El juego de las Sombras

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Aitana, una joven de espíritu libre y curiosa por naturaleza, se encuentra con un extraño juego que le promete emociones intensas. Las reglas son simples: debes jugar solo, y una vez que comiences, no puedes detenerte. Aunque parece un simple pasatiempo, pronto descubre que el juego es algo mucho más siniestro de lo que aparenta. No es solo una actividad inocente, sino un ritual oscuro que invoca a las sombras. Cada vez que Aitana lanza el dado, la realidad se distorsiona un poco más, y las sombras empiezan a cobrar vida, acechándola desde los rincones más oscuros de su mente y de su entorno.

La historia comienza con Aitana navegando en internet, aburrida una noche. Había estado buscando cosas curiosas, juegos antiguos, leyendas urbanas, algo que la sacara de la monotonía. Entre los enlaces, encontró un sitio web extraño con un título que llamaba su atención: "El Juego de las Sombras: ¿Te atreves a jugar?" La página tenía un diseño arcaico, con instrucciones que parecían estar escritas por alguien que sabía más de lo que estaba dispuesto a revelar.

"No juegues a la ligera," decía la primera advertencia. Pero Aitana no era del tipo de personas que se asustan fácilmente. Lo tomó como una broma, algo para pasar el rato. Descargó el archivo que contenía las reglas y las imprimió. Las instrucciones eran vagas, pero intrigantes:

Juega solo.
Dibuja un círculo en el suelo con tiza negra.
Coloca una vela en el centro.
Lanza el dado. Cada número invocará una sombra diferente.
El juego termina cuando llegas a la medianoche o si las sombras te atrapan.
Aitana sonrió, pensando que era un simple juego de terror para adolescentes. Sin embargo, algo en las palabras "si las sombras te atrapan" le provocó un escalofrío. Decidió intentarlo de todos modos.

Esa noche, apagó las luces de su habitación y siguió las instrucciones al pie de la letra. Dibujó el círculo con tiza negra, colocó la vela en el centro y la encendió. El parpadeo de la llama proyectaba sombras por toda la habitación, haciendo que las esquinas parecieran más profundas de lo normal.

Con el dado en la mano, Aitana lo lanzó dentro del círculo. Cayó en el número tres. Por un momento, nada sucedió. Soltó una risa nerviosa, pensando que había caído en un truco tonto. Pero entonces, algo cambió. Las sombras en la habitación parecieron moverse por sí solas, como si estuvieran vivas, como si estuvieran acechando.

Trató de convencerse de que era solo su imaginación, pero había algo tangible en esas sombras. Una figura oscura se formó en una de las paredes, algo más denso que una simple sombra, algo que parecía tener ojos, aunque vacíos y sin vida. La figura no se movió, pero Aitana sintió como si estuviera siendo observada.

Decidió continuar. Lanzó el dado nuevamente. Esta vez cayó en el número cinco. La figura en la pared comenzó a desvanecerse, pero no desapareció del todo. En su lugar, las sombras bajo su cama comenzaron a alargarse, extendiéndose lentamente como si buscaran algo. El corazón de Aitana comenzó a acelerarse.

Intentó detenerse, pero una fuerza invisible parecía impedir que saliera del círculo que había dibujado. La vela en el centro seguía parpadeando, pero su luz se hacía más tenue con cada segundo que pasaba.

Aitana se dio cuenta de que el juego ya no era un simple entretenimiento. Había liberado algo, algo que no entendía pero que claramente no podía controlar. Las sombras se movían con más intención, y cada vez que lanzaba el dado, el entorno a su alrededor cambiaba de manera inquietante. Una vez, sintió como si algo le rozara el tobillo. En otra ocasión, el susurro de voces inaudibles llenó la habitación, como si estuvieran hablando en una lengua antigua.

Cada tirada del dado traía algo nuevo. En una ocasión, la luz de la vela comenzó a apagarse lentamente, como si algo la estuviera ahogando. Aitana lanzó el dado con desesperación, tratando de detener lo inevitable, pero cada número solo parecía empeorar las cosas. Las sombras se hicieron más densas, más audaces. Ya no solo se movían por las paredes; ahora comenzaban a formar figuras que se acercaban lentamente a ella, deambulando por los bordes de su círculo de tiza.

Los minutos pasaron, y la medianoche se acercaba. Aitana sabía que no debía dejar que las sombras la alcanzaran. Sintió su respiración volverse pesada, su corazón latía con fuerza en su pecho, y el miedo la envolvía como una manta fría. Las figuras oscuras ahora estaban justo en el borde de su círculo, como si esperaran pacientemente el momento exacto para atacar.

Faltaba un minuto para la medianoche. Aitana lanzó el dado una vez más, sus manos temblorosas. Cayó en el número seis. El aire en la habitación cambió de repente. El frío fue reemplazado por un calor sofocante, y las sombras comenzaron a fusionarse, formando una sola entidad en el centro de la habitación.

Esta entidad no tenía forma concreta, era un vórtice de oscuridad pura, algo más allá de cualquier cosa que Aitana hubiera visto o imaginado. Sintió una fuerza invisible tirar de ella, como si el círculo de tiza ya no fuera una barrera, como si el juego hubiera alcanzado su clímax.

Aitana trató de levantarse, pero sus piernas no respondían. La oscuridad se acercaba lentamente, devorando el poco espacio que quedaba. Justo cuando el reloj marcó la medianoche, las sombras se abalanzaron sobre ella.

Aitana despertó. Su habitación estaba tranquila, iluminada solo por la tenue luz de la mañana que se filtraba por la ventana. El círculo de tiza ya no estaba, la vela se había consumido por completo, y el dado... había desaparecido. Todo parecía haber sido un sueño, pero su cuerpo aún temblaba por el miedo que había experimentado.

Sin embargo, mientras se levantaba, notó algo extraño. Una sombra en la esquina de la habitación, más oscura que las demás, se movió por sí sola.

Y entonces lo entendió: el juego no había terminado.

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