Ha todo lo que renuncie.

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LUCÍA FORT

Ser hermana y mejor amiga de dos deportistas de élite es algo que cambiaría sin dudarlo. Y más si una es la boxeadora más polémica de Europa, conocida tanto por sus golpes en la pelea como por sus controversias fuera de él, y el otro es una de las grandes estrellas debutantes del Barcelona, siempre bajo la presión de estar a la altura de las expectativas. No es fácil vivir en las sombras de dos personas que siempre están en el centro de atención, lidiar con los rumores, las críticas y, sobre todo, con los silencios incómodos que se interponen entre nosotros cuando las cosas no van bien.

—¿Por qué no simplemente hablas con ella? —Ari me preguntó mientras nos acomodábamos en la cafetería del instituto. Su tono era suave, como si tratara de no romper el hilo delgado que sostenía mi calma. Ella sabía que la situación con Dani me estaba afectando más de lo que quería admitir.

-No lo sé... —murmuré mientras removía el café, observando cómo el líquido giraba en espiral, como mis pensamientos. —Creo que por una vez espero que sea ella la que venga a hablar. —Conocía a Daniela como la palma de mi mano, mejor que nadie. Sabía que su orgullo era un muro alto e infranqueable. Era parte de lo que la hacía tan fuerte en el ring, pero también lo que más nos distanciaba. No era de las que se disculpaban fácilmente, aunque en el fondo siempre supiera cuándo había cometido un error.

Ari se quedó en silencio por un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Ella era de las pocas que realmente entendían lo que significaba estar en esta posición. Ser la amiga cercana de una persona que está constantemente en el ojo del huracán, y que además lleva esa carga con la cabeza bien alta, como si nada pudiera tocarla.

—Sabes que está pasando por mucho —dijo finalmente. No era una justificación, solo una observación de la realidad. —Pero también sé que tú siempre eres la que cede, la que da el primer paso.

Suspiré, porque tenía razón. Siempre había sido así. Yo era la que buscaba mantener la paz, la que entendía sus silencios y sus tormentas. Pero esta vez, algo dentro de mí se negaba a seguir ese camino. Sentía que si daba el primer paso, una vez más, solo estaría alimentando ese ciclo interminable en el que ella podía hacer lo que quisiera, sabiendo que yo siempre estaría allí para recoger los pedazos.

-Lo sé, Ari. Sé que tiene toda la presión del mundo sobre sus hombros, que todos esperan que sea perfecta y que no cometa errores. —Miré por la ventana, donde el cielo gris amenazaba con una tormenta, reflejando mi estado de ánimo. —Pero yo también estoy cansada. No quiero ser siempre la que se rompe en pedazos para que ella pueda seguir adelante.

Ari asintió, comprendiendo más de lo que las palabras podían expresar. Ella sabía lo que significaba estar en el círculo íntimo de alguien como Dani, donde todo era intenso, brillante, pero a veces dolorosamente frío. Sabía lo que significaba ser amiga y hermana de alguien cuya vida se dividía entre la gloria y la controversia, dejando poco espacio para la vulnerabilidad.

—Quizás esta vez necesite ver que no siempre vas a estar ahí para arreglarlo todo —dijo Ari, mientras me miraba con seriedad. A veces, es necesario que las personas aprendan a dar ese primer paso, a enfrentarse a las consecuencias de sus propias acciones.

Me quedé en silencio, reflexionando sobre sus palabras. Quizás Ari tenía razón. Tal vez era el momento de dejar que Daniela sintiera el vacío, de hacerle ver que incluso los lazos más fuertes necesitan ser nutridos, que no basta con esperar que los demás siempre estén ahí para cubrir sus propias carencias.

Mientras observaba el cielo volverse cada vez más oscuro, supe que esa decisión no sería fácil. Quería a Dani más que a nada en el mundo. Pero también sabía que para ser verdaderas amigas, verdaderas hermanas, necesitábamos aprender a encontrarnos en el punto medio, sin dejar que el orgullo y el miedo se interpusieran entre nosotras. Y eso significaba, por una vez, esperar a que ella cruzara ese puente por sí misma.

—Si pudiera, cambiaría mi alma por la de
Suya, aunque eso significará mi muerte —le dije a la pelirroja, quien sonrió con tristeza.

¿Qué harás con Pau?

—No me siento preparada para tener nada serio con él ahora, y él sí, así que es mejor que solo seamos amigos. Se lo dije el día del Zeppelin. No le pareció bien, pero tampoco discutió conmigo —quería a Pau, muchísimo, pero tenía que centrarme en sacar a mi mejor amiga de ese pozo inhumano en el que estaba apunto de caer de nuevo.

Ari mantuvo la mirada fija en la taza de café, asintiendo lentamente mientras procesaba mis palabras. Era una de esas personas que comprendía las cosas a un nivel más profundo, que podía ver el peso que las decisiones cargaban en el corazón de los demás.

—Renuncias a ti para ser parte de ella —murmuró, finalmente levantando la vista para encontrarse con la mía. Sus ojos reflejaban la comprensión, la misma tristeza que yo sentía. —No tiene que ser fácil intentar contentar a todo el mundo.

Sentí cómo un nudo se formaba en mi garganta. Tenía razón, como siempre. Quería proteger a Dani, salvarla de sí misma y de las sombras que la rodeaban. Pero, ¿a qué precio? Me había olvidado de mí misma en el proceso, de lo que yo necesitaba y de lo que me hacía daño.

—Sí, es una mierda —admití, la voz apenas un susurro.

Ari asintió, su rostro lleno de una mezcla de empatía y tristeza. Sabía que las palabras que iba a decir a continuación no serían sencillas, pero también sabía que eran necesarias.

—A lo mejor necesitas alejarte de Daniela un tiempo. Porque por mucho que las dos la amemos, ahora mismo no le hace bien a nadie; es una persona tóxica, que sin quererlo arrastra a los demás a su mundo.

Asentí lentamente, digiriendo sus palabras. Tenía razón, pero eso no hacía que la decisión fuera menos dolorosa. Dani había sido mi mejor amiga desde que podía recordar; la hermana que había elegido. Habíamos compartido risas, lágrimas, secretos y sueños.

—¿Y si cae? —pregunté, mi voz reflejando la inseguridad que sentía. —¿Y si cae tan hondo que no tiene a donde aferrarse?

Ari esbozó una sonrisa triste, extendiendo su mano para tomar la mía.

—Si todo se cae, estarás ahí para agarrarla a tiempo —dijo con firmeza. Pero necesita saber lo que es perder el equilibrio. Porque solo entonces aprenderá a volver a caminar por sí misma, sin cientos de manos amortiguando la caída.

Miré nuestras manos entrelazadas, sintiendo el consuelo y la fuerza que me transmitía. Tenía razón. Había pasado tanto tiempo siendo el sostén de Dani, que me había olvidado de que también tenía la capacidad de sostenerse a sí misma. Daniela tenía esa ferocidad que la había llevado a ser la boxeadora más joven en su categoría, una fuerza que podría utilizar para enfrentarse a sus propios problemas si tan solo se lo permitía.

—Supongo que tengo que darle un tiempo —dije finalmente, sintiendo un peso aliviado de mi pecho al decirlo en voz alta. —Pero seguiré vigilando desde la distancia, como siempre.

Ari sonrió, esta vez con más calidez.

—Eso es lo que hacen las verdaderas amigas y hermanas —respondió. No siempre están en el centro de la escena, pero siempre están ahí, listas para intervenir cuando realmente se les necesita.

Me sentí agradecida por su presencia en mi vida, por ser ese faro en medio de la tormenta. Observé el cielo oscuro que comenzaba a aclararse ligeramente con los primeros rayos de sol, un símbolo perfecto de lo que sentía en mi interior. Tal vez las cosas no serían fáciles. Tal vez Dani no vendría a mí, y Pau seguiría adelante con su vida. Pero esa era la vida: aprender a soltar, a dejar que las personas que amas encuentren su camino, incluso si eso significa dejar que se pierdan por un tiempo.

—¿Quieres otro café? —preguntó Ari, devolviéndome al presente.

Asentí con una ligera sonrisa, sabiendo que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo. Y, pase lo que pase, sabía que no estaría sola en el camino.

LO HARÍA POR TI, Marc Bernal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora