El Abismo

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Clara miraba la pantalla de su teléfono con los ojos nublados de lágrimas. El mensaje de Emily era claro, frío, y definitivo. —No puedo seguir así, Clara. Necesito distancia. Por favor, no me busques más—. La frialdad de esas palabras se sentía como una daga clavada en su pecho, y en ese instante, el peso de la realidad la aplastó.

Estaba sola.

Había perdido todo por su obsesión: su matrimonio con Robert, su relación con Emily, e incluso su propia identidad. Durante meses, su vida había girado exclusivamente en torno a un deseo prohibido, a una fantasía que la había consumido. Y ahora, ya no le quedaba nada.

El entorno en el que se encontraba solo intensificaba esa sensación de vacío. Clara decidió salir de la soledad de aquella casa que compartió algún día con Robert, se hallaba en la misma cabaña aislada donde todo había comenzado a derrumbarse. La soledad era abrumadora, y el silencio del bosque circundante parecía acentuar su desesperación, toda la calma que ella había querido encontrar en ese lugar resultó ser todo lo contrario. La cabaña ahora se sentía como una prisión, y Clara sabía que, si se quedaba allí un segundo más, terminaría por perderse completamente.

Tomó una decisión en ese momento, una que había estado rondando en su mente desde que leyó las fantasías más oscuras y atrevidas en el diario de Emily. Si todo estaba perdido, si ya no quedaba nada, entonces no había nada que la atara. La Clara de antes había desaparecido, y la nueva Clara, la que había emergido de la obsesión, estaba dispuesta a cruzar cualquier límite.

Tomó un frasco de pastillas de su bolso, sin pensar demasiado en lo que hacía. Las pastillas, un sedante recetado para lidiar con la ansiedad que había venido acumulando durante meses, ahora serían la llave para desconectarse de su realidad, para liberarse de las cadenas de la conciencia. No había nada que temer, ni remordimientos que sentir.

Tomó varias pastillas y las tragó con un sorbo de agua. Al principio, no sintió nada, pero poco a poco, una niebla comenzó a envolver su mente, amortiguando el dolor y la culpa que habían estado devorándola. El mundo exterior se fue desdibujando y, por primera vez en mucho tiempo, Clara sintió una calma inquietante. Con esa tranquilidad falsa, se preparó para salir.

No sabía exactamente a dónde iba, pero sentía que la ciudad, con su ruido y su anonimato, era el lugar ideal para perderse. Se vistió apresuradamente, sin preocuparse demasiado por su apariencia. Tomó un taxi hacia un bar en el centro, uno que había visitado hacía años, antes de que su vida se convirtiera en una serie de decisiones erróneas.

Cuando llegó al bar, la música y el murmullo de la multitud la recibieron con una calidez artificial. El alcohol fluyó rápidamente, y Clara sintió que cada trago la desconectaba un poco más de su propio cuerpo. Estaba buscando algo, algo que ni siquiera ella podía definir con claridad, pero sabía que lo encontraría esa noche. Era una especie de resolución interna, un último acto de autodestrucción.

En algún punto de la noche, vio a tres hombres que bebían y reían juntos en la barra. Eran extraños, y eso era exactamente lo que Clara necesitaba. Se acercó a ellos, con una sonrisa que no le pertenecía, sintiendo una energía inquietante creciendo dentro de ella.

Las palabras fluyeron de manera casual al principio, coqueteos ligeros, miradas cómplices. Los hombres, encantados por su repentina compañía, le devolvieron las atenciones. Sin embargo, detrás de las risas y el flirteo, Clara estaba jugando un juego más oscuro. Sabía lo que quería. Quería cumplir esa fantasía que había leído en el diario de Emily, esa que la había perturbado y fascinado a partes iguales.

Uno de los hombres, el más alto de los tres, le preguntó su nombre, pero Clara no respondió de inmediato. En lugar de eso, tomó su mano y lo guió fuera del bar, los otros dos siguiéndolos como sombras. Apenas les lanzó una mirada, sabiendo que ellos estarían dispuestos a hacer lo que ella quisiera. Se dirigieron hacia un hotel cercano, uno barato, discreto, donde nadie les haría preguntas.

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