Capítulo 2: Las runas

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La vigilia le llega de forma antinatural.

No es como el despertar gradual que se produce cada mañana, sino más bien una sacudida repentina, como si lo hubieran despertado sobresaltado. Un momento está dormido y al siguiente, completamente presente.

Y la superficie debajo de él no es su cama, cargada de pieles, ni la silla junto al hogar junto a la cual se ha acostumbrado a dormir, con una jarra de hidromiel en la mano.

Estoico se levanta de golpe, reconociendo vagamente el Gran Salón y su piso de piedra debajo de él.

Todo el pueblo parece estar apiñado en el salón, todos en estados similares de vigilia, sentados o levantándose del suelo. Ve a Gobber, los gemelos Thorston, Mulch e Ingrid Hofferson, por nombrar algunos.

-¿Qué demonios...? -murmura en voz baja, levantándose lentamente.

-¡Estoico! -grita alguien al verlo.

"¡Jefe!"

"¡Jefe Estoico!"

"Jefe, ¿qué está pasando?"

Su gente cobra vida a su alrededor, todos confundidos y suplicándole respuestas, pero a pesar de sus manos tranquilizadoras, no tiene nada que ofrecerles. Recuerda haber estado mirando mapas en la cocina la noche anterior, con los dedos recorriendo islas y pueblos cercanos, lugares a los que podría enviar cartas, preguntando por Hipo. El niño debe haber aterrizado en algún lugar. No puede haber volado para siempre, debe haber vagado por un pueblo en busca de comida o refugio. Alguien debe haberlo visto.

Vagamente, recuerda haberse quedado dormido encima de los mapas, pero, a pesar de todo, Estoico no sabe cómo terminó en el Gran Salón ni cómo el resto de la aldea llegó allí también.

-¡Tranquilos! ¡Tranquilos! Nosotros...

Sólo cuando sus palabras comienzan a generar un poco de tranquilidad, Estoico escucha a Gobber:

-¡Jefe! ¡Las puertas no se mueven!

Gobber está de pie junto a las puertas del Salón con otros tres hombres, todos ellos tirando con fuerza de las manijas, pero las puertas no se abren.

-¡Tranquilos! -grita Estoico, porque la declaración de Bocón ha provocado una oleada de murmullos y voces que se alzan-. ¡Tranquilos todos! Ya solucionaremos esto.

Los ojos de Gobber están aprensivos mientras Estoico se acerca, haciéndose a un lado para dejarle lugar al Jefe mientras toma un mango.

-Puede que haya bebido demasiado aguamiel anoche, pero no lo suficiente como para olvidar cómo terminé aquí -le murmura Gobber mientras intentan nuevamente forzar las puertas.

No pasa nada. Las grandes puertas, que normalmente pueden abrirse con facilidad incluso los adolescentes, ni siquiera tiemblan ante la fuerza combinada de cinco guerreros adultos.

-En nombre de Odín, ¿qué está pasando aquí? -se pregunta uno de los hombres, y Estoico frunce el ceño.

¿Qué, en efecto?

Se da la vuelta y abandona las puertas por ahora para hacer un balance de su gente, que milagrosamente ha aparecido con él en el Gran Salón, ahora cerrado. Ve a Spitelout, que ha encontrado a su esposa y a Snoutlout. No muy lejos de ellos, Astrid Hofferson está con Ruffnut Thorston. La muchacha Hofferson se ha vuelto fuerte, cada centímetro de la doncella escudera en la que siempre se esforzó por convertirse, y se mantiene erguida en la confusión. A pesar de esto, sin embargo, sus ojos exploran el salón, sin detenerse nunca mucho tiempo en ningún rostro. Sus padres están cerca de ella, al igual que Fishlegs Ingerman y su propia familia.

Corre más allá de los ríos, corre más allá de toda la luz...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora