❧ ༒︎ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔.1 ༒︎ ❧

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Subía por el monte angustiado. La noche se le había echado encima sin darse cuenta. Su teléfono se había quedado sin batería y tras tropezar con una raíz, había perdido su brújula. Desesperado buscaba un lugar donde pasar la noche.

Estaba perdido y desorientado. Las copas de los árboles eran muy tupidas, así que tampoco se podía guiar por las estrellas. Sólo le quedaba pasar la noche en medio de ese frondoso bosque y esperar al amanecer.

Sintió caer algo sobre su rostro. Llevó su mano a la mejilla y masculló entre dientes.

- ¡Lo que me faltaba! Menos mal que esta semana no iba a llover.

Retomó la marcha. Ahora le era más urgente encontrar un lugar donde resguardarse. Por fortuna, las copas de los árboles hacían a su vez de paraguas.

- ¿Dónde voy a encontrar un sitio para pasar la noche? Ni siquiera veo lo que está a mis pies. ¡Maldición! - escuchó un fuerte aullido - ¿Lobos? ¡Ahhh! ¿Algo más?

Un escalofrío recorrió su cuerpo y su vello se erizó. Sus instintos le estaban advirtiendo del peligro. El sonido se volvió a repetir y algo dentro de él se alteró. Parecía un eco lejano. Rezaba para que siguiera siendo así. También tendría que buscar un refugio adecuado para no ser presa de los lobos. Aunque en ese lugar no se había visto uno en más de una década. Hace años, cuando él era tan solo un bebé, fueron abatidos y exiliados de ese bosque. Él lo sabía bien, pues su padre, si es que podía llamarlo así, fue partícipe en la gran cacería. Creció escuchando las historias de ese hombre. El mismo hombre que lo llevó desde muy temprana edad al bosque y que le puso un rifle en las manos en contra de su voluntad.

Aunque debía agradecerle mucho. Fue él quien le había enseñado todo lo necesario para sobrevivir en entornos salvajes. También fue por el contacto continuo con la naturaleza que al final acabó convirtiéndose en montañista y encontró su pasión. Había estudiado para ser guardabosques, aunque acabó trabajando en una tienda de cacería. Muy lejos de lo que soñaba y muy en contra de sus principios. Sin embargo, esos principios no le daban de comer y el atender la tienda sí.

Pronto divisó un gran árbol fácil de escalar. Sacó de su mochila el traje de aguas. Teniendo en cuenta la presencia de lobos, era más seguro pasar la noche en la rama de un árbol.

- ¿Serán los supervivientes de aquella época? Me alegro de que no los hayan matado a todos. Aún así, no tengo pensado ser cena de lobo.

Se agarró fuerte al tronco y empezó a escalar. La primera rama, la más fuerte de todas, estaba a una gran altura. Tenía experiencia trepando árboles, por lo que no se dejó intimidar y siguió avanzando en su escalada. Estaba a punto de alcanzarla cuando un ulular lo distrajo. Miró para arriba y su mirada se cruzó con la de un búho. Éste lo miraba fijamente y con cara de pocos amigos. Al final había elegido un mal árbol. Parecía que esa era la casa del ave y estaban en época de cría. El búho desplegó sus alas y voló directo hacia él. Aunque intentó agarrarse fuerte, un picotazo del animal hizo que perdiera su punto de apoyo y cayó abruptamente al suelo.

Al instante sintió un dolor intenso en su cuerpo. En especial su brazo y pierna derecha. Había caído sobre ese lado y temía que se hubiera fracturado varios huesos. Intentó incorporarse un poco. Sentía un líquido corriendo por su pierna. La miró. Tenía una fractura abierta. Se estaba desangrando. Rio fuerte en su desesperación. No podía creer que eso le estuviera pasando a él. No tenía salvación. Su teléfono había muerto, no podía pedir socorro, y varios de sus huesos estaban rotos. Era de noche, no aguantaría hasta el día siguiente. Ni aún pidiendo un milagro saldría vivo de esa.

Cogió su mochila haciendo acopio de sus últimas fuerzas. Sacó como pudo su maletín de primeros auxilios. Lo abrió y tomó varias jeringas. Las clavó en su vientre e inyectó el líquido.

- Ya de morir, al menos hacerlo con el mínimo dolor posible, pero...

Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas sin descanso. Su instinto de supervivencia luchaba contra su razón. No quería morir, aún era muy joven y tenía muchos sueños por cumplir y lugares que conocer. La angustia se estaba apoderando de su ser.

- Esto no puede ser verdad. No me quiero morir. ¡Aaaaaahhh! No quiero morir... - gritó con sus últimas fuerzas.

Poco a poco su respiración se volvió más lenta. Estaba mareado y cansado. Parecía que el dolor empezaba a ceder. Apenas notaba su cuerpo. Rio para sus adentros al recordar los sucesos del día anterior.

Caminaba de regreso a su casa después del trabajo. En la esquina de una calle secundaria, se encontró con una mujer de unos cincuenta y muchos años. Su mirada hundida penetraba en lo más profundo de su ser. Se quedó inmóvil. Ella se acercó y le tendió unas cartas. Él tomó una. La muerte.

- El fin de lo conocido es el inicio de una nueva aventura. Una desgracia puede convertirse en salvación. Sólo a través de la muerte, puede suceder la resurrección.

Colocó la carta de nuevo en el mazo y sin decir más, ella se dio la vuelta y desapareció.

- Jajaja. La muerte... ¿Así es como se siente? Al menos podré conocer a mi mamá, a mi hermano mayor y encontrarme con mi padre.

Su padre le había contado que su madre y su hermano habían muerto en un accidente cuando él era tan sólo un recién nacido. Cuando tenía 7 años, salieron de caza. Su padre estaba listo para disparar a una cierva. Vio a lo lejos un pequeño cervatillo y se interpuso en su tiro. Discutió acaloradamente con él, éste lo empujó, haciéndole perder el conocimiento, y al despertar encontró el cuerpo ensangrentado de su progenitor. Parecía el ataque de un lobo. Tras esa desgracia, los cazadores salieron al bosque y dieron caza a la última manada que quedaba.

Con el pensamiento de encontrarse con su familia, fue cerrando los ojos con la certeza de que esa iba a ser la última que lo haría. A los pocos segundos, perdió el conocimiento y se sumió en un profundo sueño del cual no se iba a despertar.

Luna nueva Luna creciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora