Pasado un tiempo en el Hotel, las cosas seguían su ritmo con relativa normalidad. Dante, como siempre, interactuaba con los demás residentes, pero tenía un especial interés en Charlie, con quien compartía pequeños momentos que nunca llegaban a nada más que palabras, gestos sutiles, o bromas juguetonas. A pesar de esos intercambios, su relación no parecía avanzar hacia algo más profundo, y Dante no mostraba prisa en cambiarlo.
Cierto día, el peliblanco despertó en lo que parecía ser una mañana común. Se levantó con calma y bajó hacia la sala principal del hotel. Al llegar, encontró a Charlie, quien estaba inmersa en un torbellino de pensamientos, hablando en voz alta sin terminar de formular una idea clara. Parecía desesperada, dibujando y escribiendo cosas en una pizarra con teorías y planes que parecía haber descartado rápidamente.
Varios de los otros miembros del hotel la observaban desde cierta distancia. Angel miraba con una expresión de preocupación, Husk se encogía de hombros y guardaba silencio, y Vaggie, siempre a su lado, intentaba calmarla sin mucho éxito.
Dante, con sus manos en los bolsillos, fue el primero en acercarse a Charlie. Su presencia hizo que ella dejara de escribir por un momento, aunque no parecía menos inquieta.
-¿Qué sucede, princesa? -preguntó Dante, levantando una ceja mientras veía el caos de ideas en la pizarra.
Charlie, al notar su presencia, tomó una respiración profunda e intentó calmarse. Sin embargo, su rostro aún reflejaba la preocupación que la estaba consumiendo.
-Es... -dijo ella, un poco agitada- Es todo esto, Dante. Todavía no hemos tenido avances sobre la redención en el hotel... ¡y el próximo exterminio está cada vez más cerca! -Charlie señaló con frustración la pizarra llena de ideas tachadas y flechas que parecían no llevar a ninguna parte-. ¡Nada está funcionando! No sé qué hacer...
Los demás en la sala intercambiaron miradas incómodas. Husk, cansado de la tensión, soltó un comentario.
-Vamos, Charlie, no es como si alguien pudiera arreglar todo en un par de semanas...
Charlie ignoró el sarcasmo, claramente agotada por la carga de la responsabilidad que sentía sobre sus hombros.
Dante miró la pizarra durante unos segundos, analizando las múltiples teorías y soluciones incompletas que Charlie había estado elaborando. Luego la miró a los ojos con una expresión más relajada, pero firme.
-No te presiones tanto. ¿Sabes? A veces la solución no es volverse loca buscando respuestas -comentó, llevándose una mano al mentón mientras sonreía de lado-. Vamos a lograrlo... De alguna manera, no te preocupes.
Charlie suspiró, sintiendo un alivio momentáneo. El hecho de que Dante aún creyera en ella, incluso cuando ella misma comenzaba a dudar, le proporcionaba una pequeña chispa de esperanza. Le dirigió una sonrisa sincera como agradecimiento, mientras intentaba calmar el torbellino de pensamientos en su cabeza.
-Gracias, Dante... -murmuró, con los ojos aún algo apagados, pero con una renovada determinación asomándose en su voz.
Vaggie, quien había estado observando en silencio, no pudo evitar intervenir. Su preocupación por Charlie era grande, y su tono era serio, Pero comprensivo.
-Charlie... tal vez deberías llamar a tu padre -sugirió, cruzando los brazos mientras la observaba con una mezcla de inquietud y protección.
La reacción de Charlie fue inmediata y negativa. Su rostro se tornó más tenso y negó con la cabeza repetidas veces, casi sin dejar que Vaggie terminara de hablar.
-¡No! No puedo hacer eso, Vaggie -dijo, su tono ligeramente más alto de lo normal-. ¡Mi padre fue quien permitió los exterminios en primer lugar! ¿Cómo podría pedirle ayuda cuando es parte de lo que estamos intentando cambiar? ¡No entendería!
ESTÁS LEYENDO
Un cazador de demonios en Hazbin Hotel
RandomDante, el legendario cazador de demonios, se encuentra en medio de una feroz batalla contra una criatura desconocida y formidable. Mientras lucha con determinación, el demonio en un último acto desesperado abre un portal oscuro que arroja a Dante a...