Capítulo 6: La Sabiduría de Nana

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Desde que Luke tiene memoria, su niñera, a quien cariñosamente llamaba "Nana", ha sido una figura constante en su vida. No era solo una empleada de la familia Harrison, sino alguien que había estado a su lado desde que era un bebé, cuando sus padres viajaban constantemente por asuntos de negocios. Nana era la que lo consolaba en las noches de tormenta, la que le leía historias antes de dormir, y quien lo guiaba en momentos de duda con una calma que solo alguien con una sabiduría profunda podía tener.

De origen irlandés, Nana había llegado a la casa de los Harrison cuando Luke tenía apenas unos meses. Era una mujer de modales suaves pero firmes, con una mezcla perfecta de afecto y disciplina. Para Luke, ella era la madre que siempre estaba presente, la que escuchaba, la que veía más allá del apellido y la fortuna.

Nana no solo lo cuidaba físicamente, sino que también se encargó de nutrir su mente desde muy pequeño. Tenía una convicción inquebrantable: "Nada se logra sin inteligencia, Luke", le repetía con frecuencia. "Puedes tener todo el dinero del mundo, pero si no aprendes a pensar, serás un tonto con bolsillos llenos". Estas palabras resonaban en la mente de Luke incluso hasta ahora, mientras caminaba por los pasillos de Oxford. Fue ella quien le inculcó la importancia de ser más que el legado de su apellido, y esa enseñanza fue lo que lo llevó a querer hacer los exámenes de admisión, a pesar de las objeciones de su padre.

A lo largo de su niñez y adolescencia, Nana le enseñó más que cualquier tutor contratado por sus padres. Mientras los demás se centraban en las matemáticas avanzadas, el arte o la política, ella le enseñaba sobre la vida. Le hablaba de la humildad, de la importancia de ser justo, y sobre todo, de pensar por sí mismo. Luke recuerda claramente una tarde cuando, tras haber perdido en un debate escolar, se sintió devastado.

-Nana, me ganaron porque son más inteligentes -le dijo con frustración.

-No, Luke -respondió ella, mientras le acariciaba el cabello con ternura-. Te ganaron porque no escuchaste. La inteligencia no es solo tener la respuesta correcta, es saber escuchar a los demás y aprender de lo que dicen. Siempre recuerda, querido, que la inteligencia sin corazón no vale nada.

Esas palabras se quedaron grabadas en él. Luke admiraba profundamente a Nana, no solo por su conocimiento, sino por su capacidad de ver el mundo de una manera diferente. A pesar de provenir de una familia modesta, ella tenía una sabiduría que sobrepasaba cualquier riqueza.

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Luke había dejado la casa familiar atrás, pero ahora se encontraba en un nuevo hogar, su piso en Oxford. Compartía este espacio con su mejor amigo, Oliver, a quien había conocido en uno de los eventos benéficos de su familia años atrás. Oliver provenía de una familia de clase alta, aunque no tan influyente como los Harrison, y ambos habían encontrado en el otro un apoyo mutuo en medio del ambiente elitista que los rodeaba.

El piso que compartían estaba en una de las zonas más exclusivas de Oxford, un edificio antiguo con ventanales amplios que daban vista a los jardines de la universidad. Los muebles eran una mezcla entre lo moderno y lo tradicional, reflejando el gusto refinado que ambos habían desarrollado con los años. A pesar del lujo que los rodeaba, tanto Luke como Oliver mantenían un ambiente relajado en casa. Para ellos, aquel piso era su refugio, un espacio donde podían ser ellos mismos sin las expectativas sociales que cargaban fuera de esas paredes.

Oliver era todo lo que Luke necesitaba en un amigo: leal, sarcástico y, sobre todo, sincero. Aunque a menudo bromeaba sobre la obsesión de Luke con la perfección y la independencia, entendía perfectamente el peso que cargaba sobre sus hombros. Había algo en Oliver que hacía que Luke se sintiera a gusto, sin necesidad de impresionar ni de cumplir con ninguna expectativa.

-¿Preparado para el semestre? -le preguntó Oliver una noche mientras ambos estaban sentados en el salón, revisando sus horarios de clases.

-Lo estoy, pero no deja de ser intimidante -respondió Luke, dejando escapar un suspiro-. Siempre siento que tengo que probar algo, incluso aquí.

Oliver lo miró con una ceja levantada y una sonrisa burlona.

-Hombre, ya sabes que todos te ven como "el Harrison". Eres como una celebridad. No tienes que probar nada.

-Ese es el problema -respondió Luke, mirando por la ventana hacia la ciudad iluminada-. Quiero que me vean por quien soy, no por lo que representa mi apellido.

Oliver asintió, comprendiendo la lucha interna de su amigo. Sabía que, aunque Luke tenía todas las comodidades y oportunidades a su disposición, también cargaba con la presión de estar siempre a la altura del legado familiar.

A pesar de todo, ambos estaban emocionados por lo que venía. Sabían que los años en Oxford serían desafiantes, pero también estaban llenos de posibilidades. Aunque sus caminos eran diferentes, Oliver y Luke compartían una ambición similar: la de forjar sus propios destinos, más allá de las expectativas familiares o sociales.

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Nana no estaba allí físicamente, pero su influencia seguía presente en la vida de Luke, especialmente en los momentos de duda. Cuando se sentía abrumado por las expectativas o por las presiones de su apellido, recordaba las palabras de su niñera, las lecciones que le había impartido y el amor con el que lo había criado. Aunque no la había visto tanto desde que se mudó a Oxford, sabía que ella siempre estaría allí para él, al otro lado del teléfono, con su consejo y su sabiduría.

Luke miró su escritorio, donde una vieja foto de él y Nana en el jardín de su casa seguía enmarcada, como un recordatorio de que, aunque su vida estuviera llena de lujos y expectativas, su verdadera riqueza venía de las personas que lo habían formado.

Luke y SarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora