, regresa. Tú puedes - pedía Ziyi -. Yubin, ya estoy terminando. Ponle una unidad y sigue con el masaje.

Le hizo caso. Conectó la bolsa en la palometa y miró para la mesa. El enorme alfa estaba encima. Tendría que moverlo para alcanzar el corazón. Suspiró. Eso era una locura a la desesperada. ¿¡Qué se le iba a hacer!? Sabía que cuando la alfa se proponía algo, haría todo lo posible por conseguirlo, y su mejor amigo era igual. Era más fácil cortarles la cabeza que quitarles una idea de ella. Se acercó al cuerpo del joven, movió al lobo y coló su mano entre ambos cuerpos. Ya tenía el corazón. Comenzó con el masaje.

Ziyi seguía buscando más puntos de sangrado. Había muchos. Varios vasos y capilares menores. Los más importantes ya habían sido reparados. La alfa intercambiaba las herramientas quirúrgicas con precisión y rapidez.

- Venga, venga, venga... Tú puedes, cariño.

- ¿Cariño?

- ¡Ay, Yubin! No es momento para celarte. Es momento de darle todo nuestro apoyo.

- Está bien.

Los minutos parecían ser eternos. La gran mayoría de vasos habían sido reparados. Procedió a eliminar los tejidos y órganos dañados. Si sobrevivía, pronto se iban a regenerar. Yubin miraba atento a cada uno de los movimientos de ella. Amaba verla operando. Era precisa y metódica, pero lo que más le fascinaba era la seguridad en cada uno de sus actos y su rapidez. Algo hermoso de ver a sus ojos. Nunca se cansaría de ello. Notó algo en su mano. Abrió la boca hasta casi desencajársele la mandíbula. Los ojos como platos. No podía creer lo que sentía.

- Imposible... - susurró.

- ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?

- Su corazón...

- ¿Qué pasa con su corazón?

- No puede ser verdad...

- ¡Por la Diosa, Yubin! ¡Habla claro de una vez!

- Ziyi... - unas lágrimas escapaban de sus ojos - ¡Hay latido!

Yibin soltó el corazón del joven y pudieron escuchar claramente sus latidos. Ambos se miraron atónitos. Aunque habían puesto todas sus esperanzas en ello, el chico estaba muerto. Lo habían logrado. Lo habían rescatado de las garras de la muerte. Rápidamente Ziyi pasó a examinar las pupilas. Al contacto con la luz, estas se contrajeron. Lento, demasiado lento, pero reaccionaban.

- Está... Está vivo... - dijo casi susurrando sin creérselo - Yubin... ¡Está vivo!

Ambos se abrazaron y lloraron como niños. Habían presenciado un milagro.

- Gracias, Diosa, gracias.

El llanto se hizo más fuerte. Un portazo hizo que giraran sus cabezas. El Alfa los miraba con preocupación. Temía por la vida de su hijo adoptivo. Al igual que los Wen, confiaba en el instinto de Zhan, sin embargo, no las tenía todas consigo. También rezaba para que esa noche tuviera un buen desenlace.

- ¿Qué sucede? - preguntó aterrado por la respuesta.

- Alfa... Un milagro, Alfa. Eso es lo que sucede - respondió Yubin.

Con paso tembloroso se acercó a ellos. Miró para Zhan, quien seguía con sus colmillos clavados en el cuello del joven, y después para la pareja.

- ¿Qué pasó exactamente?

- Alfa - fue Ziyi quien tomó la palabra -, empezamos a operar. El daño era más grave de lo que parecía. Varios de sus órganos estaban afectados. El sangrado interno era mucho. Ni el extracto de saliva de lobo pudo detener tan enorme hemorragia. A mayores, sus vasos y arterias se deshacían cuando intentaba coser. Lo perdimos. Intentamos todo, pero no fuimos capaces de salvarlo. Murió en la mesa. Cuando iba a rendirme, Zhan lo marcó. Desde que entró no ha salido de ahí. Confíe una vez más, me aferré a ese último rayo de esperanza. Oramos a la Diosa pidiendo su ayuda. Volvimos al trabajo. Conseguí reparar los vasos dañados mientras Yubin procedía con el masaje directo. Entonces, sucedió. Su corazón empezó a latir por sí sólo. Regresó de la muerte, Alfa.

- ¿Cómo es posible? ¿Qué planes tiene la Diosa para este cachorro que hasta de las garras de la muerte lo rescata?

Las lágrimas escapaban por sus ojos. Era emocionante ser testigo de un milagro de tal magnitud. Todos lloraban de alivio, emoción, alegría, tensión retenida... Muchos sentimientos juntos.

- ¿Has oído, mi Luna? ¡Ha sucedido un milagro!

La Luna, después de escuchar a su marido, entró en la sala y asintió. Estaban felices. De repente, se escuchó un ruido sordo. Todos se giraron para ver lo que sucedía.

- ¡Zhan!

Gritaron al unísono al ver el cuerpo del alfa desplomado en el suelo.

Luna nueva Luna creciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora