14. Buenas noches (!!).

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Carlos

— ¿Y recordáis cuando Lando se ligó a una fotógrafa? — rio Leclerc en una voz notablemente bebida.

Pero en realidad no me daba cuenta ni de eso, ya que básicamente yo también había bebido suficiente como para no enterarme de cosas y reír de todo. Seguíamos hablando los cuatro, para entonces contando anécdotas entre los pilotos de la parrilla, cada uno con algún vaso en la mano. Bella también había bebido, y no sé si era por afecto que tenía el alcohol en mí o en ella, pero esa chica me parecía exageradamente atractiva y sexy. Su vestido era hermoso, además de que le resaltaba la silueta, y el maquillaje que llevaba en los ojos les daba más profundidad y un toque misterioso. Yo, por mi lado, llevaba las mangas de mi camisa blanca arremangadas hasta los codos, y los tres primeros botones de esta desatados, dejando visible gran parte de mi pecho, cosa que juraría que le gustó a Isa: noté que su mirada no paraba de deslizarse ahí.

De repente a Charles le llegó un mensaje de su novia, Alexandra, diciéndole que ya se subía al avión para venir a la ciudad, así que él decidió tomar un taxi e irse al hotel para estar más o menos "bien" para cuando llegase ella. Por su lado, Lando decidió ir a la pista de baile, y Bella y yo lo vimos echar algunos pasos que captaron el ojo de bastantes chicas riendo.

— ¿No me quieres regalar un baaaaile? — le pregunté.

— Mmmm... Pueeede que sí. ¿Me sacarías a bailar? — rio.

— No dudaré en hacerlo — le mostré la palma de mi mano, y ella la agarró —. Vayamos a la pista, mmmi bella dama.

La acompañé hasta casi el centro de la pista y nos empezamos a mover al ritmo de la música. Chocamos entre nosotros una gran cantidad de veces, ya que la gente de nuestro alrededor también se movía casi descontroladamente. Acabamos bailando pecho contra pecho, yo mirando ligeramente hacia abajo para verla, y ella mirando hacia arriba, peligrosamente cerca de mi boca.

La agarré de las caderas y ella se sorprendió, aunque al cabo de nada subió sus manos hasta llegar a mi cuello.

— ¿Sabes lo que pasó la última vez que nos agarramos así? — le dije, recordando el incidente en mi camerino.

— Me parece que sí lo recuerdo — me mostró una sonrisa pícara.

— ¿Y quieres que nos sigamos abrazando así?

— Quiero ver cuánto tiempo aguantas antes de llevarme contigo a la esquina más oscura de este club.

Bella me sonrió, obviamente sabiendo lo que estaba creando.

— No me des ideas — le seguí la broma.

— Ups.

Pero lo mejor es que ambos sabíamos que ella tenía razón. Mis manos subían por su torso y bajaban hasta su espalda baja, notando todas y cada una de sus curvas. Estuvimos bailando peligrosamente cerca, ella me miraba con unos ojos preciosos que brillaban bajo la luz azul y violeta de la discoteca, y no pasaron demasiados minutos hasta que el hecho de tenerla tan cerca, su cuerpo rozando con el mío, sus manos acariciando mi pelo, me superó.

— Has ganado — le susurré en la oreja mientras tomaba su mano y la guiaba hasta una esquina de la sala, al lado del final de la barra.

Era una esquina bastante tranquila y oscura, con un par de sillas para la gente que quería desconectar un poco de tanto ruido y charlar un rato. Al llegar ahí, aún tomándola de la mano, la estiré hacia mi hasta que ella apoyaba su mano en mi pecho y me sonreía.

Le agarré la cara con ambas manos y la besé. Bella seguía teniendo sus manos en mi pecho descubierto, y las iba subiendo hasta mi nuca y pelo. Yo, al mismo tiempo, bajé las mías por su torso hasta llegar, una vez más, a su espalda baja, y de ahí instintivamente siguieron bajando para acariciar sus perfectas nalgas. Noté que, al hacer eso, su respiración iba más rápido y su lengua empezó a descubrir mi boca. Sonreí mientras la mía hacía lo mismo y, ahora agarrándola de las caderas, moví a Bella para atrás hasta que su espalda chocó ligeramente contra la pared que tenía detrás. Sus manos, que hasta entonces estaban masajeando mi pelo, empezaron a bajar por mi torso y se pararon en mis abdominales bajos. Yo llevaba tiempo notando como la parte más sexual de mí reaccionaba a esa chica, y ahora ella se disponía a descubrirla por sí sola.

— Bella... — le dije con una sonrisa mientras sus manos bajaban, ya peligrosamente cerca —. No sabes lo que estás creando.

— Lo sé y lo quiero — me contestó.

— Bella — le susurré en la oreja mientras ella ya me estaba masajeando por encima del pantalón —. No voy a aguantar mucho más sin quitarte el vestido entero y prefiero no hacerlo en frente de tanta gente — tomé aire mientras ella sabía lo que le iba a decir —. Ven conmigo a mi hotel.

Ella sonrió y me mostró su mano para que la tomara de ella.

— Llévame contigo, Sainz.

Le sonreí de vuelta y, tomándole la mano, la guié hasta la salida trasera del club, donde bastantes taxis esperaban a cada uno de los pilotos, que, como de costumbre, saldrían demasiado bebidos como para conducir sus propios coches hasta sus hoteles.

Abrí la puerta de los asientos de atrás para Bella y subí tras suyo mientras saludaba al taxista.

— ¿Han pasado una buena noche? — preguntó el taxista mientras arrancaba el coche.

— Sí, gracias. Directos al hotel, por favor — le contesté.

El taxista asintió y fijó la vista en la carretera. Yo, al mismo tiempo, miré a mi derecha para ver a Bella. Ella ya me estaba sonriendo. Acerqué mi mano a la suya, que estaba encima de su pierna, y la aparté despacio para poder tocar su rodilla izquierda. A partir de ahí, subí mi mano por su pierna muy lentamente, acariciando cada centímetro de su muslo, hasta llegar casi a la altura de su zona más íntima. Ella me miró con ojos brillantes mientras ponía su mano sobre la mía y susurró mi nombre tan bajito que casi no lo escuché. Yo me limité a sonreír y de una vez por todas mi mano tocó su braga.

Ella abrió la boca en sorpresa y agarró mi mano aún más fuerte, aunque sin apartarla. Yo empecé a acariciar lentamente, con la yema de mis dedos, la parte más íntima de la chica por encima de la fina ropa que me separaba de ella.

De repente, el taxista paró y, mirando por la ventana, vi que ya habíamos llegado al hotel. Retiré mi mano de entre los muslos de Isa y le agradecí el trayecto al conductor, saliendo del coche y dando la vuelta para abrirle la puerta a Bella. Ella también bajó del vehículo y tomó mi mano regalándome una sonrisa pícara. Entramos al hotel y subimos hasta mi habitación en ascensor, sin intercambiar una sola palabra pero ambos sonriendo inconscientemente.

Bella y yo seguimos con lo que habíamos dejado a medias a la mínima que escuchamos la puerta de la habitación cerrarse. Nos fundimos entre más y más besos y nos tiramos en la cama deshaciéndonos de la ropa del otro. Ella desató por completo mi camisa y me la quitó, pasando las manos lentamente por mi torso hasta llegar a mi pantalón y desabrocharlo también. Yo, al mismo tiempo, subía las manos desde sus rodillas hasta su pecho, subiéndole el vestido y viendo esas hermosas curvas por primera vez.

— No sabes las veces que he soñado con verte así — le dije mientras tiraba su vestido por el suelo de la habitación.

Los besos fueron escalando y no tardé en quitarle la ropa interior para poder manosearla y verla gemir de placer. De una vez por todas me quité el bóxer y tomé un preservativo del cajón de la mesita de noche, poniéndomelo, mientras Bella me esperaba con ansias en la cama. Le sonreí cuando estaba de vuelta encima suyo, Isa asintió con una sonrisa y entré en ella sintiendo una enorme oleada de placer, cosa que compartimos.

Nuestros gritos y nuestras bocas parecían uno solo, me movía arriba y abajo fuerte mientras sentía las manos de Bella en mi pelo y su boca en mi cuello. Unos minutos después, terminamos al mismo tiempo y, saliendo de ella, me estiré a su lado mientras nuestras respiraciones volvían al tempo habitual.

Me giré hacia ella y nos sonreímos antes de taparnos con las sábanas de la cama y unirnos en un tierno abrazo. Nos dimos un bonito beso en los labios y finalmente apagué la luz de la habitación, viendo la hora en mi despertador: las tres menos cuarto de la madrugada.

— Buenas noches, Carlos — me dijo ella acariciándome la nuca, sin apartarse ni un milímetro de ese abrazo.

— Buenas noches, mi Bella.

Más allá de la Pista - 55Donde viven las historias. Descúbrelo ahora