El Efecto del Diario

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El diario de Emily se había instalado en la mente de Clara como un huésped no invitado e imposible de desalojar. No había un solo momento en el que no pensara en las páginas que había leído, en las experiencias que su mejor amiga había plasmado con tanto detalle y pasión. Las palabras del diario no solo habían perturbado su tranquilidad, sino que la habían sacudido de una manera que ella aún no comprendía del todo. Se sentía como si su vida, hasta ese momento tranquila y predecible, hubiese sido despojada de su velo protector, revelando todo un mundo que nunca había experimentado y mucho menos imaginado.

Sus jornadas laborales ya eran distintas, cada uno de sus colegas lucían distintos, como si de la noche a la mañana el hada de los cuentos hubiese cambiado todo rasgo que hasta antes del diario le resultaban poco atractivo. Ya no pasaban desapercibidos. Ahora su mirada se había vuelto más discreta a la hora de mirar la entrepierna de todos ellos e imaginarse el tamaño y grosor de sus penes; solo de pensar en ello, su pantaleta comenzaba a mojarse. En casa Clara encontraba cada vez más difícil mantener la fachada de normalidad. Robert, su esposo, a pesar de la monotonía, comenzó a notar el cambio en ella casi de inmediato. Clara, que siempre había sido cálida y atenta, ahora parecía ausente, perdida en sus propios pensamientos. Las conversaciones entre ellos, antes llenas de pequeñas complicidades y rutinas compartidas, se convirtieron en meros intercambios de palabras vacías. Los silencios, que antes habían sido confortables, ahora se llenaban de una tensión que ambos sentían, pero ninguno se atrevía a mencionar.

Durante una de esas cenas silenciosas, Robert, decidido, finalmente se atrevió a decir lo que había estado en su mente desde un par de días atrás. Soltó sus cubiertos, tomó su copa llena de vino tinto para tomar un poco, cuando la volvió a colocar en la mesa...—Clara, te siento distante... ¿Está todo bien?—. Su voz era suave, casi temerosa, como si no quisiera asustarla, pero al mismo tiempo necesitara desesperadamente una respuesta. Clara alzó la vista por un momento, sintiendo una punzada de culpa en su pecho. Sabía que su esposo tenía razón, pero ¿cómo podía explicarle lo que estaba sucediendo en su interior? ¿Cómo podía hablarle del torbellino de emociones y deseos que había despertado en ella después de leer el diario de Emily? —Estoy bien, Robert, solo he estado un poco estresada por el trabajo— tomó su copa y bebió hasta terminarla. Mintió, desviando la mirada hacia su plato. Pero la verdad era que el trabajo no tenía nada que ver con su malestar. Robert con duda decidió no presionar más, pero la tristeza en sus ojos era evidente. Clara sintió el corazón romperse un poco al verlo así, no obstante, no supo cómo acercarse a él, cómo explicarle lo que ni ella misma comprendía.

Las noches comenzaban a volverse especialmente difíciles. Antes, Clara se acurrucaba junto a Robert, buscando en su calor un refugio contra las incertidumbres del día. Ahora, sentía una barrera invisible entre ellos. Robert notó cómo ella se alejaba en la cama, cómo sus caricias y besos se volvían más distantes, más mecánicos. Clara sentía la necesidad de estar sola, de procesar lo que estaba sucediendo dentro de ella, pero en su soledad también surgía la culpa. Una de esas noches, Robert se acercó para besar su cuello en un intento de volver a tener sexo con ella, deslizó su mano suavemente hacia su vagina hasta tocarla, —estás húmeda mi amor, qué rico— le susurro al oído. Ella retiró de un movimiento la mano de él. —ahora no Robert, estoy cansada—. Robert se dio la vuelta en la cama y murmuró: —Ya no te reconozco, Clara... ¿Qué te está pasando?—. Su voz estaba cargada de frustración y dolor, y Clara sintió como si su pecho se contrajera. No respondió. ¿Cómo podría? En lugar de intentar salvar el momento, Clara dejó que el silencio llenara la habitación, un silencio que se sintió más definitivo de lo que habría querido admitir.

A la mañana siguiente, Clara decidió visitar a Emily. Sabía que debía devolver aquel diario, no sin antes fotocopiar cada una de las páginas. Clara sentía la necesidad de estar cerca de ella, de entender mejor lo que estaba sucediendo en su propia vida. Desde que había descubierto el diario, Clara había empezado a ver a su amiga con otros ojos. Emily siempre había sido un misterio para ella a decir verdad: independiente, segura de sí misma, llena de una energía que Clara siempre había envidiado. Ahora, después de haber leído sus secretos más íntimos, sentía una conexión más fuerte con ella, una atracción que no podía ignorar.

El Diario de EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora