Un hombre de 25 años se sentó en su oficina gris y monótona en el corazón de la ciudad. El lugar estaba lleno de cubículos idénticos, con luces fluorescentes que parpadeaban ocasionalmente, lo que se sumaba a la atmósfera opresiva. Los días se repetían, uno tras otro, en una rutina interminable de papeleo y reuniones interminables. Todas las mañanas, se sentaba en su escritorio, rodeado de montones de documentos que nunca parecían disminuir.
Hoy, sin embargo, hubo una pequeña victoria que levantó el ánimo: no tenía que trabajar horas extras. Por primera vez en semanas, podría irse a una hora decente. Mientras miraba el reloj, esperando el momento de ir, sintió un ligero destello de felicidad. Era una pequeña chispa en medio de una vida que se había convertido en una monotonía desesperada.
Cuando el reloj marcó el final de la jornada laboral, se levantó de su silla con una mezcla de alivio y agotamiento. Rápidamente reunió sus cosas y se despidió de sus colegas. Nadie prestó mucha atención; todos estaban atrapados en sus propias luchas diarias.
El paseo a casa, a un pequeño apartamento deteriorado en un barrio marginal, era una mezcla de pensamientos oscuros y reflexiones sobre su vida. Caminó lentamente, sintiendo el peso de los años que parecían haber pasado en un instante, sin embargo, cada día era una carga insoportable.
Cuando finalmente llegó a su edificio, subió las escaleras desgastadas a su apartamento del tercer piso. El lugar era pequeño y descuidado, con paredes que necesitaban una nueva capa de pintura y muebles que habían visto días mejores. Se dirigió al balcón, buscando un soplo de aire fresco. Encendió un cigarrillo y dejó que el humo llenara sus pulmones, mirando la ciudad que se extendía más allá de su vista.
Allí, en la soledad de su balcón, se dio cuenta de lo vacía que se había vuelto su vida. Cada pequeño logro parecía insignificante contra la vasta mediocridad que lo rodeaba. Había soñado mucho más cuando era joven, pero ahora, a los 25 años, se encontraba atrapado en una existencia sin sentido.
Reflexionando sobre cada decisión que lo había llevado a este punto, sintió una profunda tristeza. No había logrado escapar del ciclo de pobreza y desesperanza. El cansancio de los años se sentía más pesado que nunca, y el cigarrillo en su mano temblaba ligeramente.
Fue entonces cuando notó un olor extraño, acre y quemado. Al principio, pensó que era el cigarrillo, pero pronto se dio cuenta de que era algo mucho más serio. El humo comenzó a filtrarse debajo de su puerta, y cuando la abrió para investigar, vio llamas que consumían el pasillo.
El pánico se apoderó de él. Trató de encontrar una salida, pero el fuego se extendió rápidamente. La desesperación se convirtió en terror cuando se dio cuenta de que no había escape. En esos momentos finales, mientras las llamas devoraban todo lo que le rodeaba, comprendió la dura realidad de su existencia: había vivido y moriría sin haber alcanzado nunca sus sueños.
-_-_-_-_-_-_-_-_-
En ese momento, Kaede se despertó con un comienzo, sudando y con el corazón acelerado. La pesadilla lo había transportado a una vida pasada que prefería olvidar, una vida donde todo había sido diferente y, sin embargo, igualmente desesperado.
"Qué te pasa ahora?" La voz de Sukuna tenía un indicio de preocupación.
"Nada, nada pasó, solo... la misma estúpida pesadilla", respondió Kaede, ahora tranquilo, corriendo una mano a través de su cabello despeinado.
"Eh, es ridículo que mis pesadillas sean algo tan estúpido cuando mi vida actual es mucho peor, y sin embargo me atormentan", murmuró para sí mismo, tratando de sacudirse los restos de su angustia.
Sukuna lo observó con una mezcla de curiosidad y desdén. "Lo que podría ser tan terrible en una pesadilla que te molesta así, Kaede?"
Kaede se sentó, respirando profundamente, tratando de aclarar su mente. "No es la pesadilla en sí; es lo que representa. Es un recordatorio constante de una vida que ya no existe, de decisiones que me llevaron a un callejón sin salida. Es ridículo que, con todo lo que enfrento ahora, todavía me afecte."
"Bueno, bueno, el gran Kaede atormentado por los fantasmas de su pasado", se burló Sukunapero había un destello de comprensión en sus ojos. "Todos tenemos nuestros demonios, supongo."
Kaede lo miró, con los ojos cansados pero decididos. "Supongo que sí. Pero no voy a dejar que una vida pasada defina lo que soy ahora. Tengo un propósito aquí, incluso si es solo para sobrevivir en este cuerpo compartido."
"Un propósito, dices," la siniestra sonrisa de Sukuna regresó. "Será mejor que te asegures de que ese propósito no interfiera con mis propios planes, Kaede. Porque aunque compartimos este cuerpo, no somos amigos. Mantén tus pesadillas y tus propósitos en su lugar."
Kaede asintió lentamente, entendiendo la advertencia implícita. "Lo sé, Sukuna. Lo sé. Pero también sé que nuestra convivencia depende de un delicado equilibrio. No soy una amenaza para ti... aún."
Sukuna se rió. "Sin embargo, dices. Ya veremos, Kaede. Ya veremos."
Kaede se recostó, cerrando los ojos. La realidad de su situación era abrumadora, pero sabía que no podía ser derrotado por el pasado. Tenía que ser fuerte, no solo para sí mismo, sino para mantener el equilibrio dentro de su propio ser. Cuando la oscuridad lo envolvió de nuevo, se prometió a sí mismo que encontraría una manera de controlar sus pesadillas y avanzar, sin importar lo que detuviera el futuro.
ESTÁS LEYENDO
Jujutsu Kaisen: Renacimiento
FanficEn un campo de batalla devastado en la era Heian, Ryomen Sukuna, el Rey de las Maldiciones, libra una batalla final contra los últimos hechiceros restantes de su tiempo. A pesar de su poder abrumador, Sukuna está gravemente herido y se da cuenta de...