Patrick
Esto no era lo que esperaba cuando amenazó con encadenarme en su habitación, no lo sé, un poco de amenazas, de sexo quizás o qué sé yo. Pero no. No hay amenazas, o sexo para variar, lo sé, suena horrible. En cambio me dio cachorros para alimentar y pláticas aburridas.
Estoy odiando esto. Era mejor que me obligara a tener sexo.
Nero gruñe y se sube a la cama, se frota y ronronea contra mí, es lindo, más que su hermana, esa todavía me muerde y llevo aquí como cinco días.No hay guardias, sólo Enzo, quien por desgracia no me visita, que por muy bueno que esté sigue siendo uno solo. Andrea está peor de cómo pensaba, no tiene presupuesto y ciertamente no me sorprende. Es un puto desastre y se niega a obtener mi ayuda.
Orgulloso de mierda.
Dejo a Nero dormido y me pongo a hacer ejercicios, no puedo estar en la cama todo el maldito día, al menos la cadena me da bastante margen de maniobra. Estoy en una situación ridícula, pero bueno, ¿Qué esperaba, que confiara en mí desde el principio? Supongo que era pedir demasiado.
Hago todo lo que puedo y rebusco en su armario, necesito un baño y pensar en cómo deshacerme de la maldita cadena. Mojo las vendas y las quito con cuidado, cuando lo hago en seco duele demasiado, pero al menos mejoran poco a poco. Bañado y listo vuelvo a la cama, Nero me mordisquea suavemente el brazo bueno mientras Melo sigue en el asiento mirándome con desconfianza.
No le gusto, puedo decir eso.
Los cachorros gruñen cuando escuchan el duro portazo, no más de unos segundos más tarde aparece Andrea furioso, sé que no se debe a mí ya que mi secreto está bien guardado. Los cachorros se erizan sintiendo su enfado, oliéndolo, no lo sé. Da un paso hacia mí y Nero da un zarpazo.—No le haré daño —gruñe con molestia, eso no mejora la situación, ni siquiera su chica favorita lo deja acercarse—. Me daré un baño.
Agarra ropa y se va directo al baño, acaricio a Nero haciéndolo retozar en la cama, al menos parece que ando de vacaciones, excepto si el león que está tomando una ducha ahora decide ponerse agresivo. Andrea sale con un pantalón de piyama y una cara que no da envidia.
Aún está enojado y a los cachorros no les gusta.
—Cállense —gruñe tirándose bocabajo en su lado de la cama, Nero lo mordisquea como si fuese un juguete masticable—. Abajo.
El gato grande baja enseguida y sube al sillón con su hermana.
—¿Qué pasó?
—Nada.
—Ajá. ¿Hasta cuando tengo que estar aquí como una de tus mascotas?
—Hasta que me dé la gana —me coloco sobre sus muslos y le muerdo la espalda, la cadena cae sobre la cama haciendo un ruido pesado—. ¿Qué mierda estás haciendo?
—Los cachorros tienen sus necesidades, yo tengo otras —muerdo más abajo y lamo su piel, Andrea se gira haciéndome caer a la cama. Se levanta más que ofendido y les quita el asiento a sus hijos felinos.
—No me acuesto con hombres.
Levanto una ceja.
—¿Cuándo decidiste esa mierda, después de follarme, de intentar follar por segunda vez, cuando decidiste masturbarme en un operativo, o la última vez en el hotel? La primera estabas borracho, pero las demás, ya sabes… —humedezco mis labios, pero tengo que reírme de la cara asustada de Andrea.
—Fue un error, iba a joderte para sacarte de mi sistema.
—¿Y ya estoy fuera? —aparta la mirada de mí, eso lo dice todo—. Supongo que no, así que todavía podemos sacarlo.
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(III) Perversas intenciones (BL)
Ficción General¿Amor? No me hagan reír, tampoco soy de los tontos que se obsesionan. A mi padre le funcionó, pues felicidades para él, pero no soy de esos. Lo mío es la adrenalina, mi trabajo, dar órdenes y ahora infiltrarme en la mafia Italiana para acabarlos des...