Capítulo 3

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Los pasos de Aquino resonaban de manera irregular en la oscuridad de la dungeon. Cada uno requería de mucho esfuerzo; su cuerpo aún se encontraba debilitado. Duxo lo seguía de cerca, sus ojos fijos en la espalda de Aquino, preparado para intervenir si era necesario.

—No tienes que seguir con esto ahora —dijo Duxo en un susurro suave, rompiendo el tenso silencio entre ellos.

Aquino se detuvo en seco, cerrando los ojos y apretando los puños. Un dolor agudo atravesó su cabeza. "Estoy bien", se repetía a sí mismo, aunque su cuerpo gritaba lo contrario.

—Estoy perfectamente bien —respondió con frialdad, sin mirarlo. Luego, con un respiro profundo, retomó la marcha, ignorando la sensación de mareo que amenazaba con hacerlo tambalear.

Duxo observó con preocupación, mordiéndose los labios. Quería insistir, pero conocía a Aquino lo suficiente como para saber que hacerlo solo lo alejaría más. Optó por seguirlo en silencio, manteniendo la distancia justa para actuar en caso de emergencia.

La oscuridad se cerraba a su alrededor mientras avanzaban más profundo en la dungeon, con la única luz proveniente de la antorcha que Duxo sostenía. Aquino mantenía su postura erguida, negándose a mostrar debilidad, especialmente ante Duxo. Hacía esto por él, por su propia terquedad y por ese amor que no se atrevía a admitir.

De repente, el suelo crujió bajo sus pies. Aquino apenas tuvo tiempo para reaccionar antes de que las trampas se activaran. El suelo se desmoronó, y unas afiladas estacas de piedra emergieron hacia él.

—¡Cuidado! —gritó Duxo mientras se lanzaba hacia Aquino, atrapándolo justo a tiempo y alejándolo de aquellas estacas. Ambos cayeron al suelo, con Aquino en los brazos de Duxo, quien lo envolvió en un abrazo protector.

El pecho de Aquino subía y bajaba con rapidez. Su rostro, pálido por el susto, se apoyaba contra el pecho de Duxo, quien lo sostenía con fuerza, como si quisiera aferrarse a él para siempre. En ese abrazo, Aquino sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: seguridad. ¿Cuándo fue la última vez que alguien lo protegió de esa manera? La calidez que provenía de Duxo lo hacía sentirse... a salvo.

Después de unos segundos, Aquino se recompuso, deshaciendo el abrazo con cierta torpeza.

—Gracias, pero no necesitas arriesgarte por mí —dijo en un tono que pretendía ser firme, aunque la preocupación era evidente en su voz.

Duxo se incorporó lentamente, sin apartar sus ojos de Aquino. Sabía que estaba herido, y la obstinación de Aquino solo empeoraba su situación.

—Te arriesgas por mí todo el tiempo, y me duele ver que te lastimas por mi culpa —respondió Duxo, suavemente, mientras posaba una mano en la mejilla de Aquino. — Me importas más de lo que puedes imaginar. Siempre te protegeré, aunque quieras que no lo haga.

Aquino lo miró en silencio, perdido en la profundidad de los ojos de Duxo. Las palabras se atascaban en su garganta. Un leve sonrojo apareció en sus mejillas, aunque fue oculto por su mascarilla. A pesar de todo, sabía que no podía rendirse; era demasiado testarudo para ello.

Tras un instante de duda, Aquino se levantó, tambaleando ligeramente. Duxo extendió su mano para ayudarlo, y esta vez, Aquino aceptó. Ese simple gesto le trajo un sentimiento algo amargo. Sabía que necesitaba ayuda, pero odiaba esa sensación de fragilidad.

—Será mejor que sigamos —murmuró Aquino, esta vez en un tono más suave.

Duxo asintió y, en lugar de soltar su mano, la sostuvo con firmeza mientras caminaban, dispuesto a ser su soporte en cada paso.

Mientras continuaban explorando la dungeon, Aquino se esforzaba por concentrarse en su misión. Las inscripciones en las paredes captaban su atención, se acercó a leer a aquellas inscripciones. Duxo observaba a Aquino en silencio, notando la tensión en sus hombros. Quiso preguntar qué estaba leyendo, qué significaban esos símbolos, pero algo en la expresión de Aquino le dijo que no obtendría respuesta. En cambio, se acercó a las inscripciones, intentando descifrarlas por sí mismo.

—Habla de una ruptura en el tiempo —dijo Aquino finalmente, su voz baja, como si revelara un secreto enterrado—. Y de algo... más peligroso que aún no entiendo.

Duxo no comprendía completamente lo que Aquino decía, pero podía ver el conflicto en su expresión. Algo lo perturbaba desde hacía días. Quizás era un secreto que aún no podía compartir, pero Duxo sabía que estaría a su lado, aunque Aquino no dijera nada.

—Juntos podremos con todo —anunció Duxo, colocando una mano en el hombro de Aquino. Era un gesto sencillo, pero lleno de promesas.

Aquino sintió cómo las palabras de Duxo lo sacaba de su burbuja de pensamientos. Sus ojos se encontraron y, por un segundo, el tiempo pareció detenerse. Una pequeña sonrisa se asomó en su rostro. ¿Cuándo podrían, de verdad, con todo juntos? Sabía que esta era su última oportunidad, y no pensaba rendirse. Aunque eso se trate de llevarlo a su fin.

Ambos continuaron explorando, recogiendo lo que encontraban a su paso y enfrentando los peligros que se presentaban. Duxo se alejó un poco, buscando más objetos útiles. Fue entonces cuando encontró un cofre. Al abrirlo, descubrió un extraño libro. "Debe ser uno de encantamiento", pensó mientras lo tomaba. Sin embargo, al tocarlo, un torrente de visiones lo envolvió.

Duxo vio un mundo lleno de destrucción. La visión era borrosa y confusa, pero el miedo se apoderó de él. Respiró entrecortadamente, dejando caer el libro al suelo. "¿Qué era eso?", pensó, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.

—¿Duxo? —la voz de Aquino lo llamó, sacándolo de su espanto. Duxo, tembloroso, guardó el libro en su mochila y volvió con Aquino. Quizás, pensó, era mejor discutirlo con él más tarde, cuando estuvieran a salvo.

Al acercarse, Duxo tomó la mano de Aquino con suavidad, entrelazando sus dedos en un acto reflejo de protección. Aquino, aunque sorprendido, no se opuso. Juntos, continuaron adentrándose en la oscuridad de la dungeon, sabiendo que aún tenían mucho por enfrentar, pero con la esperanza de que esta vez, su unión les permitiera superar cualquier obstáculo.

Realidad Rota [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora