Capítulo 45: Púrpura

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Kaede y Maki se dirigían hacia donde creían que los demás estaban, avanzando entre los escombros dejados por la batalla. Ambos estaban en silencio, pero la tensión en el aire era palpable. Mientras caminaban, una luz intensa y un sonido atronador interrumpieron su avance.

Ambos se detuvieron en seco, girando la cabeza hacia la fuente del estallido. En la distancia, una explosión de color púrpura cruzó el horizonte como un cometa que desintegraba todo a su paso. La técnica de Gojo, Púrpura, acababa de manifestarse con una fuerza abrumadora. Kaede entrecerró los ojos, su expresión cambiando de desconcierto a asombro.

"Eso..." pensó Kaede, observando con cuidado cómo la devastación se extendía a lo lejos. Los rastros de energía maldita que emitía la técnica aún resonaban en el aire, como un eco de su colosal poder. Sabía de lo que Gojo Satoru era capaz, pero verlo en acción, incluso desde esa distancia, era otra cosa. "¿Realmente eso es capaz de tener ese nivel de destrucción?" Se preguntó en silencio. Aunque tenía plena confianza en sus habilidades, no podía evitar comparar lo que acababa de ver con sus propios límites.

Maki, a su lado, también miraba en la misma dirección, impresionada por lo que acababa de presenciar. "Eso fue... Púrpura, ¿verdad?" murmuró, con una mezcla de respeto y miedo en su voz.

Kaede no respondió al instante. En su mente, una pregunta comenzaba a formarse. "Miyako también es usuaria de Sin Límites... ¿sería capaz de hacer algo así?" Aunque sabía que ella y Gojo compartían la misma técnica, no podía dejar de preguntarse hasta qué punto lo había dominado Satoru.

Kaede apretó los puños, consciente de que el regreso de Miyako podría traer consigo sorpresas más grandes de las que él mismo anticipaba. Tendre que acelerar los planes, penso ya conciente que Miyako necesitava explorar sus habilidades

"Es mejor no quedarnos aquí", interrumpió Maki, volviendo a centrarse en el presente. "No sabemos si aún hay maldiciones cerca."

Kaede asintió, manteniendo sus pensamientos para sí mismo. Mientras caminaban, su mente continuaba trabajando a toda velocidad, analizando lo que había visto y lo que aún quedaba por hacer. Sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande.

Kaede y Maki finalmente llegaron al edificio donde los demás se encontraban. La atmósfera estaba cargada de incertidumbre y cansancio tras los eventos recientes. Tan pronto como cruzaron la puerta, casi todos los ojos se posaron en ellos.

Mai, al notar la presencia de Naoya, fue la primera en moverse. Se apresuró hacia él con una expresión de preocupación. "¿Donde estabas?" preguntó, su voz tensa por la sorpresa. Antes de que pudiera decir algo más, Kaede le acarició la cabeza suavemente, como si fuera lo más natural del mundo.

"¿Qué te hace pensar que me quedaría de brazos cruzados?" respondió con un tono despreocupado y una ligera sonrisa. Era parte del personaje que había asumido, el que Naoya representaría en ese momento.

Mai frunció el ceño, su mirada pasando rápidamente de Kaede a Maki. Parecía molesta por algo, y Maki pudo sentir la incomodidad en el aire. Sin saber bien por qué Mai la miraba así, Maki desvió la mirada y se excusó apresuradamente. "Voy a ir a tratar mis heridas", dijo mientras hacía una ligera inclinación de cabeza y se dirigía hacia otra parte del edificio.

Mai continuó observando a Kaede, pero él simplemente sonrió con esa arrogancia característica del verdadero Naoya, ocultando sus verdaderas intenciones bajo una capa de falsa familiaridad. "Parece que todos estamos aquí reunidos", dijo Kaede con una leve sonrisa, mientras su mente ya estaba calculando los próximos pasos. Sabía que con cada movimiento, tenía que actuar con mayor cautela

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Miyako estaba sentada en el jardín, disfrutando del suave calor del sol mientras hablaba con Ayaka, la mejor amiga de Aiko. La conversación entre ambas era ligera, llena de risas y recuerdos de momentos compartidos. Ayaka, con su sonrisa brillante y voz alegre, era una presencia reconfortante, pero para Miyako, mantener aquella fachada empezaba a ser un peso cada vez más difícil de soportar.

"Bueno, Aiko, tengo que irme ahora," dijo Ayaka después de un rato. "Hay algo de trabajo que debo atender, pero fue genial verte de nuevo. Te pondré al día pronto."

Miyako sonrió cálidamente, imitando los gestos naturales de Aiko. "Claro, cuídate," respondió mientras levantaba la mano para despedirse.

Una vez que Ayaka se alejó lo suficiente, la sonrisa en el rostro de Miyako desapareció por completo, como si fuera una máscara que se desmoronara de golpe. Se frotó las sienes, dejando escapar un suspiro de cansancio. "Es agotador mantener esta farsa...", murmuró para sí misma. No entendía cómo Kaede podía hacerlo parecer tan natural, ocultando su verdadero ser sin apenas mostrar grietas.

Con cuidado, sacó de entre sus ropas un pequeño cuaderno desgastado. Lo había mantenido escondido por mucho tiempo, y era su forma de estudiar en secreto. Se movió con agilidad hacia una parte más oculta del jardín, donde sabía que no sería molestada. Una vez allí, se sentó en el suelo y comenzó a pasar las páginas, cada una llena de apuntes escritos a mano.

El cuaderno contenía notas que había tomado del antiguo pergamino sobre Sin Límites y los Seis Ojos. Aquel era el legado del clan Gojo, y ella, como usuaria de esas habilidades, había estado investigando a fondo los secretos descubiertos luego de su muerte. Pero ahora, había algo específico que captaba toda su atención: Púrpura.

Miyako frunció el ceño mientras repasaba las descripciones. Púrpura... una técnica que no era ni simple ni fácil de dominar. Se trataba de una combinación de los dos polos de la energía maldita: Rojo y Azul. Cada uno por sí mismo era inmensamente poderoso. Azul comprimía el espacio con una fuerza gravitacional que tiraba hacia dentro, mientras que Rojo expulsaba todo hacia afuera con una explosión destructiva.

Pero Púrpura era diferente. Se trataba de algo más allá de la combinación de esas fuerzas. En lugar de simplemente sumar los dos extremos, creaba una "masa imaginaria". Una entidad que no existía en el espacio tradicional, sino que funcionaba en una dimensión abstracta, borrando todo lo que tocaba de la existencia. Púrpura no solo destruía; eliminaba por completo cualquier cosa en su camino, sin dejar rastro.

Era como si la realidad misma se desintegrara al contacto con esa fuerza.

Miyako repasaba las notas con intensidad, intentando captar cada pequeño detalle. Su experiencia con Azul era extensa, Rojo no tanto, pero Púrpura era un nivel completamente diferente. ¿Cómo podía alguien siquiera imaginar manipular algo tan abstracto? Aquel pensamiento le hacía sentir pequeña frente a la magnitud del poder que Satoru había demostrado.

"¿Podría yo llegar a crear algo así...?" se preguntó en voz baja. Aunque ella tenía los Seis Ojos y la misma técnica, sabía que su dominio aún no estaba al nivel de Satoru Gojo. Pero la idea de poder igualar o incluso superar esa hazaña la llenaba de una mezcla de ansiedad y ambición.

Las palabras del cuaderno, aunque útiles, no eran suficientes. Necesitaba más información, más práctica, más control sobre las energías que conformaban el universo de la técnica maldita. Y, sobre todo, necesitaba entender si su capacidad podría alcanzar ese límite tan aterrador.

Después de todo, si quería enfrentar a Satotu algún día, necesitaba dominar Púrpura y quién sabe, tal vez incluso mejorar su Expansión de Dominio... aunque hasta ahora no he podido usar nada de eso, pensó con cierta frustración. Ya no veía el día de salir de allí.

Jujutsu Kaisen: RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora