🥊3🥼

155 27 2
                                    

Yoongi entró a su casa con el cuerpo agotado, estirando el cuello y tronando su espalda en un intento de aliviar la tensión que cargaba desde hacía horas. El día había sido un caos desde el principio: la lesión de su hermano, el desastre en el gimnasio causado por Taehyung al dejar caer las pesas, algo que claramente demostró que esa sería la última vez que lo dejaba a cargo. Y por si fuera poco, tuvo que soportar los constantes coqueteos descarados de Jimin durante el desayuno en casa de TN. Para colmo, cuando lo dejó en el gimnasio, Jimin intentó besarlo de improviso, algo que Yoongi hábilmente esquivó. Aunque, si era sincero consigo mismo, lo último no le molestaba tanto como le gustaría admitir.

El cansancio pesaba sobre sus hombros como una losa, pero su frustración no tenía solo una causa. Todo se apilaba, y su paciencia, normalmente de hierro, se tambaleaba en la cuerda floja.

—¿Y tu hermano? —una voz rasposa, dura, se escuchó desde el fondo de la sala. Un hombre mayor, sentado en una silla de ruedas, lo observaba con frialdad, sus ojos cargados de reproche.

Yoongi ni siquiera se molestó en mirarlo al pasar, solo lanzó una respuesta seca, casi cortante:

—Por ahí.

El silencio pareció estirarse, tenso, hasta que la voz del hombre volvió a cortar el aire como una navaja.

—¡Yoongi! ¿¡Dónde mierda está tu hermano!? Tengo que hablar con él, decirle que...

—¿Qué? —Yoongi se detuvo de golpe, girando sobre sus talones para encarar al hombre que lo miraba con ojos duros y vacíos—. ¿Que tiene que esforzarse más porque es un fracasado? ¿Que nunca será nadie? ¿O que mamá estaría decepcionada de él si lo viera?

El mayor no dijo nada. Solo observó con esa mirada que siempre parecía juzgar todo, que nunca tenía nada positivo que ofrecer.

—Mira, Jaehyuk, la única razón por la que sigues viviendo bajo mi techo es porque la ley lo dicta. Pero créeme —se inclinó hacia la silla de ruedas, su voz baja y llena de veneno—, ganas de echarte a patadas no me faltan.

Yoongi sostuvo con fuerza los reposabrazos de la silla y lo miró directo a los ojos, esos ojos que alguna vez lo habían asustado, pero que ahora solo le inspiraban una amarga lástima.

—Deja de lastimar a Jungkook con tus traumas. Tú fuiste un inservible toda tu vida, no eres nadie. Del único que estaría decepcionada mamá es de ti, porque nunca supiste ser un hombre, mucho menos un padre.

Jaehyuk intentó levantar la mano, una reacción instintiva que había visto muchas veces en el pasado. Pero esta vez, Yoongi lo interceptó, agarrando su muñeca con firmeza antes de que siquiera tuviera la oportunidad de tocarlo.

—Ni se te ocurra —le advirtió con una calma que parecía más peligrosa que cualquier grito—. Sufrí suficientes golpes cuando era un niño, no voy a permitir que lo intentes ahora.

Soltó la muñeca de su padre con brusquedad y empujó la silla hacia atrás. El sonido de las ruedas raspando el suelo fue lo único que rompió el silencio tenso de la habitación. Yoongi lo miró una última vez, con desprecio y cansancio, y salió de la casa sin volver la vista atrás.

Ya en la calle, el aire fresco le golpeó el rostro, pero no hizo nada para aliviar la sensación de asfixia que llevaba en el pecho. Se sentó en la vereda, con las manos temblorosas, sacó su teléfono y, sin pensarlo mucho, marcó el primer número que vino a su mente, este le contestó de inmediato y acepto ir a buscarlo. En menos tiempo del que Yoongi esperaba, una bocina suave lo sacó de su trance. Levantó la cabeza y vio el auto de Jimin aparcado frente a él.

—Bombón... —Jimin lo miró con ternura, pero sus ojos reflejaban sorpresa al ver el estado del mayor—. ¿Qué ha pasado?

Yoongi apenas pudo levantar la mirada. Se sentía derrotado, agotado no solo físicamente, sino emocionalmente.

Rounds of Love | JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora