La Noche de la Revelación

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Clara se sentía como si hubiera estado caminando por el filo de una navaja durante esa noche sentada en el sofá de la sala. La culpa la había estado carcomiendo lentamente, pero también lo hacía la necesidad de desahogarse, de confesar lo que había hecho realmente y no dejarlo solo en un volado sin certeza ni seguridad. El peso de su traición era insoportable. Sabía que tarde o temprano tendría que decirle a Emily la verdad, aunque cada célula de su cuerpo temía la reacción de su amiga. Sin embargo, Clara no podía seguir escondiendo lo que había sucedido. La situación había llegado a un punto crítico.

La siguiente noche, las luces de la ciudad se reflejaban en las ventanas del pequeño departamento de Emily, dándole a la habitación una calidez engañosa. Clara parada frente a su puerta aún dudaba de tocar y confrontar directamente a su ahora más alejada amiga. Su mente parecía traicionarle, pero, sabía firmemente que era hora de hacerlo. Toco un par de veces y ella abrió la puerta. La sorpresa era evidente en el rostro de Emily después de lo sucedido la noche anterior. —¿Que haces aquí?—, pregunto firme. —¿Hay algo que debes saber Emily, ¿puedo pasar?—. Emily solo se hizo a un lado y dejó que Clara entrara; estaba sentada en el sofá, observando cómo Emily, en el otro extremo de la habitación, preparaba una copa de vino. El silencio entre ambas era denso, incómodo, y cada segundo que pasaba lo hacía más evidente.

Clara sentía su corazón golpear con fuerza en su pecho. Tenía que decirlo ahora. No podía prolongarlo más.

—Emily, tenemos que hablar —dijo finalmente, rompiendo el silencio.

Emily, sin darse cuenta del tono cargado de las palabras de Clara, se giró hacia ella. Su rostro carecía de alegría reflejando incomodidad. Algo que hacía aún más difícil para Clara lo que estaba a punto de confesar.

—Claro, dime —respondió Emily mientras se acercaba y le tendía una copa. Luego se sentó en el otro extremo del sofá, levantando una ceja al ver la expresión tensa en el rostro de Clara—. Dime, te escucho—

Clara tomó la copa, pero no bebió. Sus dedos jugueteaban con el borde del vidrio, su mente corriendo en círculos mientras intentaba encontrar las palabras correctas. No había ninguna manera de suavizar lo que iba a decir.

—Sacó de su bolsa aquel engargolado que contenía las copias del diario...

—Emily lo tomó entre sus manos, lo abrió y miró la primera página...

El rostro de Emily cambió en un instante. Dejó su copa sobre la mesa, sin hacer ruido, sus ojos fijos en Clara.

—¿Qué? —preguntó en un susurro, como si no pudiera procesar lo que acababa de ver.

Clara tragó saliva, sintiendo que su garganta se secaba. No podía retroceder ahora. Tenía que continuar.

—Lo encontré por accidente, la primera vez que vine a tu apartamento... Me sentí curiosa y... lo leí, lo llevé a mi casa y lo fotocopié por completo. Desde entonces no lo leí solo una vez. He estado leyéndolo desde entonces.

Los ojos de Emily se llenaron de furia, pero también de un dolor profundo. Todo tenía sentido ahora, sabía el porqué de lo que ella confesó la noche anterior, los mensajes, todo había sido obra de ella, de Clara. La traición brillaba en sus ojos, y cuando Emily finalmente habló, su voz temblaba de ira contenida.

—¿Cómo te atreves? —La furia contenida en sus palabras hizo que Clara se estremeciera—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡Mi diario, Clara! ¡Mi maldito diario! ¡Mis pensamientos más privados, mis experiencias más íntimas! ¡No tenías ningún derecho!

El corazón de Clara se rompió al ver la reacción de su amiga. Sabía que había cometido un error imperdonable, pero escuchar las palabras de Emily, llenas de dolor y rabia, la hicieron sentir aún peor. Quiso decir algo, cualquier cosa, para defenderse, pero no había justificación posible. Lo sabía.

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