37. No más 'Bella'.

567 53 2
                                    

Isabella

"Siento que haya habido la confusión, de verdad. Tú olvida todo este marrón, empecemos de cero todo esto de trabajar juntas". Eso era lo que me había dicho Emma después de que ella hablase con Carlos. Asentí, acepté con buena cara, ¿qué más podía hacer?, pero ese pequeño malentendido me había entristecido bastante. Por una parte apreciaba mucho el gesto de Emma de olvidarlo y empezar de cero pero, por el otro, me hacía sentir bastante mal o hasta insegura que Carlos no hubiera hablado de mí. Entiendo que eso de ser tan reconocido puede ser perezoso algunas veces, pero tampoco es tan complicado saber diferenciar cuando una chica se te acerca amistosa o amorosamente.

Suspiré y me senté en uno de los sillones de las salas de descanso de la FOM. Lo bueno es que ese sitio ya se me hacía más familiar, me había acostumbrado a ello y a la gente que trabajaba rutinariamente ahí, que, por lo general, me caía muy bien toda.

Ya eran casi las siete y cuarto de la tarde, la entrevista de Carlos con Clara ya había terminado, la había estado viendo en directo en mi ordenador a pesar de estar mosqueada, y ahora simplemente me quedaba esperar esos cinco minutos a que fuesen y 15 sentada en el sillón con el ordenador en el regazo.

Cuando finalmente esa hora llegó, y mi turno había terminado, guardé las páginas en las que estaba trabajando y cerré el ordenador, tomando el teléfono por primera vez casi en toda la tarde.

Para mi sorpresa, vi que me había llegado el mensaje de alguien de quien realmente no me lo esperaba: Clara.

"Isa, Carlos te necesita aquí" me había escrito ella tan solo unos minutos antes.

"Hola, Clara. ¿Estáis bien?" respondí, con el ceño fruncido.

Clara se puso en línia a la mínima y escribió de vuelta.

"Hola. Sí, está más o menos bien, pero necesita que vengas"

"¿Qué ha pasado?" escribí levantándome del sillón y guardando las cosas en mi bolsa.

"Ya lo verás. Ven a la sala 13 de la motorhome de Ferrari, rápido"

"Clara, ya no soy demasiado bienvenida ahí"

Pero Clara vio el mensaje y no respondió. Mil y una posibilidades y acciones me pasaron por la cabeza mientras me preguntaba si de verdad tenía que romper las reglas y colarme en la motorhome donde ya no era bienvenida.

Miré a mi alrededor, no había nadie más en la sala y ya había recogido todo lo que había llevado ahí para trabajar, así que en realidad no me iba a costar nada levantarme e ir hasta allí, pero sabía que no podía entrar y... Da igual. Clara me había dicho que Carlos me necesitaba. Ya me encontraría con los problemas después de haberlo ayudado. Al fin y al cabo, aunque llevásemos unos días mal, seguía siendo mi novio y yo tenía que estar ahí por él como él lo estaba por mí.

Cogí mi bolsa y me la colgué en el hombro saliendo de la sala con el teléfono en la mano, por si Clara me enviaba algún mensaje más, y caminé hasta la recepción y la salida, despidiéndome de los otros trabajadores a quien me cruzaba.

Pisé el paddock con rapidez y ansias y, sin pensarlo mucho, llegué hasta el edificio de Ferrari y me paré enfrente respirando hondo y mirando a mi alrededor. El cielo ya se estaba oscureciendo y los trabajadores de alrededor no me prestaron atención, así que finalmente reuní el suficiente coraje y subí las pocas escaleras que me separaban de la puerta principal, intentando actuar lo más normal y segura de mi misma que pude, para pasar desapercibida, y me encontré en la primera sala de descanso, viendo como trabajadores vestidos de rojo pasaban por delante mío. Tomé aire y recordé que la habitación que me había dicho Clara era la 13, así que se encontraba en la primera planta. Tomé las escaleras de la izquierda y por un momento se me ocurrió hasta ir a ver a Marcos, el cocinero que tanto nos había acompañado a Carlos y a mí en nuestra historia de amor, pero volví a la realidad y supe que era demasiado arriesgado y que tenía que darme prisa.

Tuve la suficiente suerte de no encontrarme a Andrea por el camino, y pude llegar hasta la puerta de la sala sin ser reconocida. Intenté mirar a través de los cristales que mostraban el interior de la habitación, pero al ser borrosos no pude ver nada claro. Tomé el mango de la puerta y lo giré levemente hasta que esta se abrió. Entré lo más rápido que pude y la cerré tras mío, apoyándome en ella.

Y lo que vi entonces me rompió en pedazos. Carlos estaba sin camiseta y, lo único que le había visto hacer, fue sacar sus manos de encima del culo de Clara y apartar su cara de la de ella.

Clara también se apartó de Carlos, aunque con una sonrisa en la cara que me confundió, aunque la rabia y dolor se empezó a mostrar en mi cara en forma de lágrimas.

— Bella, no es lo que parece — Carlos dijo mientras tomaba su camiseta del suelo y se la ponía por encima del torso rápidamente.

Yo me tapé la cara con las manos mientras notaba como las humedecía con mi llanto, y deslicé mi espalda por la puerta hasta sentarme en el suelo, notando como mi respiración se agitaba y los pensamientos me nublaban la vista.

Carlos se acercó a mí y se agachó a mi lado, casi con miedo a tocarme o estar demasiado cerca mío.

— Bella... — empezó, sin saber qué decir.

— No me llames así — fueron las únicas palabras que supe decir entre respiraciones pesadas y lágrimas derramándose por toda mi cara.

— De verdad, Bella, no estaba pasando nada, solo teníamos que echar unas fotos para patrocinadores y...

— Te he dicho que no me llames Bella — dije en un tono más molesto, levantando la cara de mis manos y mirándolo con ojos fríos.

Al interceptar mi mirada, pareció que le dieran un puñetazo en el estómago, y sus ojos se llenaron de culpa.

— Ay Isabella... — dijo Clara por primera vez.

La miré y simplemente vi una sonrisa de "venganza" formarse en su cara

— No lo entiendo — le dije a ella.

— Simplemente me apetecía — contestó apoyándose en una de las mesas.

— Y me has hecho venir para que os viera — me levanté del suelo, y Carlos hizo lo mismo a mi lado.

— Dime qué puedo hacer... Isabella — me preguntó Carlos.

— Nada, Carlos. Me voy. Podéis seguir con lo vuestro — me sequé las lágrimas de las mejillas y tomé el pomo de la puerta.

— Isabella, por favor — Carlos puso su mano encima de la mía y yo, por repugnancia, lo aparté lo más rápido que pude.

— He dicho que me voy — repetí.

Y así hice. Carlos apartó su mano del pomo y así yo pude volver a tomarlo y abrir la puerta. Les eché una última mirada a ambos, y desaparecí por el pasillo bajando las escaleras, queriendo huir y salir de ahí lo antes posible.

— ¿Isabella? — escuché que me llamaban mientras bajaba de las escaleras.

Pero no era la voz de Carlos ni la de Clara. Era la de Andrea. Decidí ignorarla y ahorrarme el regaño que me iba a tocar si la escuchaba, así que agaché aún más la cabeza y aceleré el paso hasta salir de la motorhome mientras me daba un golpe con la realidad y las lágrimas volvían a ocuparme entera. Caminé por el paddock decidida, aunque evitando ser vista por fans o camarógrafos que, aunque ya casi eran las ocho y el cielo se oscurecía, seguían por ahí. Finalmente llegué al recinto del parking de los pilotos, donde planeaba pedir un taxi, pero entonces oí como alguien me llamaba.

Me giré para encontrarme a Lando caminando en dirección a su coche, y al verme llorar, aceleró el paso y no dudó en abrazarme.

— ¿Qué ha pasado? — susurró calmado mientras yo no paraba de sollozar en su hombro.

— Carlos y... Y Clara... Estaban juntos y... — intenté explicarle.

— Joder — Lando me entendió con esas pocas palabras —. ¿Qué necesitas?

Logré calmarme un poco y finalmente rompí el abrazo para poder hablarle.

— Nada, yo... Ahora pediré un taxi.

— ¿Estás segura? ¿Tienes dónde dormir?

— Sí, tranquilo — le mentí —. Gracias.

Una última lágrima cayó por mi rostro y Lando me abrazó una vez más.

Más allá de la Pista - 55Donde viven las historias. Descúbrelo ahora