Maxie

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Los días que siguieron a esa noche se sintieron como una mezcla de normalidad y secreto. Max y Sergio continuaron con sus rutinas, pero el aire entre ellos estaba cargado de una complicidad silenciosa. Lo que habían compartido en esa cena, las palabras, las miradas, y el contacto bajo la mesa, era algo que no podía ser ignorado. Aunque no habían hablado de ello en público, la intimidad se filtraba en cada gesto, por pequeño que fuera.

Una mañana, mientras revisaban las estrategias previas a la clasificación, Max no pudo evitar notar cómo Sergio lo miraba desde el otro extremo de la sala. Había una suavidad en su mirada que lo hizo sentir expuesto, pero también emocionado. Fue un instante breve, pero suficiente para hacerle recordar que las cosas entre ellos ya no serían iguales.

Después de la reunión, Max decidió salir del centro de medios para tomar aire. A pesar de su compostura frente a las cámaras, sentía que las emociones le estaban pasando factura. Sus manos aún temblaban ligeramente, y su mente seguía reproduciendo momentos de esa noche. Fue entonces cuando Sergio apareció a su lado.

¿Te encuentras bien? —preguntó Sergio, manteniendo su tono casual, pero había una preocupación genuina en sus ojos.

Max asintió, pero no pudo contener una sonrisa nerviosa.

Es complicado... tenerte cerca y fingir que todo está igual —confesó Max, apoyándose contra la barandilla que daba al circuito. El ruido de los motores en la pista a lo lejos era un recordatorio constante de dónde estaban.

Sergio sonrió de lado, acercándose más a Max para que nadie los escuchara.

Lo sé, güero. Pero hay que jugar bien nuestras cartas. Esto no es algo que podamos dejar que el equipo o la prensa descubran tan fácilmente —dijo en un susurro, sus palabras cargadas de un tono protector.

Max lo miró de reojo. Sabía que Sergio tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil. Sus emociones estaban en conflicto, deseando más momentos como el de la cena, pero también entendiendo que su relación debía mantenerse oculta, al menos por ahora.

La clasificación de ese día fue intensa. Ambos pilotos, como siempre, dieron su mejor rendimiento en la pista. Max consiguió la pole, pero Sergio estaba justo detrás de él. Parecía que su conexión no solo se manifestaba en los momentos privados, sino también en cómo se complementaban como coequiperos.

Tras la clasificación, las celebraciones en el garaje fueron intensas. El equipo estaba eufórico, pero Max apenas podía concentrarse en las felicitaciones. Todo lo que podía pensar era en cómo Sergio había rozado su mano disimuladamente cuando nadie miraba, un pequeño gesto que lo había llenado de electricidad.

Esa noche, de regreso en el hotel, Max estaba a punto de cerrar la puerta de su habitación cuando escuchó un golpe suave. Abrió la puerta y se encontró con Sergio, quien lo miraba con una mezcla de determinación y nerviosismo.

¿Puedo pasar? —preguntó Sergio en voz baja.

Max asintió, dando un paso hacia atrás para dejarlo entrar. La puerta se cerró detrás de Sergio, y ambos se quedaron en silencio, apenas mirándose. Había una carga emocional que ninguno de los dos podía ignorar.

No puedo dejar de pensar en nosotros —dijo finalmente Max, rompiendo el silencio. Su confesión fue directa, como todo lo que hacía—. Esto... me está afectando más de lo que pensé.

Sergio se acercó a él, sus ojos oscuros llenos de comprensión.

No estás solo en esto, Max. Lo que sentimos... también me está afectando. Pero no podemos permitir que eso interfiera en lo que hemos construido en la pista —dijo, su voz suave pero firme.

Max respiró hondo, sabiendo que Sergio tenía razón, pero también sintiendo que la conexión entre ellos era cada vez más difícil de ignorar.

No quiero que esto interfiera, pero tampoco puedo seguir fingiendo que no siento nada —admitió Max.

Sergio se quedó en silencio por un momento antes de hablar de nuevo.

Tal vez no tengamos que fingir cuando estemos solos. Aquí... en estos momentos, podemos ser nosotros mismos —dijo, dando un paso más cerca de Max.

Max lo miró a los ojos y, en un impulso que ya no pudo contener, lo besó de nuevo. Esta vez no hubo duda ni vacilación, solo la certeza de que estaban en esto juntos, aunque el mundo no lo supiera.

Sergio colocó sus manos en la cintura de Max atrayéndolo hacia el y en un movimiento rápido lo pegó contra la puerta acorralándolo. Los labios de Sergio y los de Max se buscaban y se movían cada vez de una manera más desesperada.

Lo que empezó en un dulce beso en la boca continuaba con Sergio besando desesperadamente el cuello de Max, dejando marcas mientras que Max se limitara a a tratar de controlar su respiración agitada.

En un solo movimiento Checo le quitó la camisa a Max y bajo sus besos de su cuello a sus hombros y de sus hombros a su pecho. Max sentía cada beso tan húmedo y tan electrizante pero lo detuvo.

Checo - dijo un poco apenado.

¿Está todo bien? - preguntó Sergio agitado sin saber porque lo había detenido.

Nunca he hecho esto, bueno, no con otro hombre - dijo Max apenado mientras baja la cabeza.

Maxie - dijo el castaño mientras tomaba su mentón para que lo mirara a los ojos y el neerlandés no pudo evitar sentir como le temblaban las piernas al escucharlo decir ese apodo - yo tampoco, pero podemos intentarlo, poco a poco y juntos aprendemos.

El rubio un poco más animado por las palabras de su coequipero tomó la camisa de Sergio y se la quitó, dejando al descubierto el increíble físico de Sergio.

Esa noche después de u os cuantos besos húmedos sin camisa ambos durmieron abrazados restándole importancia al resto de las cosas.

Paso a paso - me susurró Sergio al oído mientras acariciaba el cabello rubio de Max.

Max asintió, su corazón latiendo con fuerza.

Sí, paso a paso —repitió, sabiendo que lo que estaban construyendo, aunque complicado, era real.

Ambos sabían que el camino por delante seguiría siendo difícil, pero por esa noche, en la privacidad de la habitación del hotel, nada más importaba.

Obsessed | Chestappen Where stories live. Discover now