Narra Nira
El segundo día comienza muy temprano cuando Jason me termina despertando para ponernos en marcha a nuestro siguiente destino dentro de México: Los cenotes de la Península de Yucatán.
Mientras que me iba lavando los dientes, después de haber desayunado junto a Jason y Bimba y poco después haberme cambiado de ropa, he estado mirando en internet sobre cómo son los cenotes de Yucatán y la verdad es que me he quedado completamente enamorada. Siento que va a ser uno de los mejores sitios que vamos a visitar.
A pesar de que son aproximadamente otras ocho horas de viaje, Jason me ha dicho que los próximos destinos están en apenas una hora de distancia de cada uno, así que no tendremos viajes tan largos hasta la semana que viene.
—¿Hacemos la misma dinámica que hicimos cuando vinimos aquí? —cuestiona cuando se adentra en la parte del conductor.
Asiento.
—Sí. Cuando paremos te cambio el puesto.
Hace un gesto de afirmación con la cabeza.
—Genial.
Jason no tarda en arrancar para ponernos en marcha. Bostezo y paso las manos por los ojos, aún sigo medio dormida. Son las cinco de la mañana cuando salimos del aparcamiento. Hemos calculado que llegaremos sobre la una del mediodía. Perfecto para acomodarnos, donde sea que él haya visto para dejar la autocaravana, y comer.
Para entretenerme, me dedico a seguir investigando sobre la zona en la que vamos a estar hoy. Y, cuando no me apetece seguir más, agarro mi libreta de dibujo para continuar el boceto que estaba haciendo de Jason. Le observo disimuladamente para ver cada detalle del perfil de su rostro. Aún sigo pensando en si, cuando lo termine, dárselo o no. No quiero que piense que soy un tipo de acosadora o algo así.
Aunque, bueno, lo parece si lo estoy dibujando.
—¿Qué haces? —me pregunta poco después.
Al instante alzo la cabeza para mirarle y levanto un poco la libreta con disimulo para que no lo pueda ver.
—Dibujar.
Jason gira brevemente su cabeza para observarme con curiosidad.
—¿El qué?
Me mantengo en silencio unos segundos, pensando en qué decir. Está claro que no diré la verdad, qué vergüenza.
—El paisaje.
Entrecierra los ojos, como si no me creyera.
—El paisaje... entiendo.
—Sí —afirmo.
Asiente, dejándolo pasar. Parece que he sonado convincente. O eso creo.
Para mi sorpresa, las horas de viaje hasta Yucatán pasan a una velocidad increíble. Hemos parado varias veces para descansar, sacar a Bimba o picotear algo porque nuestro estómago ya nos lo estaba pidiendo.
Observo el paisaje por la ventanilla cuando, ocho horas después, nos adentramos en la ciudad de Yucatán. Bimba ladra un par de veces para llamar mi atención. No tardo en girarme para mirarla.
—Tranquila, ya estamos a punto de llegar. —Le acaricio el pelaje.
—A diez minutos del aparcamiento donde estaremos hasta mañana —agrega Jason mirándome brevemente.
—Sí que tienes todos los lugares mirados y pensados para saber dónde nos vamos a quedar —comento con diversión.
Asiente.
ESTÁS LEYENDO
El mapa de nuestros corazones
Romance¿Cómo de probable es que decidas alquilar una autocaravana para tener unos meses sabáticos en verano para viajar, pero termines descubriendo que ha habido una confusión y ahora tienes que compartirla con un total desconocido? Un desconocido bastante...