Capítulo 5

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Algunos días habían pasado desde que regresaron de aquella dungeon, pero algo en Duxo había cambiado. Había una inquietud en su mirada, quizás esas palabras extrañas o el misterioso libro que encontró lo habían marcado de alguna manera.

Esa misma noche, apenas habían vuelto, Duxo fue torturado por una pesadilla que lo envolvió en una densa oscuridad. Se encontraba solo, atrapado en un vacío opresivo. Los susurros a su alrededor parecían lejanos, distorsionados, como si vinieran de las profundidades de un abismo inalcanzable.

Frente a él, una figura comenzó a formarse en las sombras. Aunque cada paso que daba parecía hundirlo más, siguió avanzando, incapaz de detenerse. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, vio el rostro de Aquino... pero no era el Aquino que conocía. Este estaba cubierto de cortes y golpes, su semblante reflejaba un dolor tan profundo que le heló el corazón.

—¿Por qué me lastimas? —preguntó Aquino con una voz quebrada, llena de sufrimiento.

—¡No! Yo jamás te haría daño... —respondió Duxo, pero las palabras se atascaban en su garganta, impotente ante la situación.

De repente, el escenario cambió y Duxo se vio rodeado por versiones de sí mismo, todas consumidas por una sombra devoradora que los destruía lentamente. La oscuridad lo cubría todo, arrastrándolo hacia un caos imparable.

Despertó sobresaltado, empapado en sudor, con la respiración agitada. Las imágenes aún se grababan en su mente, y aunque trataba de calmarse, una sensación de inquietud seguía aprisionándole el pecho. A su lado, Aquino dormía plácidamente, ajeno al tormento que lo consumía.

Duxo lo miró por un largo rato, observando la serenidad en su expresión. "Es tan hermoso", pensó, y por un momento esa idea le trajo algo de paz. Pero mientras cerraba los ojos de nuevo, sabía que algo estaba terriblemente mal.

Las pesadillas no tardaron en volverse más recurrentes, y Duxo, cada vez más paranoico, sentía la sombra acechándolo a cada paso.

Unos días después, Aquino decidió embarcarse en una nueva aventura en busca de un amuleto, esperando que este pudiera ayudar a Duxo. Como siempre, Duxo lo acompañó, aunque caminaba un paso más atrás, como si algo invisible lo empujara hacia las sombras.

—Solo tenemos que encontrar el amuleto y salir de aquí —dijo Aquino, intentando aligerar la tensión.

Duxo asintió, pero su mirada estaba perdida. Aquino no pudo evitar notar el cansancio y la preocupación en el rostro de su compañero. Recordó las noches en las que Duxo despertaba sobresaltado, murmurando: "No puedo... no puedo dejar que te pase nada."

Caminaban a través de un bosque oscuro, cuando de repente, un grupo de zombies apareció de entre las sombras. Aquino se lanzó a pelear, y aunque Duxo lo acompañaba al principio, pronto su comportamiento cambió. Cada golpe que daba se volvía más violento, más salvaje.

—¡Duxo, cálmate! —gritó Aquino, pero Duxo parecía no escucharle.

En medio de la lucha, la furia de Duxo se descontroló y, en un momento de distracción, estuvo a punto de herir a Aquino con su espada.

—¡Detente! ¡Estás perdiendo el control! —gritó Aquino, desesperado, tomando el brazo de Duxo y obligándolo a mirarle. Los ojos lilas de Duxo, que antes transmitían dulzura, ahora estaban llenos de una oscuridad aterradora.

—Aquino... —murmuró Duxo, respirando con dificultad—. No puedo... no puedo fallarte.

Aquino lo abrazó, su corazón acelerado, tratando de calmar el miedo que sentía en lo profundo de su ser. Duxo, roto por dentro, derramó lágrimas silenciosas. Ambos estaban perdidos.

Esa noche, acamparon en un lugar seguro. Aquino tenía su mente llena de preguntas sin respuesta. Lo abrazó con fuerza, y aunque el silencio entre ellos era abrumador, ese simple gesto habló más que cualquier palabra. Duxo lloró en sus brazos, mientras Aquino, aún con el corazón herido, lo consolaba con una ternura que solo el amor más profundo podía ofrecer.

Al amanecer, mientras Aquino contemplaba el paisaje, un portal de luz apareció. Sabía quién lo traía: Soaring.

—Aquino, Duxo está mal. Su oscuridad está afectándolo... y a ti también.

Aquino frunció el ceño, —¿Apoco si? —respondió con sarcasmo. Pero en su interior, las palabras de Soaring lo golpearon con fuerza.

—Tienes que hacer algo. No solo por él, también por ti. Si no actúas pronto, las cosas solo empeorarán.

Aquino se quedó en silencio, con un nudo en la garganta. No sabía por dónde empezar, pero mientras miraba a Duxo a lo lejos, sintió que no podía quedarse de brazos cruzados. Sabía que el tiempo se agotaba.
Por primera vez, Aquino no estaba seguro de si el amor sería suficiente para salvarlos a ambos, quizás nunca fue esa la solución.

Realidad Rota [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora