❧ ༒︎ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔.25 ༒︎ ❧

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Despacio, se acercaron a la puerta. Yibo fue quien la abrió y el primero en salir. Miró a su alrededor, sin embargo, no vio a nadie. Salió al exterior seguido de Zhan. Éste último captó un desagradable olor a humano rancio a sus espaldas.

- Yibo - lo detuvo y señaló a sus espaldas.

- Sé que estás ahí, He Peng. Puedes dejar de esconderte.

- Vaya, vaya... Veo que no eres tan estúpido como creía.

Yibo lo miró. Destilaba rabia por todos sus poros. Si había alguien en este mundo a quien odiara más, ese sería He Peng, el hijo de su exjefe.

- Déjate de tonterías. ¿Qué haces aquí?

El chico, que era sólo un año mayor que Yibo, se acercó a él con paso rápido. Cuando lo tuvo a su alcance, le asestó un puñetazo. Yibo miró horrorizado como la urna en la que estaba su padre, salía disparada por los aires. Una sombra pasó por su lado y suspiró de alivio cuando vio que Zhan la atrapaba antes de caer al suelo. Se volvió furioso hacia Peng.

- ¿Qué haces, maldito niñato malcriado?

- ¿Me lo preguntas a mí? ¡Ja! Qué haces tú, más bien... ¡Por tu culpa ahora tengo que ir a la tienda hasta que mi padre encuentre a alguien!

- ¡Ay, qué pena! El niñito de papá tiene que trabajar. ¿Acaso crees que me importa? Si es así, te equivocas.

- Tú, maldito inútil - He Peng lo agarró por la camisa.

- Será mejor que me sueles.

- Si no lo hago... ¿Qué vas a hacer? - sonrió maliciosamente - Tengo algo que seguro que no vas a querer que vean los demás.

- Sorpréndeme.

El chico sacó el teléfono de su bolsillo y le enseñó una imágen. Era lo que menos esperaba ver. Sonrió. Le gustaba esa foto.

- ¿Puedes enviármela? Me gusta cómo salimos.

- ¿Así que no te avergüenzas de ello?

- ¿Por qué iba a hacerlo? Mira, He Peng, estás muy equivocado si crees que me vas a intimidar con esa foto - dijo levantando su barbilla y girando levemente su cabeza a la derecha.

Cuando volvió a clavar su mirada sobre él, se dio cuenta de su error. Rápidamente se libró de su agarre y acomodó su ropa. Hizo como si no hubiera pasado nada, se dirigió hacia Zhan y lo besó.

- Puedes sacarnos más fotos. Incluso si quieres, puedes hacer un vídeo. Sólo recuerda enviármelo.

- ¡Eres... Un maldito descarado! Un bastardo. Hasta tus propios padres te abandonaron.

Yibo se sorprendió ante esa afirmación. ¿Qué sabía él sobre sus padres?

- ¡Oh, lo siento! Se me escapó - se tapó la boca con burla -. Jajajajaja. Sólo el estúpido ese, que se obsesionó contigo, te recogió y para eso, nunca te quiso. Siempre fuiste un estorbo, una piedra en su zapato. Normal que fueras abandonado. O saber Dios, igual tu madre era una cualquiera y por eso te dejó. Tal vez no supiera ni quién la dejó preñada.

Yibo no soportaba más. Podía meterse con él cuánto quisiera, pero con su madre no. Se abalanzó sobre él y le asestó un par de puñetazos. Lo empujó contra la pared de la casa y lo agarró por el cuello.

- Vuelve a decir algo más sobre mis padres y te juro que no saldrás vivo de esta finca.

Sintió una mano sobre su brazo.

- Calma, no vale la pena que ensucies tus manos con esta escoria.

- Eso, hazle caso a tu machacante, engendro.

- Cálmate, no lo escuches.

Yibo aflojó el agarre y He Peng se libró de él. Se apartó lo suficiente para no volver a ser atrapado. Estaba frustrado. Quería hacerlo sufrir. Aunque hablar mal de su madre había funcionado.

- Seguro que también eres una zorra, como la guarra de tu madre.

Yibo se dio la vuelta, ignorando su provocación. Esta vez no se dejaría enredar.

- Seguro que también dejas que meta su poya por tu culo.

Paró en seco y sonrió. Se volvió a ver al patético chico con una sonrisa lasciva.

- Y no veas cuánto me hace disfrutar. También me encanta chupársela. Dime, He Peng, ¿tú sabes lo que es eso? ¿Sabes que es que te la chupen? Porque yo sí y te aseguro que es una delicia. Mi esposo sabe complacerme muy bien. ¿Hay alguien que desee complacerte? Jajajaja. Sólo tu mamá. Mejor será que le pidas a ella que te muestre lo que siente.

Sin más, dejó a ese odioso muchacho porfiando maldiciones en aquel lugar. Tomó a su alfa de la mano y salió con la cabeza en alto.

Zhan estaba asombrado con la actitud de su omega. Nunca pensó que pudiera tener tanto arrojo y que fuera capaz de enfrentar de esa forma a un idiota como aquel He Peng.

- Yibo... Tú y yo nunca hemos hecho esas cosas.

- Pero él no lo sabe.

- ¿Por qué mentiste?

Se paró y lo miró de frente.

- Zhan, los humanos no son como los licántropos. Ellos son crueles, viles, mentirosos. Si me mostraba débil, sólo le estaría dando la razón y satisfacción. No me puedo dejar doblegar.

- Pero mentir no está bien, por mucho que ellos lo hagan.

- ¿Y qué querías que hiciera, Zhan? Dime. ¿Dejar que se siguiera burlando de nosotros? ¿Qué siguiera insultando a mi madre? - gritó.

- Lo siento, Yibo.

- Zhan, entiendo que en tu mundo todo sea alegría, amor, armonía, sinceridad... Pero no es así con ellos. No tienes ni idea de la clase de personas que son. No sólo son crueles con los animales o la naturaleza. También lo son entre ellos. Aquí no hay amistades ni lazos sinceros. Cuando te das la vuelta acabas con la espalda llena de puñales.

- Lo lamento. Tienes razón. En realidad, no tengo ni idea de cómo son las relaciones humanas. Lo siento, de verdad. No quería hacerte enfadar.

Yibo suspiró y se dio la vuelta.

- Zhan, llegarás más rápido a la aldea si te transformas. Lleva a mi padre cuanto antes. Yo... Quiero estar solo un poco.

Lo miró triste. Adoptó su forma de lobo, cogió la bolsa y se perdió entre los árboles dolido. Yibo se quedó solo frente a los límites del bosque. Caminó sin rumbo un par de minutos y cuando se sintió seguro, gritó hasta quedarse sin aire en los pulmones. Se dejó caer de rodillas y golpeó el suelo con el dorso de sus puños mientras las lágrimas caían.

He Peng siempre lo había humillado. Aunque fingía que no le importaba, era mentira. Le dolía tener que haber vivido una vida solitaria. Le dolía estar solo y no tener a nadie que lo apoyara y defendiera. Le dolía cada mala mirada que recibía de la gente. Le dolía cuando se alejaban de él como si portara la peste. Le dolía cada insulto y cada vejación recibida. Todo su pasado dolía.

Pero sobre todo, le dolía haberle gritado a la primera persona que se preocupó por él. El primero que lo cuidó. El primero que le dijo cosas hermosas. El primero que lo hizo sentirse querido y amado y todo por culpa de ese miserable.

Y ahí, en medio de ese bosque, cayó en la cuenta de que lo que más le dolía, era haber volcado su ira sobre la persona a la que amaba y haberlo echado de su lado.

- ¡Zhan, perdóname! - gritó.

Luna nueva Luna creciente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora