Aquino permanecía al lado de Duxo, sentado en una vieja silla que crujía bajo su peso. No había despegado los ojos de él en horas, observando con desesperación cada pequeño movimiento que hacía, esperando una señal de mejora. Los pensamientos dentro de su cabeza lo abrumaban, pero todos apuntaban al mismo temor: ¿y si no despertaba?
El aire en la habitación era denso, opresivo. Las antorchas parpadeaban débilmente, incapaces de iluminar por completo el espacio, como si la oscuridad hubiera decidido quedarse a acecharlos. Aquino intentaba mantenerse despierto, pero el cansancio empezaba a ganarle. Sus párpados pesaban y, a pesar de que su voluntad le rogaba que se mantuviera alerta, el agotamiento lo venció. Se quedó dormido, su cuerpo se apoyo en Duxo, su brazo apenas rozando el borde de la cama.
El silencio llenó el cuarto hasta que, de repente, Duxo se agitó. Primero, fue un pequeño temblor en sus dedos, seguido de un suspiro pesado. Dentro de su mente, las sombras lo atormentaban y le susurraban horrores sin forma. Las pesadillas lo envolvían, llevándolo a rincones oscuros de los que no podía escapar. Hasta que, de algún modo, un calor familiar comenzó a desvanecer los gritos de su subconsciente.
Cuando sus ojos finalmente se abrieron, su respiración era agitada, pero lo primero que vio fue a Aquino, dormido junto a él, con la expresión tensa aún en su rostro. El caos que sentía en su mente se disipó momentáneamente. La simple presencia de Aquino le dio paz, algo que no había sentido en lo que parecía una eternidad.
Duxo alzó una mano con esfuerzo y la llevó al cabello de Aquino, enredando suavemente los dedos en sus mechones. Un toque apenas perceptible, pero suficiente para que Aquino se despertara, su cuerpo reaccionando antes que su mente. Se incorporó rápidamente, frotándose los ojos, y al notar que Duxo estaba despierto, su corazón dio un vuelco.
—¡Duxo! —exclamó, el alivio transformando su voz en un susurro agitado.
Sin pensarlo dos veces, Aquino se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo cálido y lleno de cariño, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento. Duxo, aunque débil, levantó los brazos y lo rodeó con la misma intensidad. Sus cuerpos se encontraron en una sincronía silenciosa, una unión que no necesitaba palabras.
—No vuelvas a asustarme así nunca más..—murmuró Aquino contra su hombro, su voz quebrada.
Duxo cerró los ojos, sintiendo la preocupación en las palabras de Aquino. Durante lo que parecían horas, permanecieron así, aferrándose el uno al otro, intentando convencerse de que todo estaría bien.
Cuando Aquino finalmente lo soltó, se apartó solo lo suficiente para verlo mejor. Sus manos aún descansaban en los hombros de Duxo, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier instante.
—Tuve que quitarte el amuleto —confesó Aquino, su voz temblando levemente—. Estaba drenando tu vida. Si no lo hacía, te hubiera... —Se detuvo, incapaz de terminar la frase.Duxo asintió lentamente, una sombra oscura cruzando su mirada. Aunque comprendía, el miedo se instaló en su pecho como un peso imposible de ignorar.
—Lo entiendo... —murmuró Duxo—. Pero sin el amuleto... —su voz se quebró—, Aquino, no sé qué va a pasar. Las pesadillas... las alucinaciones... No sé si puedo controlarlo. ¿Y si te hago daño sin querer? —El temor en su voz era notable.Aquino lo tomó del rostro con ambas manos, obligándolo a mirarlo directamente. Los ojos de Duxo, normalmente llenos de malicia juguetona, ahora estaban llenos de una vulnerabilidad que Aquino rara vez había visto. Le dolía verlo así, pero trató de mostrarse firme.
—No va a pasar, Duxo. No te voy a dejar solo en esto. Lo solucionaremos... juntos. —Sus palabras eran firmes, pero por dentro, una sombra de duda crecía en su corazón.
Duxo cerró los ojos un momento, buscando refugio en la promesa de Aquino. Pero el miedo seguía ahí, instalado en lo más profundo de su ser. Las sombras nunca lo habían dejado en paz, ni siquiera con el amuleto. Sin él, ¿qué era capaz de hacer?Aquino, sin embargo, no dejó que su preocupación se filtrara en su voz. Sabía que tenía que ser fuerte por los dos. Le acarició el rostro, deslizando sus dedos por la línea de su mandíbula antes de levantarse.
—Voy a buscarte algo de agua —dijo, más para ocupar sus manos que porque realmente fuera necesario.
Duxo asintió en silencio, mirando al techo mientras Aquino salía de la habitación. En cuanto se quedó solo, el ambiente volvió a tornarse pesado. Las sombras en las esquinas parecían alargarse, distorsionándose en formas horribles que lo asustaban.
Por un segundo, creyó ver una figura en la esquina de la habitación, una silueta oscura, imposible de distinguir, pero tan real como el frío en el aire. El miedo lo paralizó, pero cuando parpadeó, la figura ya no estaba. Se enderezó un poco, intentando controlar su respiración, pero el terror se quedó con él. Sabía que esas alucinaciones no eran imaginaciones suyas.
Aquino regresó con el agua y lo miró detenidamente, notando el cambio en su semblante. Duxo forzó una sonrisa, una que no llegaba a sus ojos.
—¿Estás bien? —preguntó Aquino, acercándose rápidamente.
—Sí... —Duxo lo miró a los ojos, pero en su interior, sabía que esa era una mentira.
Aquino no se dejó engañar, pero tampoco lo presionó. Se limitó a sentarse de nuevo a su lado, sujetando su mano con fuerza.—No importa lo que pase —susurró Aquino, más para sí mismo que para Duxo—. No voy a dejarte. No esta vez.
Duxo asintió, aferrándose a esas palabras como un salvavidas. Pero el miedo persistía, mientras la oscuridad crecía a su alrededor, Duxo se preguntó en silencio cuánto tiempo más podría engañar a Aquino... y a sí mismo.
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Realidad Rota [Duxino]
FanfictionEs un ciclo interminable, un bucle en el que Aquino y Duxo están atrapados, condenados a repetir una y otra vez la misma historia. Cada vez que Aquino retrocede en el tiempo, es con la esperanza de salvar a su amigo, de evitar el final trágico que s...