8. Maegor o Vaegon

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El septo era algo único, algo sagrado, un  lugar rodeado por el silencio y los susurros de las septas

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El septo era algo único, algo sagrado, un  lugar rodeado por el silencio y los susurros de las septas.

Aquello era un refugio para la princesa Daenya, en donde solo debía sentarse frente al fuego, encender una vela en nombre a Snow y pedir perdón a los dioses durante horas, con sus rodillas en el suelo y las manos cruzadas sobre el gran mesón, con las luces de las velas decorando su rostro.

– Padre, guía en las decisiones de mi madre, no permitas que las palabras de mi abuelo nublen su buen juicio a la hora de decidir mi destino, desconocido, apiádate de mi alma, permíteme descansar, mi destino está en tus manos mi señor, te lo imploro.

Los susurros de la princesa Daenya eran lo único que se escuchaba en el salón de oración. Rodeada de velas, con la cabeza inclinada, de rodillas y con ambos brazos apoyados sobre la gran mesa de piedra frente a la estatua de La Fe

Daenya seguía murmurando oraciones hacia los siete pero siempre se detenía más tiempo en aquellos dos rostros de la deidad, el padre y el desconocido.

Algunas de las velas esparcidas en el lugar se apagaron cuando una fuerte brisa entró en la sala. Alguien había abierto la puerta.

– Princesa

Daenya detuvo sus oraciones, besó el relicario entre sus manos para después volver a colocarlo en su cuello antes de girar y mirar hacia la entrada.

De cabellos oscuros y ojos esmeralda, su espada, Niclas Stark.

–Niclas. Interrumpes mis oraciones - aclaro mientras el guardia se acercaba a ella

El ofreció su brazo y la ayudó a ponerse de pie, luego inclinó la cabeza.

– Lamentó interrumpir princesa, pero es  hora de volver a la fortaleza - las palabras de Niclas lograron romper el silencio en el que se encontraba

La cobriza asintió y luego tomó un gran libro que reposaba sobre otra de las mesas antes de caminar hacia la salida junto a su espada jurada.

- El tiempo pasó rápido - susurró una vez junto al pelinegro

Ambos compartieron una sonrisa melancólica.

Era sabido por ambos, un acuerdo sellado por el silencio y las lágrimas, los dos sabían que lo último que querían era volver a estar dentro de aquellos muros.

- El sol está por caer - respondió mientras ambos comenzaban a caminar hacia la salida.

Una vez fuera, los tonos rojizos en el cielo impactaron el rostro de ambos y el silencio fue interrumpido por los gritos del pueblo.

Daenya frunció el ceño mirando como las personas trataban de pasar sobre los guardias entre gritos y golpes.

- ¡Bruja! - logró hacer contacto visual con un hombre de aspecto joven, de ojos oscuros y cabellos rubios quien se movía violentamente contra los guardias

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