El reflejo del Abismo

158 2 0
                                    

La mente humana es un lugar frágil, donde los límites entre la realidad y la ilusión pueden desdibujarse con facilidad. Lucas es un joven que, tras sufrir un accidente automovilístico traumático, comienza a experimentar extrañas visiones de sí mismo en el espejo. Lo que al principio parecen simples alucinaciones pronto se convierten en una realidad aterradora: su reflejo comienza a actuar por su cuenta, revelando aspectos oscuros de su personalidad que nunca había conocido. A medida que los límites entre él y su reflejo se desvanecen, Lucas se enfrenta a la aterradora posibilidad de que el verdadero monstruo siempre ha estado dentro de él.

La oscuridad en la mente de Lucas comenzó como un leve susurro, un eco lejano de algo que no alcanzaba a comprender. Todo empezó después del accidente.

El impacto fue brutal. Lucas apenas recuerda los detalles: la carretera oscura, el sonido del metal aplastándose y el dolor abrasador en su cabeza. Despertó días después en el hospital, con el cuerpo magullado y una cicatriz profunda en la frente. Los médicos le dijeron que tuvo suerte de sobrevivir, pero Lucas no se sentía afortunado. Había algo diferente en él desde entonces. Algo oscuro que no podía explicar.

Los primeros días en casa fueron tranquilos. O al menos, eso parecía. Pero una noche, mientras se lavaba los dientes, vio algo extraño en el espejo del baño. Su reflejo no le devolvió la mirada. En lugar de seguir sus movimientos, la imagen de él permaneció inmóvil, observándolo con una sonrisa casi imperceptible.

Lucas parpadeó, y el reflejo volvió a imitar sus movimientos como siempre. Racionalizó el incidente como una alucinación causada por el estrés postraumático del accidente. Sin embargo, algo se había plantado en su mente, una semilla de duda que comenzó a crecer.

Con el paso de los días, las visiones se volvieron más frecuentes. Al principio eran sutiles: un ligero retraso en el reflejo, una mirada más intensa de lo habitual, un parpadeo que no coincidía con el suyo. Pero pronto, las diferencias se hicieron más notorias. Su reflejo empezaba a sonreír cuando él no lo hacía, o inclinaba la cabeza de manera extraña, como si lo estuviera estudiando. Lucas comenzó a evitar los espejos, pero la paranoia crecía. Cada vez que pasaba frente a una superficie reflectante, sentía una presencia, una versión distorsionada de sí mismo observándolo desde el otro lado.

Una noche, cuando la ansiedad se hizo insoportable, decidió enfrentar su miedo. Se paró frente al espejo del baño, su respiración agitada, y fijó la vista en su reflejo. Durante unos segundos, todo pareció normal. Pero entonces, el reflejo sonrió de nuevo, una sonrisa retorcida y antinatural. Antes de que Lucas pudiera reaccionar, su reflejo levantó una mano y la presionó contra el vidrio, como si intentara cruzar al otro lado.

Lucas retrocedió, con el corazón acelerado. Aquello no podía estar sucediendo. Era imposible. Sin embargo, esa noche, cuando se acostó, tuvo un sueño aterrador. En su sueño, estaba atrapado dentro del espejo, observando impotente cómo su reflejo vivía su vida en su lugar. Gritaba y golpeaba el vidrio, pero nadie lo escuchaba. Despertó empapado en sudor, con el eco de su propio grito aún resonando en sus oídos.

A partir de ese momento, las cosas comenzaron a desmoronarse. El reflejo empezó a aparecer en momentos inesperados: en los escaparates de las tiendas, en los retrovisores de los coches, en los charcos de agua. Y siempre, siempre, con esa sonrisa maliciosa, como si supiera algo que Lucas no sabía. La línea entre la realidad y la ilusión se desdibujaba. Lucas empezó a dudar de su propia cordura.

Un día, mientras estaba en el trabajo, un compañero lo vio hablar solo frente a un espejo del baño. Lucas no recordaba haberlo hecho. La ansiedad y el miedo lo estaban consumiendo. Fue entonces cuando decidió buscar ayuda. Consultó a un psicólogo, quien le aseguró que lo que estaba experimentando era un trastorno disociativo postraumático, provocado por el accidente. Le recetó medicación y le aconsejó evitar el estrés.

Pero la medicación no ayudó. De hecho, las cosas empeoraron. El reflejo de Lucas comenzó a manifestarse de formas más tangibles. Una noche, escuchó ruidos en su apartamento. Al salir de su habitación, vio su propia figura moviéndose por el pasillo, pero no estaba frente a un espejo. Era él, o algo que se parecía a él. El pánico lo paralizó. La figura se giró lentamente hacia él y, por primera vez, habló.

"Estoy aquí para tomar lo que me pertenece."

La voz era la suya, pero cargada de una oscuridad que nunca había oído antes. Lucas corrió hacia la figura, pero cuando llegó, esta desapareció, dejando tras de sí solo una fría sensación en el aire. Aterrorizado, Lucas comenzó a cuestionar todo. ¿Era real lo que estaba viendo? ¿O estaba perdiendo la cabeza?

La última noche fue la peor. Lucas había dejado de dormir, temiendo lo que pudiera encontrar en sus sueños. Se había aislado de sus amigos y familiares, convencido de que nadie entendería lo que estaba sucediendo. En medio de la noche, sintió una presencia en su habitación. Al abrir los ojos, vio su propio reflejo de pie al pie de la cama, observándolo.

"Es hora", dijo la figura con una voz gélida. "Tu tiempo se acaba."

Lucas sintió un frío abrumador en su pecho, como si algo estuviera intentando arrancarle el alma. Luchó por levantarse, por huir, pero no pudo moverse. La figura se acercó lentamente, sus ojos brillando con una malevolencia inhumana.

En un último esfuerzo desesperado, Lucas gritó, lanzándose hacia la figura. Pero cuando lo hizo, sintió un dolor agudo en su cabeza, como si se hubiera golpeado contra una pared invisible. Todo se volvió negro.

Cuando Lucas despertó, estaba solo. El reflejo había desaparecido, pero algo dentro de él había cambiado. Se levantó y caminó hacia el espejo. Por primera vez en semanas, su reflejo se comportaba normalmente, imitando todos sus movimientos. Pero Lucas sabía que algo no estaba bien.

Se acercó al espejo y miró fijamente a su reflejo. Y entonces, vio la verdad en sus propios ojos. La oscuridad no estaba en el espejo. Estaba dentro de él. Siempre lo había estado. El accidente solo la había despertado, sacando a la superficie algo que había permanecido oculto durante años. El verdadero monstruo no era su reflejo, sino él mismo. Y ahora, era demasiado tarde para detenerlo.

Lucas sonrió, una sonrisa vacía y fría. Al otro lado del espejo, su reflejo hizo lo mismo.

Ecos En La Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora