—Dios, hacía semanas que no estaba aquí —dije, mirando alrededor como si el salón de Fermín fuera un lugar completamente nuevo. El tiempo había pasado volando, y con él, septiembre, octubre y noviembre se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos.
—Es lo que tiene estar obsesionada con el trabajo —comentó Lu desde la cocina, en ese tono suyo entre crítica y cariño.
—No estoy obsesionada, solo que he tenido muchas peleas seguidas —me defendí, estirándome en el sofá mientras dejaba salir un suspiro—. Pero ahora tengo hasta el día diez de descanso.
Los chicos acababan de jugar contra el Atlético, el último partido antes del parón de Navidad. Yo, por mi parte, llevaba dos días en Barcelona, tras un viaje por siete países de casi dos meses. Siete peleas. Estaba tercera en la liga, con once victorias sobre quince peleas. El esfuerzo estaba dando resultados, pero también me están destrozando los músculos.
—Nosotros hasta el ocho —comentó Lamine, con la cabeza apoyada en mis piernas, deslizando el dedo distraídamente por la pantalla de su teléfono.
Había música tenue; el jardín ya estaba preparado para la gran fiesta. Solo faltaba el alcohol, y la gente.
—¿Has decidido ya qué vas a hacer? —Lu salió de la cocina y se apoyó en el marco.
Lamine se levantó y me miró atento.
—Es mi última temporada —les dije con una sonrisa hacia abajo.
—¿Te irás? —el moreno me miró triste, esperando que mi respuesta fuera negativa, pero solo pude responderle con un suspiro.
—Seguramente, pero no lo sé. Si me quedo, volveré a caer en ese mundo. Y si me voy, lo dejaré todo —me quedé callada; mi temporada acababa en abril. Y no estaba segura de lo que hacer al acabar. Ronny me había propuesto irme sola de "retiro espiritual", por así decirlo, a una casa que tenía en Alaska. Joder... no se que hacer.
Me tapé la cara con las manos, frustrada.
—Dani, haz lo que sientas. Todos aquí queremos tenerte cerca, pero también queremos tenerte bien —las palabras de Lu me hicieron sonreír con nostalgia, con pena.
¿Qué harás con Marc? El contrato acaba cuando acabe la Navidad.
—Llevo sin verla dos meses, y las pocas veces que hablamos acabamos peleados. Me hecha la culpa de la cantidad de mierda que le está cayendo a Nadia. Todo ha vuelto a ser como cuando nos conocimos... Le hecho de menos —mis dos mejores amigos se quedaron mirándome en silencio.
—Le quiero —esa frase sonó más como una afirmación que como una pregunta.
Pero la respuesta me aterrorizaba de igual manera.
—¡Hemos vuelto! —salvada por la campana.
Fermín entró con dos bolsas, seguido por Paula y Ari, quienes llevaban dos botellas de vino cada una. Balde y Héctor hablaban de cualquier cosa. Ferran, Pedri y Gavi habían rodeado a Clara, y por su cara podía deducir que estaban diciendo cualquier cosa que solo ellos tres dirían. João entraba junto con Marc Guiu, y una sonrisa se formó en mi rostro. No había sido consciente hasta ese momento de lo muchísimo que les había echado de menos. Con ellos también iba Pau.
Solo faltaban dos personas por entrar.
—Marc, te estoy diciendo que eso no tiene puto sentido —vi a Casadó sonreír.
—Por qué tú lo digas, calvo.
Y ahí estaba, llevaba una chaqueta Lacoste roja cerrada. Y sobre ella una chaqueta más gorda, verde oscuro, con el escudo del Barcelona. Tenía unos tejanos negros, y en los pies unas Adidas Campus negras. Ya no llevaba muletas. Y caminaba sin dificultad.
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LO HARÍA POR TI, Marc Bernal.
Fiksi PenggemarPRIMER LIBRO DE LA SAGA: CUANDO APRENDIMOS A AMARNOS Daniela lo tenía todo: lujos, dinero, fama, y una vida que parecía perfecta a los ojos de cualquiera. Para ella, eso era lo único que importaba. Hasta que un día, durante el segundo partido de La...