Capítulo 8.

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John salió del baño vestido con su elegante traje de secretario, arreglando un poco sus cabellos largos y dejando su maletín nuevamente en el mesón de vidrio. Vio que había quedado solo nuevamente en la gran suite empresarial, chasqueando su lengua mientras ponía sus manos a la cintura.

—Bien... ¿dónde estará esa carpeta del diablo?—habló para sí mismo, mientras veía a su alrededor, intentando hacerse una idea sobre dónde podría buscar la carpeta la cual ayer tenía que organizar.

Claro está, que pasaron cosas en el camino que le impidieron continuar.

Suspiró para sus adentros, empezando a ver a lo largo de la gran suite donde podría estar. John caminó de un lado a otro en la suite empresarial, murmurando para sí mismo mientras revisaba los muebles con rapidez. Se acercó a la gran estantería de madera oscura que adornaba la pared a la izquierda y comenzó a hurgar entre las carpetas apiladas de manera impecable. Nada. Luego, se agachó y abrió varias de los cajones del escritorio principal de McCartney, sólo para encontrar documentos de otra índole, pero no la maldita carpeta que necesitaba.

—¡Diablos! —soltó con frustración, mientras cerraba con fuerza el cajón y se levantaba, pasando una mano por el cabello. Dio una vuelta rápida sobre sus talones y, con una mirada afilada, escrutó los rincones de la suite, sus ojos barriendo cada superficie—. ¿Dónde diablos podría haber quedado?

Continuó su búsqueda, revisando el armario de almacenamiento al fondo de la suite, que estaba repleto de papeles en desorden, pero tampoco tuvo suerte. Después de varios minutos de infructuosa búsqueda, John suspiró profundamente y se llevó las manos a las caderas. Se detuvo frente al gran ventanal de la suite, mirando por unos momentos la vista panorámica de la ciudad de Londres, antes de decidir que la mejor opción sería consultar con Marks sobre dónde diablos había quedado la dichosa carpeta.

Porque como él recordaba, no tuvo el "tiempo" para dedicarse a ordenar el desorden de ayer. Probablemente Marks se haya encargado en ese aspecto de que la suite volviera a verse presentable.

Justo cuando se disponía a salir por las grandes puertas de la suite para emprender su búsqueda, estas se abrieron de repente, y un hombre bajo de estatura y de ojos azules apareció en el umbral. Ambos quedaron sorprendidos, sus ojos encontrándose en un silencio incómodo por un momento.

El recién llegado, sorprendido por la presencia de John, parpadeó antes de recomponer su postura.

—Vaya... Me esperaba a alguien diferente, en verdad—dijo el hombre con una ligera sonrisa.

John hizo una mueca—Sí, no esperaba toparme con alguien...

El contrario de ojos azules ajustó su postura, y luego de aclarar su garganta, con toda la formalidad posible, extendió su mano:—Richard Starkey, pero puedes llamarme Ringo. Soy uno de los hombres de finanzas del señor McCartney.

John, algo desconcertado pero recuperándose rápido, estrechó la mano de Ringo.

—John Lennon —dijo, su tono amigable pero un poco confuso— Secretario de McCartney.

Antes de que John pudiera decir algo más, Ringo soltó una risita suave, lo que inmediatamente captó la atención de John.

—El nuevo secretario, claro —dijo Ringo, soltando una risa que a John le pareció curiosa—. Lo supe desde el primer día. Los rumores vuelan rápido en esta oficina, aunque no lo parezca.

John arqueó una ceja, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa.

—Vaya, ni siquiera he terminado mi primer mes y ya soy el tema de los rumores.—Parpadeó varias veces, rodando los ojos inconscientemente—Fascinante.

Temporary Secretary ; McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora