CAPÍTULO 1

19 2 7
                                    


14 de junio de 2082

"... En la programación especial de hoy, en honor al Día de los Creadores, el director de los laboratorios FUSIÓN hará una revelación sobre su enigmático proyecto DARWIN.

¿Será este el anuncio de un nuevo modelo de androide? Las especulaciones están en su punto más alto, y el aire se siente cargado de anticipación y secretismo.

En el resumen diario, se informa sobre disturbios en la Plaza de la Libertad. Un grupo de aproximadamente cien personas se ha manifestado frente a las puertas de los laboratorios FUSIÓN. No es la primera vez que ocurre; la semana pasada, una sentada similar tuvo lugar en el distrito industrial de Akabarel. Este grupo, conocido como los "humanistas", clama por la protección del empleo humano frente a la automatización.

La frecuencia y el tamaño de estas manifestaciones están en aumento. La inquietud social sobre el impacto de la tecnología parece estar creciendo de manera alarmante..."

Me levanto para apagar la televisión, pero una voz femenina me detiene.

No te muevas, aún no ha terminado lo mejor. — La voz proviene de Fay, una mujer en sus cuarenta, que trabaja en el laboratorio ciento uno, donde también me encuentro.

Decido no cambiar de canal y vuelvo a mi asiento, retomando mi tarea de pipetear muestras para centrifugarlas más tarde.

El zumbido de la televisión y el murmullo de las noticias me resultan inquietantes, pero debo soportar el ruido hasta que acabe la jornada y pueda regresar a casa.

De repente, un estrépito en el pasillo interrumpe la monotonía. Salgo a investigar junto con mis compañeros.

¡NO AGUANTO MÁS! — Un joven, no mayor de 30 años, grita con desesperación. Su rostro, pálido y marcado por el pánico, refleja un terror profundo.

Por favor, calma, este no es el lugar ni el momento. — Richard Lewis, el investigador jefe del proyecto DARWIN, responde con una calma inquietante. Richard, de estatura media y alrededor de 54 años, completamente calvo y siempre vestido de blanco, emana una serenidad que parece enmascarar algo más siniestro.

¿CALMARME? ¿Después de lo que vi allí abajo? ¡No pienso volver allí, ni muerto! Esa cosa... casi me mata. Ese monstruo debe ser eliminado antes de que cause más daño. — El joven se despoja de su bata y la tira al suelo, junto con su identificación.

¡Renuncio! — Grita mientras abandona el laboratorio, dejando a Richard con una expresión fría y calculadora.

Perfecto... — murmura Richard con desdén mientras observa cómo el joven se aleja.

Richard recorre el pasillo con una mirada penetrante, evaluando a todos los presentes. La tensión es palpable. Cuando sus ojos se posan en mí, siento un escalofrío recorrer mi espalda.

Sal de aquí — pienso con desesperación, pero antes de que pueda reaccionar, escucho:

Tú. — Richard me señala con un dedo índice que parece cargado de secretos. — ¿Cómo te llamas?

Nova Cybrien, señor. — Respondo, intentando mantener la calma mientras mi voz tiembla.

Me acerco a él para hablar en un tono más privado.

Bien, eres bióloga, ¿verdad? — Asiento. — Perfecto. A partir de ahora, trabajarás en el proyecto DARWIN como bioanalista. Tu tarea será observar y analizar el comportamiento biológico de los sujetos en diferentes entornos. — Richard habla con una precisión inquietante.

Fay intenta intervenir, claramente frustrada. — Señor, llevo más tiempo aquí y pensaba que...

Richard la interrumpe con frialdad. — No estoy hablando contigo, señora. La señorita Cybrien es lo que necesito en este momento. Regresa a tu puesto. — Fay, visiblemente sorprendida y decepcionada, regresa al laboratorio sin decir una palabra.

A pesar de la inesperada promoción y la tensión en el aire, solo consigo murmurar un — Muchas gracias, señor. — Richard asiente brevemente y se dirige al ascensor con una expresión enigmática.

No puedo creer lo que ha sucedido. Me han promovido a un puesto que ni siquiera me habría atrevido a solicitar. La situación huele a conspiración; algo no encaja.

No obstante, la oportunidad es demasiado atractiva como para dejarla pasar. El proyecto DARWIN, con su promesa de explorar una posible conciencia artificial, representa una puerta a lo desconocido.

Permanezco en el pasillo, atónita, mientras regreso al laboratorio ciento uno, sintiendo las miradas inquisitivas de mis compañeros y oyendo sus murmullos cargados de especulación.

El resto del día transcurre en una especie de neblina de normalidad. Al final de la jornada, recojo mi bolso y cuelgo mi bata en el perchero. Salgo del laboratorio, despidiéndome de los pocos que aún quedan, aunque la mayoría ni siquiera responde.

Al llegar a casa, me dejo caer en la cama, mirando al techo mientras repaso los eventos del día en mi mente. Las piezas del rompecabezas no encajan del todo, y una sensación de inquietud se apodera de mí.

Maldita sea — me doy cuenta de que ni siquiera sé cuándo ni dónde debo comenzar mi nuevo puesto.

Decido enviar un correo electrónico a Richard, a pesar de la hora avanzada: las 22:45. Sé que no es el momento ideal, pero en momentos de desesperación, uno actúa sin pensarlo.

Apago el móvil y continúo con mi rutina nocturna, la inquietud creciendo en mi pecho. Me tumbo en la cama, girando y revolviendo en mis pensamientos, y finalmente me sumo en un sueño cargado de incertidumbre y presagio.

LOS HIJOS DE LA SINGULARIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora