Capítulo 6.

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Marcaban las 7 de la tarde en el reloj de la pared de la oficina, y John sentía que se quería arrancar los cabellos del cansancio y lo mortificante que es el trabajo de oficina.

¿Había logrado organizar la carpeta gigante que antes le había entregado McCartney? sí, pero solamente un 30% del total de documentos que se constituían dentro. Todavía se las arreglaba para intentar entender la metodología que había utilizada la secretaria anterior, una tal Dorothy, para poder organizar todos los asuntos que tenía McCartney a lo largo del día, de las semanas y de los meses, ¡Este hombre buscaba organizar cada minuto de su vida!

John se sentía que le había aceptado el trabajo a un maníaco obsesivo del orden y del control, y él, para nada partidario de esos elementos, ahora tenía que acoplar su mente para poder cumplir el estándar mínimo requerido por McCartney, ¿en qué pozo de locura había caído?

Durante el día, su único gran descanso había sido en el horario de almuerzo que se respetaba dentro de la empresa, siendo informado por el señor Marks que podía comer tanto en los comedores oficiales de la empresa, o podía recibir su almuerzo dentro de la oficina de McCartney, teniendo ese privilegio por "ser el secretario de McCartney".

Como John prácticamente no conocía a nadie en ese lugar, no tenía las suficientes fuerzas para poder interactuar socialmente, por lo que decidió aceptar ese privilegio que él tenía.

A los minutos recibió un almuerzo de lujo, constituido de puré de papas, carne jugosa, sopa de verduras y una pequeña torta de chocolate. Su expresión de sorpresa fue innegable, mientras Marks dejaba el almuerzo encima del escritorio vacío de McCartney.

—¿Todo eso... es para mí?—John, quien tenía un despelote de hojas y documentos repartidos para ese entonces, se levantó del piso, señalando incrédulo—¿Esto es el almuerzo?

Marks, quien levantó una ceja ante la impresión de John, asintió:—Sí, señor Lennon, es el almuerzo que entrega la empresa a sus empleadores.

Con esas palabras, Marks se retiró, dejando nuevamente solo a John y estando maravillado -y hambriento- de la calidad de cocina que poseía el lugar.

¿Qué otros privilegios tendrá entonces John, al ser el simple secretario?

Volviendo al presente, el castaño de anteojos se paseaba por la oficina, teniendo en sus manos dos documentos y leyéndolos, para ver cómo podía organizarlo junto al resto de papeles. Su vista estaba cansada y su mente simplemente a esas alturas no podía concentrarse: había utilizado todo lo mejor de sus concentraciones para este día, y no sabría si podría recuperarse.

Con sumo fastidio, dejó los documentos encima del escritorio, y posicionó sus manos hacia el gran ventanal donde se podía ver la oscura noche en la ciudad de Londres.

John contemplaba la ciudad a través del gran ventanal, perdido en sus pensamientos y en el cansancio que le nublaba la mente, cuando de repente las puertas de la suite empresarial se abrieron de golpe, haciendo que se girara sobresaltado. Al ver la figura de Paul McCartney cruzar el umbral, John quedó momentáneamente sin palabras. Su jefe, con la camisa semiabierta y los cabellos ligeramente desordenados, parecía haber salido de alguna reunión agotadora, pero aún así lucía impresionante.

Su mirada se detenía en las clavículas que se asomaban por la abertura de la camisa, algo incómodo por el repentino calor que sentía subiendo por su cuello y por la presión en su estómago bajo que se formaba "inexplicablemente".

Paul no tardó en notar el caos que reinaba en la oficina. El montón de carpetas abiertas, los papeles desperdigados por todas partes, creaban una escena que contrastaba enormemente con la impecable organización en la que había dejado su despacho al comenzar el día. John, al percatarse de la expresión de Paul, se apresuró a excusarse.

Temporary Secretary ; McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora