Capítulo 12

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DESGARRO

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A la mañana siguiente, Catalina se levantó temprano, decidida a aclarar sus sentimientos y encontrar la verdad. La confusión la estaba matando lenta y dolorosamente.

Se dirigió al cuartel donde trabajaba el Capitán. No se lo pensó mucho porque temía flaquear y quedarse como estaba.
Desde una distancia prudente, lo observó mientras él daba órdenes a sus hombres y revisaba documentos de alta importancia.

El Sargento, un hombre robusto y de risa irónica, notó la presencia de Catalina y cómo sus ojos seguían cada movimiento del Capitán. Con una sonrisa pícara, se acercó al Capitán y le dio una palmada en la espalda.

-¡Vaya, Capitán! Parece que ha conquistado el corazón de una dama -dijo el Sargento, señalando discretamente hacia Catalina.

El Capitán, sorprendido, siguió la mirada del Sargento y vio a Catalina. Su corazón dio un vuelco al verla allí, observándolo. A pesar de la distancia y la frialdad reciente, su presencia le daba una renovada esperanza.

-Es... complicado, Sargento -respondió el Capitán, tratando de mantener la compostura.

-¡Bah! El amor siempre es complicado -replicó el Sargento con una carcajada-. Felicidades, Capitán. No todos los días se ve a una mujer tan hermosa...Y hermana de un hombre en nuestro punto de mira. Está jugando bien sus cartas, Capitán--

El Capitán sonrió, disimulando su creciente tensión. No estaba en sus planes que se supiera acerca de su interés por la hermana de un hombre tan importante y tan vigilado por su partido.
Sabía que tenía que hablar con Catalina y aclarar las cosas entre ellos. Con un gesto, pidió al Sargento que se encargara de las tareas mientras él se dirigía hacia Catalina, pero antes de que pudiera alcanzarla, ella se dio la vuelta y se marchó rápidamente.

El Capitán se quedó allí, viendo cómo se alejaba, y una mezcla de tristeza y frustración lo invadió. Sabía que algo había cambiado, pero no entendía qué. La siguió con la mirada hasta verla desaparecer en la niebla espesa.

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Catalina había estado antes dentro del cuartel y había visto las evidencias de que el Capitán estaba informando a su bando sobre ella y su hermano. No hacían falta más pruebas para que al fin creyera en las pruebas de su hermano. La imagen de su antigua vecina también invadió su mente. Estaba destrozada su alma.

Caminó por las calles nevadas y frías de la pequeña ciudad. Los copos de nieve caían suavemente mezclándose con la niebla, y ella, con su gabardina blanca y ojos marrones, lloraba desconsolada mientras avanzaba. Su corazón estaba roto. Siempre había creído que el Capitán era sincero con ella y que había visto su alma pura, pero se había equivocado.
Su hermano le había dicho que el Capitán estaba pasando información sobre él al ser Secretario de Estado, y que además la había enamorado por diversión.

El paisaje era desolador, con árboles esqueléticos y jardines fantasma que parecían reflejar su estado de ánimo.

Le resultaba cada vez más dificil respirar. Cada paso que daba parecía más pesado que el anterior, como si el peso de su corazón roto la estuviera hundiendo en la nieve.

Catalina siguió caminando hasta las afueras de la ciudad, dirigiéndose a su casa de campo alejada de todo.

No se sentía con las fuerzas suficientes de seguir a pesar de ver su hogar de lejos. Se sentó en la tierra húmeda y blanquecida, sin fuerzas, y dejó que las lágrimas fluyeran libremente. Se sentía débil y traicionada, sin saber cómo seguir adelante.

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El frío de la nieve se filtraba a través de su ropa, pero el dolor en su pecho era mucho más intenso. Catalina sollozaba desconsoladamente, sintiendo que le faltaba el aire. Cada respiración era un esfuerzo, como si la traición le hubiera robado la capacidad de respirar con normalidad. Se abrazó a sí misma, tratando de encontrar algún consuelo en medio de su desolación.

El viento soplaba con fuerza, azotando su rostro y mezclándose con sus lágrimas. Cerró los ojos, dejando que el dolor la envolviera por completo. Sentía que su mundo se desmoronaba, que todo en lo que había creído nunca fue real.

Permaneció en el suelo, abrazada a sí misma, mientras el viento helado seguía azotando su rostro. Las lágrimas no cesaban de caer, y cada sollozo parecía arrancarle un pedazo de su alma. Sentía que el mundo se había vuelto en su contra, que todo lo que había conocido y amado se había desmoronado en un instante.

Después de un tiempo, sus lágrimas comenzaron a secarse, pero el dolor en su pecho seguía siendo insoportable. Se levantó lentamente, sus piernas temblorosas apenas sosteniéndola. Miró alrededor, viendo la casa de campo que una vez había sido su refugio, ahora parecía un lugar de tristeza y desolación.

Se dirigió hacia la casa. Abrió la puerta y entró, sintiendo el frío del interior. Una vez dentro, toda aquella voluntad se esfumó junto a su fuerza y su cuerpo se desplomó en el suelo de la entrada. El Secretario corrió a socorrerla dejando de lado unos papeles.
Una Catalina inconsciente y ardiendo en fiebre se encontraba en los brazos de su hermano, quien pedía por ayuda con urgencia.

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El Capitán, frustrado porque no pudo ir detrás de Catalina debido a la presencia del Sargento en la habitación, recogió los documentos que Catalina había visto y se los entregó a su superior. Eran verdaderos, cada movimiento del Secretario y de Catalina estaba detallado en esos papeles. El Capitán ahora era un espía tanto para el Sargento como para el Secretario.

Su superior, un hombre astuto y desconfiado, había comenzado a sospechar del Capitán. Últimamente, el éste se había mostrado más comunicativo con sus compañeros y hacía muchas preguntas algo comprometedoras. Una tarde, el Sargento se acercó a él con una mirada severa.

"-Capitán, no haga ninguna tontería como traicionar a su bando -advirtió el Sargento, su voz baja y amenazante-. Si lo hace, lo mataré sin dudarlo."

El Capitán sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que el Sargento no estaba bromeando. Desde ese momento, decidió que debía ganarse la confianza del Sargento para protegerse. Le prometió que le pasaría información sobre la familia con la que se hospedaba, asegurándole que no tenía intención de traicionar a su bando.

A partir de entonces, el Capitán comenzó a informar al Sargento sobre cada paso del Secretario, detallando sus movimientos y reuniones. Sin embargo, cuando se trataba de Catalina, sus informes eran vagos y escasos. No podía traicionar completamente a la mujer que amaba, aunque sabía que estaba caminando por una línea muy delgada.

Cada noche, el Capitán se debatía entre su deber y sus sentimientos. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero no podía evitarlo. La imagen de Catalina, con su mirada triste y desconfiada, lo perseguía constantemente. Se preguntaba si alguna vez podría recuperar su confianza y demostrarle que sus sentimientos por ella eran reales y que lo seguían siendo.


Estaba atrapado en medio de dos bandos sin haberlo querido. Sabía que no podía flaquear, o acabaría muerto por ambos lados. Cada día era una lucha constante por mantener su fachada y proteger a aquellos que amaba. Siguió con su rutina hasta el anochecer, cuando regresaba a la casa de campo familiar, la misma casa que ahora espiaba.

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CARINA🐈‍⬛

En memoria de mi gatita Pelusa. Descansas en paz. Ya no sufres. Gracias por estos 6 años maravillosos que nunca olvidaremos tu familia🐈‍⬛🌹.

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⏰ Última actualización: Sep 25 ⏰

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