CAPÍTULO 6

10 2 2
                                    

El laboratorio tenía ese zumbido constante que, después de un tiempo, se volvía una presencia más. Lo ignorabas o aprendías a vivir con él, pero hoy no podía concentrarme. Algo me inquietaba.

Tenía ante mí la pantalla con los datos del androide, el modelo C-01, el más reciente del proyecto DARWIN. A simple vista, todo parecía normal. Las lecturas mostraban la rutina esperada: respuestas predecibles, constantes biológicas simuladas. Pero había algo que no cuadraba, un patrón extraño que, por alguna razón, me erizó la piel.

Examiné cada línea de código con cuidado. Vi pequeñas fluctuaciones, casi imperceptibles. Eran detalles mínimos, algo que cualquier otro habría pasado por alto. Pero yo no podía dejar de mirarlo. Había picos de actividad en momentos donde no debería haber nada. Como si... estuviera actuando fuera de su programación.

Fruncí el ceño y me incliné hacia la pantalla, intentando encontrar una explicación. Estos androides no tenían la capacidad de improvisar ni de alterar su propio código. Al menos, eso nos habían dicho. Pero algo en los datos me gritaba lo contrario. Era como si el modelo C-01 estuviera... vivo. O al menos, lo más cercano que podía estar a ello. Un pensamiento irracional, lo sé. Pero las anomalías estaban ahí. ¿Por qué registraba estas reacciones? ¿Por qué ahora?

Me perdí en ese pensamiento, hasta que un susurro detrás de mí me sacó del trance.

¿Te parece normal lo que estás viendo?

Me giré, y ahí estaba Owen. Su rostro tenía una gravedad que no le había visto antes. La sombra de la duda lo envolvía.

Owen... —empecé, pero no sabía cómo terminar la frase. Él ya sabía que yo había visto algo.

Hay cosas que no deberías investigar, Nova —susurró mientras se acercaba, y la tensión en su tono hizo que me sentara más erguida.

¿Qué demonios está pasando? —dije en voz baja, tratando de mantener la calma. Pero la calma ya había huido de mí. No podía sacarme esas lecturas de la cabeza. Algo extraño estaba sucediendo, y Owen lo sabía.

Clarke está jugando con fuego. Experimentos fuera de los parámetros establecidos. Hay más en marcha de lo que podrías imaginar —sus palabras caían pesadas como plomo.

¿De qué hablas? —insistí, sintiendo cómo un escalofrío recorría mi espalda. Sabía que algo iba mal, pero no esperaba esto.

Owen me miró a los ojos, la seriedad en su rostro era casi sofocante. —No se trata solo de desarrollar conciencia artificial. Están probando respuestas emocionales, Nova. Están forzando a los androides a comportarse de formas que no deberían. Respuestas humanas. Reacciones que... que no tienen sentido en máquinas.

Mi corazón latía con fuerza. ¿Respuestas emocionales? No podía ser. Los androides no sentían, no estaban diseñados para eso. Pero si lo que Owen decía era cierto... aquello era más peligroso de lo que jamás imaginé.

¿Y por qué no me habías dicho esto antes? —mi voz salió con más dureza de lo que pretendía.

No deberías estar metida en esto. Nadie debería. Están fuera de control, y los que dirigen esto lo saben. Pero no van a detenerse. —Owen bajó la vista y continuó—. No confíes en Clarke. Ni en Richard Lewis. Ellos saben que esto está al borde de algo incontrolable.

El nudo en mi estómago se apretaba cada vez más. Algo grande se estaba gestando, y yo, sin saber cómo, había quedado atrapada en el medio.

Antes de que pudiera procesar todo lo que me había revelado, mi terminal emitió un pitido. Un mensaje nuevo. Lo abrí, esperando que fuera alguna notificación rutinaria, pero lo que vi me dejó fría.

Deja de investigar o lo lamentarás.

Mi respiración se detuvo un segundo, y sentí el peso de una amenaza tangible caer sobre mí. Miré a Owen, pero él ya no estaba. Había desaparecido sin hacer ruido, dejando tras de sí solo el eco de sus advertencias.

¿Qué significaba esto? ¿Quién me había enviado ese mensaje? Mis manos temblaban mientras cerraba la ventana del mensaje. No podía permitir que nadie notara que me habían amenazado. Intenté mantener la calma, pero una parte de mí estaba aterrorizada. ¿Hasta dónde llegaba este peligro?

Miré la pantalla del androide de nuevo. Subjetivo o no, algo en esos datos me hacía sentir que había una conexión, una chispa que no podía ignorar. Era como si... de alguna manera, el modelo C-01 y yo compartiéramos una corriente subterránea de emociones.

El androide no me respondía, al menos no en el sentido literal. Pero había algo en su comportamiento que resonaba conmigo. Como si estuviera intentando comunicarme algo más allá de su programación.

Me levanté de la silla, nerviosa, pero incapaz de apartar la sensación de que no estaba sola. ¿Acaso era posible? ¿Podía un androide estar... consciente de mí, de lo que yo estaba haciendo?

Esa idea, tan irracional como peligrosa, se instaló en mi mente, y no pude evitar pensar que, tal vez, el sujeto 07 no solo era un experimento fallido o un proyecto audaz. Quizá, solo quizá, estaba intentando decirme algo.

Y lo peor de todo: quería escucharle.

LOS HIJOS DE LA SINGULARIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora