Para @Shion_Ray
Oye, Sofi, ¿sabes cuales eran las flores favoritas de Adri? No quiero tener que averiguar las tuyas. Y no quisiera decirte que las mías son las margaritas, tampoco quisiera decirte que escribas sin contemplaciones y abraces tus errores, no quisiera decir que conserves tus sueños pues nunca sabemos cuando los vamos a necesitar. Pero hay flores que marchitan antes de tiempo y fantasmas que no saben que están muertos.
Este capitulo es para ti. Lamento mi ausencia estas semanas, perdóname.
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Un portón de madera podrida nos condujo al interior de un patio custodiado por lámparas de gas. Una escalinata ascendía al primer piso, donde un rectángulo de claridad vaporosa dibujaba la entrada principal del asilo.
Una silueta angulosa y rapaz nos observaba desde el arco de la puerta. En la penumbra se podía distinguir su mirada acerada, del mismo color que el hábito. Sostenía un cubo de madera que humeaba y desprendía un hedor indescriptible.
—AveMaríaPurísimaSinPecadoConcebida —ofreció Ranpo de corrido y con entusiasmo.
—¿Y la caja? —replicó la voz en lo alto, grave y reticente.
—¿Caja? —preguntamos Ranpo y yo al unísono.
—¿No vienen ustedes de la funeraria? —preguntó la monja con voz cansina.
Me pregunté si aquello era un comentario sobre nuestro aspecto o una pregunta genuina. A Ranpo se le iluminó el rostro ante tan providencial oportunidad.
—La caja está en la furgoneta. Primero quisiéramos reconocer al cliente. Puro tecnicismo.
Sentí que se me comía la náusea.
—Creí que iba a venir el señor Fatum en persona —dijo la monja.
—El señor Fatum le ruega le disculpe, pero le ha salido un embalsamamiento de última hora muy complicado.
—¿Trabajan ustedes con el señor Fatum en la funeraria?
—Somos sus manos derecha e izquierda, respectivamente. Opnar Awagode para servirla, y aquí a mi vera mi aprendiz, el bachiller Kashimura.
—Tanto gusto —completé.
La monja nos dio un repaso sumario y asintió, indiferente al par de espantapájaros que se reflejaban en su mirada.
—Bienvenidos a Aoyama. Yo soy sor Morta, la que les llamó.
Síganme.
Seguimos a sor Morta sin despegar los labios a través de un corredor cavernoso cuyo olor me recordó al de los túneles del metro. El corredor estaba flanqueado por marcos sin puertas tras los cuales se adivinaban salas iluminadas con velas, ocupadas por hileras de lechos apilados contra la pared y cubiertos por mosquiteras. Se escuchaban lamentos y se adivinaban siluetas entre la rejilla de los cortinajes.
—Por aquí —indicó sor Morta, que estaba unos metros al frente.
Nos adentramos en una bóveda amplia en la que no me costó gran esfuerzo situar el escenario del Exorcismo que me había descrito Ranpo. La penumbra velaba lo que a primera vista me pareció una colección de figuras de cera, sentadas o abandonadas en los rincones, con ojos muertos y vidriosos que brillaban como monedas de latón a la lumbre de las velas. Pensé que tal vez eran muñecos o restos del viejo museo. Luego comprobé que se movían, aunque muy lentamente y con sigilo. No tenían edad o sexo discernible. Los harapos que los cubrían tenían el color de la ceniza.
—El señor Fatum dijo que no tocásemos ni limpiásemos nada —dijo sor Morta con cierto tono de disculpa—. Nos limitamos a poner al pobre en una de las cajas que había por aquí, porque empezaba a gotear, pero ya está.
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Indigno de ser Humano
FanfictionEn una ocasión Chūya oyó comentar a un cliente habitual en la librería de su padre que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que c...