21. Grand Prix de Japón.

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Isabella

3 DÍAS DESPUÉS: DOMINGO DEL GRAND PRIX DE JAPÓN. DÍA DE CARRERA.

— ¡Psst! — susurré desde detrás de la puerta de una de las mil salas libres, al mismo tiempo que Carlos pasaba solo por el pasillo de al lado — ¡Pssttt! — dije un poco más fuerte.

Carlos, vestido ya en su traje de carrera, se volteó un poco para mi lado y logró verme escondida. Incrédulo, miró rápidamente a su alrededor y entró en la sala donde estaba yo. Cerré la puerta a la mínima que lo tuve al lado.

— ¿Qué haces? — me dijo, sonriendo, casi sin creerse que había roto las normas por él —. No puedes estar aquí, queda literalmente un cuarto de hora para la carrera.

Me limité a sonreír y a abrazarle lo más fuerte que pude. Él también me rodeó con sus brazos y me dio un beso en la cabeza.

— Solo quería verte justo antes de la cursa — le sonreí, sin dejar de abrazar su cuello.

Carlos había quedado segundo, cuarto y sexto en los free practice del fin de semana, y sexto otra vez en la calificación, así que iba a empezar desde esa posición. Él estaba un poco decepcionado consigo mismo por tener ese puesto de inicio después de su gran semana y victoria en Singapur, pero yo había hecho lo posible para que estuviera más positivo.

— Lo vas a hacer muy y muy bien — le sonreí, dándole un beso en los labios.

Era increíble como besarle me hubiera parecido algo inalcanzable unas semanas antes, pero ahora podía besar en los labios al mismísimo Carlos Sainz cuando me diera la gana.

— Gracias. Enserio me quitas mil nervios de encima diciéndome esto.

— Es lo que busco.

Él me sonrió y nos dimos otro bonito beso antes de abrazarnos por última vez antes de la cursa.

— Venga, que irás tarde — le dije, abriendo un poco la puerta para que pudiera salir —. Yo me quedo aquí cinco minutos, para disimular. Entonces iré directamente al bar, a verte en las pantallas.

— Pues intentaré hacerlo lo mejor posible para impresionarte — Carlos dijo esa última palabra con una voz irónica y juguetona, como si estuviera intentando conquistarme otra vez.

Me reí a su referencia y lo vi salir de la sala, cerrando la puerta tras suyo, y apoyándome en ella. Dejé escapar un soplo de aire entre una sonrisa, orgullosa de ese novio que tenía e intentando canalizar los nervios que yo también sentía respecto a la carrera.

Pero de repente, alguien intentó abrir la puerta en la que me apoyaba yo, y realmente en ese momento no sabía si apartarme y disimular, o quedarme allí como si la puerta estuviera cerrada. Mi incapacidad de moverme me hizo apostar por la segunda idea, pero resultó que esos mismos nervios me hicieron hasta incapaz de aguantar la puerta tras mío, y esta finalmente se abrió.

— ¿Quién caraj...? ¿Isabella? — dijo Andrea con una cara visiblemente molesta, mirándome mientras yo intentaba recuperar mi equilibrio.

— Andrea... — intenté sonreírle, sabiendo que acababa de meterme en un gran lío.

— ¿Qué haces aquí?

— Nada, bueno, ya me iba, solo venía a buscar esto que me he dejado antes — me inventé, señalando a mi bolsa y acercándome lentamente a la puerta, para poder salir de ahí lo antes posible.

— Claro — asintió Andrea, aunque no sonaba muy convencida.

— Bueno, voy a la cafetería a ver la cursa. Nos vemos después, en las entrevistas, ¿vale?

— Vale — dijo Andrea, y fue lo último que pude escuchar antes de ponerme a andar lo más rápido que me permitían las piernas sin correr.

Subí las escaleras rápidamente, echando un vistazo tras mío con el miedo inexplicable de si Andrea me seguía. Llegué a la planta más alta y me apoyé en una pared intentando calmar mi respiración.

— ¿Todo bien?

Marcos había aparecido por arte de magia a mi lado y tenía una cara entre preocupada y burleta.

— ¿Te seguía alguien?

— Pues casi lo hace mi jefa. Me ha pillado en una de las salas de Ferrari en las que no se puede entrar si no eres gerente.

— Vaya. ¿Qué hacías ahí?

— Pues ver a Carlos antes de la cursa — le conté mientras ambos andábamos hasta la barra.

Marcos rio.

— Ay, el amor — sonrió —. Hablando de cursa, ya va a empezar.

Sonreí al escuchar eso, y volteé mi cabeza para poder ver la pantalla más cercana. El Ferrari rojo de Sainz estaba en sexto puesto, y en el instante en que las luces se apagaron, los veinte pilotos empezaron la carrera.

Marcos y yo nos sentamos como siempre en la barra, y él me dio unas galletitas que tenía por ahí para pasar el rato.

***

— Están usando mi truco en mi contra — dijo Carlos por la radio de su equipo, y pudimos escuchar su tono bromista, que me hizo sonreír.

Ya llegaban a la vuelta número 50 de las 53 que había en el circuito, y mi novio seguía en sexta posición. Realmente estaba orgullosa de él, siempre lo estaría, estuviese en la posición que estuviese, pero sobre todo porque había conseguido ejercer notable presión a los pilotos de Mercedes. Lewis y George tuvieron que proporcionarse mutuamente DRS para defenderse de Sainz, y hasta intercambiaron lugares para asegurarse algún puesto por delante de Carlos, aunque finalmente Russell quedó justo por detrás suyo.

La carrera terminó con una consistente victoria de Max, dejando a Lando y a Oscar los otros dos puestos del podio. Compartí unas sonrisas con Marcos y entonces bajé hasta la pista, esta vez quedándome en la zona de los medios de comunicación y sus trabajadores, y pude ver a los pilotos del podio celebrando su victoria.

Aplaudí al mismo tiempo que todos los espectadores, y seguí con la mirada a Lando mientras bajaba de la tarima. Para mi sorpresa y alegría, al bajar del escenario, se abrazó con Carlos, que hasta entonces yo no había visto, y entonces los vi a ambos desaparecer entre la multitud volviendo a boxes.

Más allá de la Pista - 55Donde viven las historias. Descúbrelo ahora