Capítulo 4: ¡Soy un VIKINGO!

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Su salón es oscuro y tenue, lleno de antorchas que arden lentamente y una chimenea que emite su estertor agónico. Sin embargo, en la pared del salón brilla el fuego y la luz del día de hace años.

Estoico: “¡O los acabamos o ellos nos acabarán a nosotros! ¡Es la única forma de librarnos de ellos! Si encontramos el nido y lo destruimos, los dragones se irán. ¡Encontrarán otro hogar! Una búsqueda más. Antes de que se forme el hielo”.

Vikingo: “Esos barcos nunca regresan”.

Estoico: “¡Somos vikingos! ¡Es un riesgo laboral! ¿Quién está conmigo ahora?”

Vikingo: “Hoy no es un buen día para mí. Tengo que devolver el hacha”.

Estoico: “Está bien. Los que se queden cuidarán de Hipo”.

Una tarea que, evidentemente, nadie desea.

Flema: “¡A los barcos!”

Spitelout: “¡Estoy contigo, Estoico!”

Estoico: “Eso está mejor.”

A Estoico no le interesa mucho revivir viejos y cansados ​​discursos y bromas sobre él, el niño. La búsqueda de la que habla en el muro no llegó a ninguna parte, terminó igual que todas las demás: con barcos naufragados y vergüenza. La magia está jugando con él, revelando la huida del niño de su casa y luego obligándolos a ver estos eventos en el Gran Salón. 

A Estoico no le importa mucho y desea que la proyección vuelva a su primer tema. ¿Dónde está Hipo, la versión más joven del hijo que creía conocer?

Bocón se acerca al jefe. —Está bien, prepararé mi ropa interior.

Estoico: “No, necesito que te quedes y entrenes a algunos nuevos reclutas”.

Bocón: “Oh, perfecto. Y mientras estoy ocupado, Hipo puede cubrir el puesto. Acero fundido, cuchillas afiladas como navajas, mucho tiempo para sí mismo... ¿qué podría salir mal?”

Estoico suspira. “¿Qué voy a hacer con él, Gobber?”

Actualmente, Estoico se hace eco de esa pregunta.

Bocón: “Ponlo a entrenar con los demás”.

Estoico: “No, hablo en serio”.

Bocón: “Yo también.”

Estoico: “Lo matarían antes de que dejaras salir al primer dragón de su jaula”.

Bocón: “Oh, eso no lo sabes”.

Estoico: “Eso sí lo sé”.

Bocón: “¡No, no lo haces!”

Estoico: “Escucha, ya sabes cómo es. Desde que podía gatear ha sido… diferente. No escucha, tiene la capacidad de atención de un gorrión… Yo lo llevo a pescar y él sale a cazar… ¡Trolls!”

“¡Los trolls existen!”, protesta Bocón, y su voz actual se superpone a la anterior.

Bocón: “¡Los trolls existen! Te roban los calcetines. Pero solo los que quedan. ¿Qué pasa con eso?”

Estoico: “Cuando era un niño…”

Bocón: “Oh, aquí vamos”.

Estoico mira fijamente a su amigo, quien silba inocentemente.

Corre más allá de los ríos, corre más allá de toda la luz...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora