Capítulo 4: Primer Día de Clases

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El primer día de clases en Oxford llegó antes de lo que esperaba. Caminé por los pasillos históricos del edificio principal, sintiéndome una más entre la multitud de estudiantes que se apresuraban a llegar a sus respectivas aulas. La universidad parecía tener una vida propia, con sus paredes antiguas susurrando historias de generaciones pasadas. No podía evitar sentirme pequeña en comparación con la magnitud de todo lo que me rodeaba, pero al mismo tiempo, me invadía una emoción indescriptible.

El aula donde tendría mi primera clase era amplia, con ventanales altos que dejaban pasar la suave luz de la mañana. Me acerqué a una de las filas del medio, buscando un lugar que me permitiera observar sin ser el centro de atención. Mientras me acomodaba en mi asiento, saqué un cuaderno y un bolígrafo, lista para tomar notas, aunque en mi interior las mariposas seguían revoloteando.

A mi alrededor, los demás estudiantes ya estaban instalándose. Algunos hablaban entre ellos, otros revisaban sus materiales, y algunos simplemente esperaban en silencio, al igual que yo. El profesor llegó a tiempo, un hombre de aspecto serio pero con una mirada aguda, que no tardó en captar la atención de todos en el aula. Comenzó a hablar sobre los objetivos del curso, su voz firme pero calmada, mientras pasaba de un tema a otro con fluidez.

El ambiente en la clase era formal, pero a la vez, había una cierta energía en el aire, una mezcla de nerviosismo y expectativa. Todos los que estábamos allí sabíamos que estábamos en uno de los lugares más prestigiosos del mundo, y la presión por sobresalir comenzaba a sentirse. Mientras el profesor exponía el contenido, trataba de concentrarme, tomando notas rápidas, aunque mi mente aún vagaba entre la emoción de estar en este lugar y el miedo a no estar a la altura.

De repente, la puerta del aula se abrió. Sentí un ligero movimiento en la sala, pero no giré la cabeza, decidida a mantenerme enfocada en lo que el profesor decía. Podía escuchar el sonido de pasos que resonaban en el suelo de madera, acompañados por un susurro apenas audible. Fue un breve momento de distracción, pero logré recuperar mi atención rápidamente, sumergiéndome de nuevo en las palabras del profesor.

La clase continuó sin interrupciones. Mientras el profesor hablaba, mi mente divagaba por momentos, imaginando cómo sería el resto del año. Había tantos rostros nuevos, tantas oportunidades por delante. El desafío académico era real, y aunque la carga de estudio prometía ser abrumadora, había algo en la atmósfera que me hacía sentir que estaba exactamente donde debía estar.

Cuando la clase terminó, recogí mis cosas lentamente, permitiendo que los demás estudiantes se adelantaran. Salí del aula con una mezcla de emociones: satisfacción por haber superado el primer día, pero también una sensación de que algo nuevo y emocionante estaba por llegar, aunque aún no sabía exactamente qué.

Luke y SarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora