Capítulo 15: Los Días Que Se Escapan

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El paso de las semanas en Oxford estaba marcando un ritmo constante para Sarah y Luke. La vida universitaria, con sus idiosincrasias y horarios impredecibles, parecía funcionar como un mecanismo intrincado donde los caminos de ambos se cruzaban con la frecuencia de un reloj de arena. La sensación de familiaridad de los primeros días se estaba asentando en una rutina más estable, aunque sus caminos seguían sin coincidir en la mayoría de los aspectos.

Sarah, después del agitado primer encuentro en la fiesta, comenzó a adaptarse a la vida en Oxford con la dedicación y entusiasmo que siempre la había caracterizado. Sus días estaban ocupados por clases, lecturas y el trato con sus nuevas compañeras de piso. El horario de sus clases estaba bien establecido, con materias programadas en la mañana. Sarah solía comenzar su jornada a primera hora, participando en clases que requerían un alto nivel de concentración y reflexión. Las mañanas eran su momento más productivo, y su energía estaba a su máxima capacidad para enfrentar los retos académicos del día.

Por otro lado, Luke tenía una rutina diferente. Sus clases se programaban principalmente en la tarde, un hecho que había influido en su vida diaria desde el primer momento en que llegó a Oxford. Su horario le permitía comenzar el día con calma y concentrarse en su estudio durante las horas de la tarde. Luke estaba acostumbrado a la dinámica de sus clases vespertinas, que se ajustaban a su ritmo natural y a sus preferencias personales. La tarde era su periodo más productivo, y el tiempo transcurrido desde el mediodía hasta la noche estaba reservado para sus actividades académicas.

El hecho de que ambos tuvieran horarios tan diferentes resultó en una separación tácita en sus rutinas diarias. Aunque compartían el mismo campus, sus caminos se cruzaban raramente. La falta de coincidencias en sus horarios de clase significaba que no tenían la oportunidad de encontrarse en el aula ni de interactuar durante el día.

Sarah y Luke, en gran medida, continuaban su día sin la presencia del otro. Cada uno estaba inmerso en sus respectivos cursos y en sus responsabilidades diarias. Las semanas pasaban con una regularidad que parecía estar marcada por la rutina y el ritmo académico. Sarah estaba sumergida en sus estudios y en su vida social universitaria, mientras que Luke se dedicaba a sus clases y a sus propias actividades extracurriculares. La distancia, aunque no necesariamente física, seguía siendo palpable.

Había ocasiones en las que ambos se encontraban en el campus, pero estas interacciones eran breves y esporádicas. A veces se cruzaban en los pasillos entre clases o se encontraban en la cafetería durante el almuerzo. Sin embargo, esos encuentros no eran más que momentos fugaces, sin oportunidad para profundizar en una conversación significativa. Sarah, ocupada con sus lecturas y sus compromisos sociales, y Luke, enfocado en sus tareas y en sus reuniones de grupo, no lograban encontrar el momento adecuado para interactuar.

En las ocasiones en que coincidían en una de las aulas compartidas, el encuentro era breve y a menudo se limitaba a un saludo cordial o a un intercambio de miradas. Luke solía llegar a sus clases vespertinas justo a tiempo, a menudo apresurándose para entrar en el aula sin la oportunidad de hablar con Sarah, quien ya había terminado su jornada académica. Por su parte, Sarah llegaba a sus clases matutinas con la mente centrada en los temas del día, sin tiempo para establecer una conexión significativa con Luke.

El contraste en sus horarios también reflejaba la diferencia en sus estilos de vida y en sus prioridades. Sarah, con su enfoque en las primeras horas del día, mantenía una rutina organizada y estructurada. Luke, por otro lado, se beneficiaba de un horario más relajado que le permitía centrarse en sus estudios en su propio ritmo.

A medida que los días se convirtieron en semanas, el tiempo continuó avanzando sin que sus caminos se entrelazaran de manera significativa. La falta de coincidencias en sus horarios de clase mantenía a Sarah y Luke en órbitas separadas, cada uno siguiendo su propio curso dentro del vasto universo de Oxford. Aunque la posibilidad de una interacción más profunda estaba latente, las circunstancias seguían siendo un obstáculo.

Ambos estaban inmersos en sus vidas universitarias, enfrentando los desafíos y las oportunidades que se presentaban. La rutina diaria seguía su curso, con Sarah y Luke siguiendo sus respectivos caminos sin la certeza de cuándo sus trayectorias se cruzarían nuevamente. El paso del tiempo, con sus encuentros breves y sus caminos divergentes, mantenía una distancia que parecía ser parte del proceso de adaptación a la vida en Oxford.

A medida que el semestre avanzaba, Sarah y Luke continuaban adaptándose a sus nuevas rutinas y a la vida universitaria. La distancia que los separaba no era más que una característica del entorno académico, un recordatorio de la complejidad de sus horarios y de la necesidad de encontrar un equilibrio entre el estudio y la vida social. Aunque sus caminos no se cruzaban con frecuencia, el tiempo seguía avanzando, marcando el ritmo de sus vidas en Oxford.

Luke y SarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora