22. Lo que creas que sabes, no es el momento. Estamos a punto de morir.

143 10 1
                                    


Después de una pequeña discusión entre quedarnos o no, acordamos ver el menú para comprobar si se nos apetecía. Tenía leves recuerdos de que la comida de hospital no era de lo mejor, qué digamos.

Meri bromeaba con respecto al trasero de uno de los paramédicos que caminaba apresurado por el pasillo cuando nos adentramos a la cafetería. La calidez de las luces hacía el ambiente agradable, mucho más que el resto del edificio, por supuesto.

En el momento en que pusimos un pie en la entrada, todas las risas se disolvieron. Alex estaba sentado en una de las mesas próximas a las ventanas, y apenas nos vio, se puso de pie de inmediato. De espaldas a nosotras, me era imposible no reconocer quien era su acompañante.

Mérida puso una cara de horror y jaló de mi brazo para huir, pero la detuve y me paré frente a ella, dándole la espalda a los Brunelli.

—¿Qué demonios haces? ¿Quieres que nos maten? —Meri habló entre dientes.

—¿Ves su cara de sorpresa? No saben nada aún, ¿te parece que supieran estarían cenando como si nada en una cafetería? Y ya nos han visto, si nos vamos les damos un motivo para salir por esa puerta y acabar con nosotras en menos de dos segundos.

Meri asintió, atemorizada.

—¿Y cómo carajos obviamos el hecho de que Alex está en el hospital por mi culpa?

Escondí mis labios.

Meri abrió grandes sus ojos, hubo un brillo de determinación nuevo.

—Finjamos demencia como ellos. Sigamos su juego... —susurró, y me arrastró hasta las mesadas que ofrecían la comida caliente de la sala.

Caminamos una junto a la otra, observando la amplia y extensa mesada con el menú. Alcé la vista por un momento hacia los hermanos Brunelli, el menor se había girado a observarnos.

—Huir no podemos, pero si tantear la situación... —continué—. Aún no tengo un plan elaborado de cómo salir bien de esto, pero si no vamos allá, van a sospechar.

Éramos nada más y nada menos que dos niñatas de 17 años. Nuestros últimos "planes" casi nos costaban la vida, y claramente nuestros cerebros no llegaban a vislumbrar las consecuencias y riesgos de nuestros actos...

Pero, por eso nos llaman adolescentes, ¿no?

—Bien. Sígueme, tengo una idea... —Mérida recorrió el espacio entre las pequeñas mesas y la seguí. Cada paso más cerca sentía que el corazón se me iba a salir de lugar.

—¡Alex! —Mérida abrazó a éste como si nada hubiera ocurrido—. ¿Qué- qué te pasó en la pierna? —Se alejó y señaló su pierna vendada, Alex nos miró a ambas con el ceño fruncido.

Meri se giró hacia Luca, y apoyó una mano sobre su hombro.

—Hola, caradeculo. Me alegro también de verte con vida. ¡Todos vivos! ¡Yupi! —Lanzó una risita infantil y exagerada, muy a lo Meri.

—¿Cómo qué que me paso, Mérida?

—¿Debería saberlo? —Cruzó sus manos detrás de la espalda, y esperó por la respuesta con una sonrisa angelada.

¿Qué planea? ¡Oh! ¡Oh! ¡Entiendo!

—A Meri la encontraron inconsciente en el bosque. —Ambas cruzamos miradas. Parpadeé y pasé saliva—. La trajeron enseguida al hospital, tuvo un golpe fuerte en la cabeza, no recuerda nada, por suerte, ¿no? Ha sido una noche para el olvido... —Arrugué mis labios.

Alex observó a Meri en silencio, estuvo a punto de decir algo, pero al parecer se arrepintió, porque volvió a cerrar la boca y rascó su cabeza. Compartió una mirada fugaz con su hermano, pero simplemente se sonrieron. Luca le regaló una sonrisa a Meri a boca cerrada mientras asentía. Tenía bastantes ojeras y se notaba algo cansado.

No te contengasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora